Gardner, John - Para ser novelista (Ensayo)
Gardner, John - Para ser novelista (Ensayo)
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lo hacen con ironía y malicia, sin permitir que el menor atisbo<br />
de suavidad o indulgencia atenúe su devastador efecto. Y<br />
otros, como Donald Barthelme, simplemente se presentan<br />
como fenómenos de la naturaleza..., o ejemplos de literatura<br />
extraviada. Y la lista de posibilidades podría extenderse más<br />
aún. Lo que tales escritores tienen en común es su marcada<br />
idiosincrasia, la voluntad de buscar con despreocupación su<br />
propio camino en el laberíntico bosque de la pluralidad. A<br />
veces los escritores de este tipo niegan explícitamente, como<br />
William Gass, que por medio de la ficción literaria se pueda<br />
exponer algo más amplio que la mera visión individual. Sea<br />
como fuere, estos escritores presentan, en realidad, retratos o<br />
caricaturas del artista, y los juzgamos exactamente del mismo<br />
modo que a los cómicos de variedades, como Bill Cosby, o<br />
a los actores cómicos, como W.C. Fields, por la coherencia<br />
y la capacidad de ob<strong>ser</strong>vación que demuestran al presentar<br />
su personalidad escénica, sus preferencias, desavenencias,<br />
recuerdos, esperanzas y desmadradas opiniones.<br />
Hay otro tipo de planteamiento que requiere un tipo de<br />
perspicacia más elevada, que exige <strong>ser</strong> preciso de una forma,<br />
para mí, infinitamente más difícil. Me refiero al <strong>novelista</strong><br />
capaz de meterse en la piel de sus personajes. En este caso,<br />
más que conocer a la perfección los propios tics y peculiaridades<br />
y aprender a presentarlos con gracia –y más que retratar<br />
a los demás como lo haría un agudo autor de epigramas o un<br />
malicioso cronista de sociedad–, el escritor tiene que aprender<br />
a salirse de sí mismo y a ver y sentir las cosas desde cualquier<br />
perspectiva, humana e inhumana. Tiene que <strong>ser</strong> capaz de dar<br />
a conocer de forma precisa y convincente cómo ve el mundo<br />
un niño, una joven, un asesino entrado en años o el gobernador<br />
de Utah. Tiene que aprender, por medio del examen minucioso<br />
de la ilusión en que se sume frente a la máquina de<br />
escribir, a distinguir las más leves diferencias en la manera<br />
de hablar y de sentir de los distintos personajes, con la misma<br />
imparcialidad y desapego que el propio Dios, reconociendo<br />
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