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Gardner, John - Para ser novelista (Ensayo)

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ado; por ejemplo, la última y sorprendente entrada de<br />

Svidrigailov en Crimen y castigo, el disfraz de Mr. Rochester<br />

en JaneEyre, el episodio del tejado de Nicholas Nickleby, el<br />

que Tommy se tropiece con el funeral en Aprovecha el día,<br />

el momento del reconocimiento en Emma, o esos momentos<br />

que tienen muchas novelas, en que lo ordinario y lo extraordinario<br />

se entrecruzan brevemente o en que lo corriente<br />

muestra de pronto, aunque sólo sea por un instante, un rostro<br />

distinto. Hay que estar un poco loco para escribir una gran<br />

novela. Hay que estar dispuesto a permitir que las partes más<br />

oscuras, remotas y secretas de uno mismo se impongan alguna<br />

que otra vez. O de abrir la puerta a la profunda locura de la<br />

vida, como cuando, en Ana Karenina, Levin se declara a Kitty<br />

con la misma extravagancia con que Tolstoi se declaró a su<br />

mujer. De todas las cualidades de la ficción literaria, la<br />

intervención de lo insólito es la única que no se puede simular.<br />

Si pudiera explicar exactamente lo que pretendo decir,<br />

probablemente conseguiría lo que, en mi opinión, nadie ha<br />

logrado aún: descubrir el origen mismo del proceso creativo.<br />

Lo misterioso es que aun habiendo experimentado estos<br />

momentos de trance, uno se da cuenta, como tan a menudo<br />

les ocurre a los místicos, de que, una vez que ha salido de<br />

ellos, no puede decir ni recordar claramente lo que ha<br />

ocurrido. La mente se abre de forma aparentemente inexplicable<br />

y uno sale del mundo. Y sabe que ha estado ausente<br />

gracias a la palabras que encuentra en la página al volver, un<br />

episodio o unas cuantas líneas que son lo más vívido y bien<br />

escrito que uno haya podido hacer nunca. (Esta experiencia,<br />

sospecho, es lo que motiva los numerosos relatos de experiencias<br />

sobrenaturales confirmadas en el último párrafo por<br />

la presencia de un anillo, una moneda o un lazo rosa dejado<br />

por el intruso procedente del otro mundo.) El acto de escribir<br />

exige cierto grado de trance: el escritor tiene que arrancar del<br />

ámbito de la no existencia a un personaje o una escena, y<br />

enfocar dicha escena en su imaginación hasta conseguir verla<br />

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