Gardner, John - Para ser novelista (Ensayo)
Gardner, John - Para ser novelista (Ensayo)
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menos intuye que la inmensa mayoría de los lectores espera<br />
que el libro avance (aun cuando, según determinada teoría<br />
que sostiene el escritor, sea un error que lo esperen), y el<br />
escritor que decide hacer lo que la mayoría de los lectores no<br />
quieren que haga –el que se niega a explicar una historia o a<br />
exponer por anticipado el argumento–, probablemente llegará<br />
un momento en que no podrá seguir adelante. Pasarse la vida<br />
entera escribiendo novelas es lo suficientemente duro como<br />
para justificar cualquier cosa, pero lo es mucho más pasarse<br />
la vida escribiendo novelas que nadie quiere leer. Si diez o<br />
doce críticos alaban la obra de uno pero el resto del mundo<br />
ignora su existencia, es muy difícil mantenerse en la convicción<br />
que tan amables críticos no son una pandilla de chalados.<br />
Esto no quiere decir que el escritor <strong>ser</strong>io deba intentar escribir<br />
para todo el mundo, ganarse tanto al público de Saul Bellow<br />
como al de Stephen King. Pero si escribe sólo para alcanzar<br />
un ideal puro de perfección estética, lo más probable es que<br />
acabe desanimándose.<br />
Huelga decir que la mayoría de los escritores que se<br />
preocupan en exceso por el lenguaje no llegan al extremo de<br />
negarse a explicar una historia. Normalmente, sí que presentan<br />
personajes, acciones y demás, pero todo ello cubierto por<br />
una bruma de hermoso ruido, por su esplendorosa manera de<br />
decir las cosas, que se interpone constantemente entre dichas<br />
cosas y el lector. Y finalmente éste comienza a sospechar que<br />
el autor concede más importancia a sus dotes que a los<br />
personajes que ha creado. Claro que su sospecha puede no<br />
<strong>ser</strong> acertada, esto hay que admitirlo. Yo creo que ningún lector<br />
ecuánime puede dudar que en la ficción de Dylan Thomas el<br />
impulso fundamental es captar la vida real, esa cualidad<br />
especial de la locura del galés rural. Y, sin embargo, no es la<br />
gente que aparece lo que recordamos de ella, sino su abrupta<br />
poesía, sus metáforas. O pensemos en <strong>John</strong> Updike: el<br />
brillante lenguaje con que describe un personaje menor no<br />
puede por menos de insinuar que le importan más las palabras<br />
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