Gardner, John - Para ser novelista (Ensayo)
Gardner, John - Para ser novelista (Ensayo)
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el lector deja de pensar en la señora mayor de la fiesta y mira<br />
las palabras del texto, para ver si, como parece, la frase es<br />
gramaticalmente incorrecta. Si lo es, el lector piensa en el<br />
escritor o, posiblemente, en el editor –«¿Cómo es que se les<br />
ha escapado una cosa así?»– y no en la señora, cuya historia<br />
se ha visto interrumpida.<br />
Generalmente, el escritor que se preocupa más de las<br />
palabras que de la historia (personajes, acción, escenario,<br />
ambiente) no consigue crear ese sueño vívido y continuo: se<br />
estorba demasiado a sí mismo; embriagado de poesía, no<br />
distingue el grano de la paja. Así pues, al juzgar la sensibilidad<br />
verbal del joven escritor no hay que preguntarse únicamente<br />
si la tiene o no, sino también si, quizá, le sobra. Si no la tiene,<br />
le esperan dificultades, aunque, como ya he dicho, puede<br />
llegar a triunfar igualmente, porque tiene algo más que<br />
compensa ese punto débil o porque, cuando se le señala ese<br />
punto débil, consigue ponerle remedio. Cuando la sensibilidad<br />
verbal del escritor es excesiva, el éxito de éste –si<br />
pretende escribir novelas, no poemas– dependerá (1) de que<br />
aprenda a preocuparse también de los demás elementos de la<br />
ficción y, en bien de éstos, a refrenarse un poco, como un<br />
chistoso en un funeral, o (2) de que consiga encontrar a un<br />
editor o a unos lectores que, como a él, les interese sobre todo<br />
el lenguaje depurado. Tales editores y lectores, espíritus<br />
refinados dedicados a un juego exquisito que llamamos<br />
ficción porque ampliamos el término hasta límites insospechados,<br />
aparecen de vez en cuando.<br />
El escritor interesado principal o exclusivamente en el<br />
lenguaje está mal equipado para escribir novelas porque no<br />
posee el carácter y la personalidad que se requiere para ello.<br />
Por «carácter» me refiero a lo que a veces se denomina la<br />
naturaleza «inscrita» del individuo, a su yo innato; por<br />
«personalidad» aludo a la suma de rasgos típicos que se<br />
advierten en su manera de relacionarse con los que le rodean.<br />
En otras palabras, mi intención es distinguir entre el yo interno<br />
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