Gardner, John - Para ser novelista (Ensayo)
Gardner, John - Para ser novelista (Ensayo)
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la televisión. Muchos estudiantes de literatura parecen incapaces<br />
de relatar los momentos más importantes de sus vidas<br />
–la muerte de su padre, el primer desengaño amoroso– sin<br />
circunscribirse a los moldes y fórmulas de la televisión. Y la<br />
diferencia se nota enseguida porque lo que aparece en la<br />
televisión, por necesidad –por imperativos comerciales–, se<br />
aleja mucho de la realidad. Las tarifas de exhibición de la TV<br />
son elevadísimas, aunque menos en el caso de las películas<br />
y <strong>ser</strong>ies que en el de los anuncios. Los costes varían, cierto<br />
–claro que siempre en sentido ascendente–, pero la última vez<br />
que trabajé en algo destinado a la TV, hace unos años, no era<br />
raro que fueran de cien mil dólares el minuto. Cuando se<br />
rueda una <strong>ser</strong>ie de trece capítulos, siempre se intenta quedar<br />
por debajo del presupuesto. Se instalan los focos, las cámaras<br />
y demás en determinados exteriores –el cruce de Hollywood<br />
y Vine o el de Lexington y la Cincuenta y Tres–, y a los<br />
actores se les marcan los pasos que han de dar y se les entrega<br />
una hoja de papel rosado con cosas como: «¿A Walter? No,<br />
no lo he visto. ¡Lo juro!», o bien: "¡Michael! ¿Otra vez?» (A<br />
veces estas intervenciones van acompañadas de alguna indicación:<br />
enfadado o con desgana, o mintiendo de manera<br />
evidente.) Se rueda la escena, los actores se retiran al camión<br />
de vestuario para cambiarse y cuando vuelven (puede que no<br />
sean exactamente los mismos que en la escena anterior) se<br />
les entregan otras hojas y se rueda una segunda escena que<br />
en la <strong>ser</strong>ie aparecerá en un episodio completamente distinto<br />
de aquél al que pertenecía la anterior. Y ello se debe a que<br />
hay que sacarle la máxima rentabilidad a cada emplazamiento.<br />
En esta clase de rodajes únicamente el director –y a veces<br />
ni siquiera éste– sabe de qué trata la historia. Por esta razón,<br />
en las <strong>ser</strong>ies de televisión corrientes no puede haber auténticos<br />
parlamentos. Cualquier buen actor es capaz de decir con<br />
convicción: «¿A Walter? No, no lo he visto»; pero si tiene<br />
una intervención larga y difícil, que requiera verdadera<br />
intención, lo más probable es que quiera saber cuál es el<br />
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