Gardner, John - Para ser novelista (Ensayo)
Gardner, John - Para ser novelista (Ensayo)
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valor de los programas de asistencia social. Pero sea cual<br />
fuere la causa, no parece descabellado afirmar que hay gente<br />
incapaz de hacerse cargo de los sentimientos de sus semejantes,<br />
o al menos de hacerlo con la seguridad y claridad que se<br />
requiere para llegar a <strong>ser</strong> <strong>novelista</strong> a la manera de Tolstoi.<br />
Estas personas, si desean convertirse en <strong>novelista</strong>s, no tienen<br />
otra elección que la de <strong>ser</strong> portavoces de una visión particular<br />
e idiosincrática del mundo.<br />
El escritor psicológicamente apto para entrar a formar<br />
parte de la que antes he llamado superior categoría de<br />
<strong>novelista</strong>s debe <strong>ser</strong> capaz no sólo de comprender a quienes<br />
son distintos que él, sino de sentirse cautivado por ellos. Debe<br />
tener el suficiente amor propio como para que la desigualdad<br />
no le reste firmeza, el suficiente calor humano e interés por<br />
los demás, y el suficiente deseo de <strong>ser</strong> justo, como para no<br />
desdeñar a quienes son diferentes; y, finalmente, debe tener,<br />
creo yo, la suficiente fe en la bondad de la vida como para<br />
estar dispuesto no sólo a tolerar que el mundo esté hecho de<br />
diferencias, conflictos y oposiciones, sino a congratularse por<br />
ello.<br />
Tanto el <strong>novelista</strong> de visión idiosincrática como el que<br />
adopta una actitud más desapasionada pueden conferir más<br />
vida a su literatura aprendiendo a ver a sus personajes a la<br />
luz de sus equivalencias metafóricas, aunque en un caso el<br />
personaje resultante <strong>ser</strong>á alguien visto desde fuera, pero<br />
pintado a través de los prejuicios del escritor, y en el otro el<br />
personaje puede <strong>ser</strong> alguien tan real y complejo como nosotros<br />
mismos. Tal vez el mejor ejercicio para acrecentar las<br />
dotes que uno tiene para descubrir tales equivalencias es el<br />
juego del «humo». El jugador que piensa el personaje y lo<br />
encarna da a los demás la pista con que se inicia el juego –<br />
«americano vivo», «asiático muerto» o lo que sea– y cada<br />
jugador le hace por turno una pregunta del tipo: «¿Qué clase<br />
de ----- eres?» (Qué clase de humo, qué clase de vegetal, qué<br />
clase de fenómeno meteorológico, edificio, parte de cuerpo,<br />
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