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Gardner, John - Para ser novelista (Ensayo)

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(sospecha uno) de pasar desapercibida. El estilo de Stanley<br />

Elkin consiste en con<strong>ser</strong>var el uso de la palabra a toda costa,<br />

contando anécdotas graciosas; pero tras los gruesos cristales<br />

de aumento de sus lentes, esa penetrante mirada miope le<br />

hace preguntarse al oyente si no <strong>ser</strong>á él el objeto del<br />

siguiente chiste. (La verdad es que los chistes y anécdotas<br />

de Elkin son siempre consideradas; si tiene que haber un<br />

tonto, se re<strong>ser</strong>va para sí el papel). Bernard Malamud tiene<br />

una alarmante manera de escuchar cuando está hablando<br />

con alguien. Se fija en los ademanes, en los giros de las<br />

frases, y de pronto puede preguntar a la persona que está<br />

hablando con él que por qué lleva gafas oscuras. De otros<br />

escritores se podrían decir cosas semejantes, aunque no de<br />

todos, naturalmente; hay muchos que son muy educados y<br />

ob<strong>ser</strong>van sin que se les note. La cuestión es que, tanto si<br />

se les nota en las fiestas como si no, los escritores aprenden,<br />

por necesidades del oficio, a <strong>ser</strong> ob<strong>ser</strong>vadores agudísimos.<br />

Ése es uno de los gozos, así como una de las maldiciones,<br />

del oficio de escritor. Quizá también los psicólogos disfruten<br />

algo de este mismo placer, pero a los psicólogos, digan lo<br />

que digan y sean cuales fueren sus intenciones, lo que les<br />

interesa esencialmente es la mente aberrante. Los escritores<br />

están abiertos a todas las posibilidades de la naturaleza<br />

humana.<br />

Mencionaré otra circunstancia embarazosa relacionada<br />

con el hábito del escritor de estar siempre atento. Una vez,<br />

yendo en coche por Colorado con un amigo, bajando por una<br />

estrecha carretera de montaña, nos encontramos con un<br />

accidente. Habían chocado un coche y una camioneta, y a<br />

quince metros ya veíamos la sangre. Nos paramos y corrimos<br />

a prestar ayuda. Y yo, mientras corría y mientras, con la ayuda<br />

de mi amigo, intentaba abrir la puerta del coche, en el que<br />

había una mujer embarazada de nueve meses con el abdomen<br />

atravesado, pensaba: «¡Tengo que recordar esto! ¡Tengo que<br />

recordar lo que siento! ¿Cómo se describiría esto?» No creo<br />

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