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Gardner, John - Para ser novelista (Ensayo)

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Antes de abandonar la historia de nuestro periodista<br />

tendremos que admitir, recordando la práctica de Kafka, que<br />

no tiene la menor posibilidad de resultar bien. Todas las reglas<br />

estéticas admiten la comedia. Pongamos que nuestro periodista<br />

es un auténtico memo, pero interesante. Cree fervientemente<br />

en todo lo que su padre dice; las palabras de su padre<br />

son para él ley. También lo ama fervientemente. Salta a la<br />

vista que no estamos ante un drama sino ante un drama<br />

cómico, de protagonistas entrañablemente estúpidos como los<br />

hermanos Marx o Laurel y Hardy. El periodista (Laurel), su<br />

padre (Hardy) y todos los que aparezcan en la historia han de<br />

<strong>ser</strong>, en realidad, bufones cuyo comentario acerca de la<br />

condición humana no sea el de la novela realista ni tampoco<br />

el de, digamos, el cuento gótico, con ese realismo sistemáticamente<br />

alterado que lo caracteriza, sino algo totalmente<br />

distinto, un tipo especial de sátira amable. Entonces la historia<br />

sí que resulta, al menos teóricamente, porque, aunque el<br />

choque de ideas en sí no es interesante, los personajes sí<br />

pueden <strong>ser</strong>lo, tienen la gracia y el interés de la caricatura, y<br />

son tan estúpidos que se interesan por lo que a nosotros nos<br />

resulta transparente al primer vistazo. Aunque los personajes<br />

son notablemente inferiores a nosotros, sus penas, perplejidades<br />

y triunfos parodian los nuestros. Nadie llegaría a decir<br />

que de esta forma se haya conferido a la historia enjundia<br />

intelectual, pero al menos así deja de <strong>ser</strong> una demostración<br />

de simpleza por parte del autor. En cuanto a la importancia<br />

emotiva de la pieza, la única manera de juzgarla tratándose<br />

de una comedia es dar a conocer la obra a los lectores para<br />

ver si se ríen o no.<br />

Si el joven escritor pretende con su obra crear algo de<br />

altura intelectual y fuerza emotiva, ha de tener el suficiente<br />

sentido común como para darse cuenta de si una idea es<br />

ridícula o interesante y de si una emoción es importante o<br />

trivial. A este respecto, no obstante, el aprendiz de escritor<br />

puede recibir cierta orientación; por ejemplo, si el profesor,<br />

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