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24.11.2014 Views

Profundizaciones > Arte y memoria 38 Esta breve reseña quiere ser una sencilla invitación a descubrir Rímini y su provincia sobre las huellas de una religiosidad que ha dejado por doquier, en los edificios dedicados al culto, unos importantes y valiosos testimonios. La corriente elegida para el recorrido trazado no es tan sólo un pretexto exterior u ocasional; permite aunar, en efecto, historia, arte y cultura. Ni que decir tiene que dentro de dicho filón podrán hacerse unas distinciones y explicarse unas diferencias sobre todo por lo que se refiere a las temáticas artísticas. En todo caso, para poder vincular en un discurso histórico de una cierta envergadura unos elementos ya de por sí fragmentarios, será oportuno integrarlos recurriendo a lo conservado en Rímini en el Museo della Città, formado por obras casi enteramente procedentes de su provincia y casi todas de carácter religioso. Se podría sugerir aquí dos temas que forman una corriente cuyo interés artístico valdría la pena profundizar. El primero es, sin lugar a duras, el de la pintura de Rímini del s. XIV, y que representa un fenómeno de gran importancia en el marco de la pintura italiana del Medievo; unas obras significativas de dicha “escuela” se encuentran en Villa Verucchio y Verucchio, en Santarcangelo y Montefiore, en Misano y Rímini. El segundo tema es el formado por la pintura de Rímini del s. XVII, muy original y que tuvo un importante papel en el cuadro del naturalismo italiano gracias a la presencia de Guido Cagnacci y Giovan Francesco Nagli, llamado el Centino. Sus obras se encuentran en Saludecio y Montegridolfo, en Montefiore y Santarcangelo, en San Vito, en Verucchio y también en Rímini. Pero también nos podríamos dedicar, por ejemplo, a la búsqueda de los reflejos del Renacimiento elaborado en los centros principales, desde Venecia hasta Florencia y Roma, o bien a individuar las tendencias procedentes de otras ciudades y también la influencia de las capitales del arte barroco, como Roma y Bolonia. De todos modos, no hay que olvidar que, ya en la ciudad y sus alrededores, tanto junto el mar como en la parte que ya empieza a encresparse porque está cerca de los Apeninos, o donde empieza a abrirse la gran cuenca del Po, las iglesias “son un amasijo gigantesco de trabajo e historia del trabajo, unos coágulos de piedad individual y colectiva, unos signos de devoción pero también de sublime norma estética”, tal como escribía Andrea Emiliani subrayando “la alta dignidad cultural y artística” que distingue los edificios de culto, tan frecuentes y tan llenos de recuerdos; y así “incorporados y encarnados en aquella trascendencia vital que los técnicos llaman territorio, pero que nosotros deberíamos más bien denominar ciudad y campo, diar-

39 quía tan exquisitamente italiana, oposición de poderes y de funciones …” Precisamente teniendo en cuenta esa “consistencia” de memorias y su valor para conservar y valorizar las específicas identidades culturales, como adición y potenciación de las medidas llevadas a cabo por la Dirección General de Bellas Artes y la Diócesis, la Diputación de Rímini ha financiado toda una serie de restauraciones de las obras de arte que se encuentran en las iglesias del territorio, prestando particular atención a los pequeños centros.

Profundizaciones > Arte y memoria<br />

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Esta breve reseña quiere ser una sencilla invitación a descubrir<br />

Rímini y su provincia sobre las huellas de una religiosidad que ha<br />

dejado por doquier, en los edificios dedicados al culto, unos importantes<br />

y valiosos testimonios. La corriente elegida para el recorrido<br />

trazado no es tan sólo un pretexto exterior u ocasional; permite<br />

aunar, en efecto, historia, arte y cultura. Ni que decir tiene que dentro<br />

de dicho filón podrán hacerse unas distinciones y explicarse unas<br />

diferencias sobre todo por lo que se refiere a las temáticas artísticas.<br />

En todo caso, para poder vincular en un discurso histórico de una<br />

cierta envergadura unos elementos ya de por sí fragmentarios, será<br />

oportuno integrarlos recurriendo a lo conservado en Rímini en el<br />

Museo della Città, formado por obras casi enteramente procedentes<br />

de su provincia y casi todas de carácter religioso.<br />

Se podría sugerir aquí dos temas que forman una corriente cuyo<br />

interés artístico valdría la pena profundizar. El primero es, sin lugar a<br />

duras, el de la pintura de Rímini del s. XIV, y que representa un fenómeno<br />

de gran importancia en el marco de la pintura italiana del<br />

Medievo; unas obras significativas de dicha “escuela” se encuentran<br />

en Villa Verucchio y Verucchio, en Santarcangelo y Montefiore, en<br />

Misano y Rímini.<br />

El segundo tema es el formado por la pintura de Rímini del s.<br />

XVII, muy original y que tuvo un importante papel en el cuadro del<br />

naturalismo italiano gracias a la presencia de Guido Cagnacci y<br />

Giovan Francesco Nagli, llamado el Centino. Sus obras se encuentran<br />

en Saludecio y Montegridolfo, en Montefiore y Santarcangelo, en<br />

San Vito, en Verucchio y también en Rímini.<br />

Pero también nos podríamos dedicar, por ejemplo, a la búsqueda<br />

de los reflejos del Renacimiento elaborado en los centros principales,<br />

desde Venecia hasta Florencia y Roma, o bien a individuar las tendencias<br />

procedentes de otras ciudades y también la influencia de las<br />

capitales del arte barroco, como Roma y Bolonia.<br />

De todos modos, no hay que olvidar que, ya en la ciudad y sus<br />

alrededores, tanto junto el mar como en la parte que ya empieza a<br />

encresparse porque está cerca de los Apeninos, o donde empieza a<br />

abrirse la gran cuenca del Po, las iglesias “son un amasijo gigantesco<br />

de trabajo e historia del trabajo, unos coágulos de piedad individual y<br />

colectiva, unos signos de devoción pero también de sublime norma<br />

estética”, tal como escribía Andrea Emiliani subrayando “la alta dignidad<br />

cultural y artística” que distingue los edificios de culto, tan frecuentes<br />

y tan llenos de recuerdos; y así “incorporados y encarnados<br />

en aquella trascendencia vital que los técnicos llaman territorio, pero<br />

que nosotros deberíamos más bien denominar ciudad y campo, diar-

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