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Gardner, John - Para ser novelista (Ensayo)

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especial– libros para niños. Lo que les enfurece es la mala<br />

novela «de calidad», ya sea para niños o para adultos.<br />

Sería un error achacar su ira a los celos profesionales. No<br />

hay <strong>ser</strong> más generoso a la hora de alabar que el <strong>novelista</strong> que<br />

acaba de leer una buena novela escrita por otro, aun cuando<br />

el autor sea enemigo acérrimo suyo. Más acertado <strong>ser</strong>ía<br />

achacarla a la inseguridad del <strong>novelista</strong>, pero tampoco es del<br />

todo cierto. Si uno se esfuerza mucho por hacer algo que<br />

considera importante (contar una historia excelentemente<br />

bien), no tolera que otra persona lo haga mal o, peor aún, con<br />

engaño, y pretenda, además, formar parte de su distinguida<br />

cofradía. Es una afrenta a su honor, al de toda la profesión,<br />

y el objetivo que se ha marcado en la vida pierde significación,<br />

sobre todo si los lectores y los críticos se muestran incapaces<br />

de distinguir entre lo auténtico y lo falso, como suele ocurrir.<br />

Se empieza a dudar de que el propio criterio tenga algún valor,<br />

incluso de que uno viva en contacto con la realidad. Y uno<br />

se vuelve gruñón, petulante, pendenciero. Puesto que la<br />

excelencia en el arte es una cuestión de gusto –ya que no se<br />

puede demostrar, con la misma claridad con que los matemáticos<br />

demuestran sus aciertos o errores, que una obra sea<br />

mejor que otra–, la alabanza generalizada de un libro estúpido<br />

ofende al verdadero escritor. Como un niño convencido de<br />

que tiene razón pero que no consigue hacérselo ver a sus<br />

padres, y que carece de poder y de autoridad para imponerse,<br />

el escritor ofendido por una supuesta obra maestra que él sabe<br />

que es un camelo puede coger un berrinche o llenarse de<br />

resentimiento, o volverse insidioso (puede, como dijo Joyce,<br />

recurrir al silencio, a la marginación, a la astucia).<br />

Nada produce más inseguridad en el verdadero <strong>novelista</strong><br />

que el hecho de coincidir con un período dominado por una<br />

corriente crítica arbitraria, lo cual, de una manera o de otra,<br />

triste es decirlo, ocurre casi siempre. Ningún escritor, si<br />

vence el abatimiento o la ira y levanta la cabeza para mirar<br />

a su alrededor, puede dejar de advertir que los imbéciles,<br />

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