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QUINCE DÍAS EN PEKÍN
Editorial
Los meses de verano de los años
bisiestos vienen marcados, entre
otras cosas, por la avalancha de
competiciones deportivas. A las ya
habituales que se celebran invariablemente
cada año como ocurre
con el Tour de Francia o Wimbledon,
hay que sumar la Eurocopa (de fútbol
de tan grato recuerdo este año)
y, por supuesto, los Juegos Olímpicos.
En defi nitiva, un auténtico festín
para los afi cionados al deporte
y, seguramente, una pesadilla para
todos aquéllos que después de la
saturación futbolística y automovilística
del resto del año ven cómo las
actividades deportivas pueden marcar
su programa de verano.
Nada menos que a China se volverán
dentro de unas semanas los
ojos del mundo para presenciar el
que, seguramente, es el acontecimiento
deportivo más importante.
Pero además, los Juegos de Pekín
de este año sirven, de alguna forma,
para conmemorar el 60º aniversario
de aquellos otros celebrados en
Londres en 1948 y que fueron los
primeros que se organizaban tras
el trágico paréntesis de la Segunda
Guerra Mundial. Doce años habían
pasado desde aquellos Juegos que,
casualidades del destino, se habían
celebrado en el Berlín de la preguerra,
la capital de la nación derrotada,
y resultaba paradójico que los siguientes
se celebraran precisamente
en Londres, el centro del país que
había abanderado la resistencia a la
invasión nazi.
¡Qué mejor que unos Juegos Olímpicos
para tratar de volver, en la medida
de lo posible, a la normalidad
perdida durante los últimos 5 largos
años! Sobre el papel era un buen
intento pero aun así, no fue completo
puesto que las potencias ganadoras
de la guerra no permitieron
a Alemania y a Japón enviar a sus
deportistas.
Las comparaciones relativas a la
magnitud de los Juegos celebrados
por aquellas fechas y los que
se inaugurarán en pocos días resultan
inimaginables. Los Juegos
de 1948 contemplaron la participación
de 59 países que, aunque
no es una cifra nada desdeñable
teniendo en cuenta que solo hacía
tres años que había fi nalizado el
confl icto más devastador que había
conocido la Humanidad, no tiene
comparación con los 202 países
que concurrieron a la cita de Atenas
en 2004 o los 205 que podrían
acudir a China.
En Londres 1948 se disputaron 17
disciplinas olímpicas frente a las 28
que se espera organizar en Pekín
2008. Y si hablamos de participantes,
los 4.104 deportistas que acudieron
a la capital de Gran Bretaña
quedaron muy lejos de los 10.500
que ahora planean acudir a China.
Una vez más, estamos ante un
acontecimiento que desborda nuestros
hábitos cotidianos de conducta
e incluso nuestras afi ciones, y que
va más allá de consideraciones meramente
deportivas. Y, quizás irremediablemente,
para suplicio de los
que no se consideran afi cionados al
deporte o de los que simplemente
prefi eren dedicarse a otras cosas, la
agenda de los Juegos marcará en
muchas ocasiones la nuestra.
Pero es que no es posible negar la
magia y el atractivo que tienen estas
competiciones incluso para aquellas
personas que no destaquen por una
gran afi ción al deporte. Se trata de
grandes acontecimientos y al igual
que sucede con los campeonatos
del mundo de fútbol donde uno se
sorprende viendo con apasionado
interés un partido entre Ghana
y Australia, no es raro permanecer
insomne contemplando frente al televisor
una eliminatoria olímpica de
cuartos de fi nal de lucha grecorromana.
Porque, una vez más para los españoles,
la diferencia horaria con
el país organizador se convierte en
un elemento clave. ¡Quién no ha
trasnochado o madrugado en el pasado
para poder ver por televisión
alguna prueba interesante o algún
partido de la selección española de
baloncesto, balonmano o de cualquier
otra disciplina!
Y tampoco es posible dejar de resaltar
la importancia para el país y la
ciudad organizadora. Durante esos
escasos quince días Pekín será el
centro del mundo y los Juegos servirán
como el mejor de los escaparates
para darse a conocer.
Madrid estuvo a punto de conseguir
la nominación para organizar los
Juegos del 2012 pero en el último
momento fue otra ciudad, precisamente
Londres, la que lo consiguió.
Parece que la decepción de los
primeros momentos tras conocer
la noticia se transformó inmediatamente
en un renovado esfuerzo
para conseguirlo, ahora con la vista
puesta en el año 2016, cien años
después de los Juegos que debieran
haberse celebrado en 1916 en
Berlín - una nueva casualidad - y
que se cancelaron por culpa de la
Gran Guerra.
No podemos dejar que esas dos
palabras sean las últimas de estos
párrafos, así que solo cabe desear
lo mejor para estos Juegos que
comienzan en breve, que todos podamos
disfrutar con ellos (incluidos
los menos afi cionados al deporte) y
que pronto podamos celebrar que
Madrid también va a tener los suyos.
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