Gardner, John - Para ser novelista (Ensayo)

Gardner, John - Para ser novelista (Ensayo) Gardner, John - Para ser novelista (Ensayo)

19.11.2014 Views

lidad y profundidad. No se puede juzgar de antemano si la idea vale la pena, porque hasta que no se ha acabado de escribir no se sabe con seguridad cuál es; y no se puede juzgar el estilo de una historia por el primer bosquejo, porque en el primer bosquejo el estilo de la historia acabada ni siquiera existe. A veces, cuando uno se harta de la novela en que está trabajando, conviene escribir otra cosa: otra novela, un ensayo en el que pueda dar rienda suelta a su malhumor o ejercicios pensados para matar el rato y de paso ir puliendo el oficio. La mejor manera que hay de romper el bloqueo es escribiendo mucho. Si uno se pone a escribir lo primero que se le ocurre, llega un momento en que, de repente, se interesa por algo de lo que dice, y he aquí que, sin darse uno cuenta, las aguas mágicas vuelven a correr. Trabajar en una revista suele ir bien porque permite al escritor escribir sobre las cosas que más le interesan, pero al mismo tiempo le libera de la necesidad de rendir y le da ánimos para encontrar un estilo más natural, más personal. Casi cualquier cosa que distraiga de la intimidadora obligación principal servirá. Yo mismo llevo años haciendo todo lo que hago a fin de evitar enfrentarme a la única novela seria que tengo intención de escribir algún día. Y ahí está, con sus quinientas páginas de borrador, mirándome desde el estante como una calavera. Comparado con ella, nada de lo que hago tiene importancia, al menos en mi fuero interno. Soy libre de ir esparciendo palabras como el viento de octubre esparce hojas secas. En la medida en que el bloqueo se deba a causas extemas –falta de comentarios útiles al trabajo de uno, presiones sociales de una u otra clase o críticas justamente severas– poco más se puede hacer que cambiar de vida. Creer que los amigos de uno no tienen gusto, aun cuando sea cierto, no es saludable para el escritor: le llena de arrogancia y autocompasión, se convierte en un mal amigo y se ve atormentado por secretos sentimientos de culpabilidad. Una de las formas 188

de abordar el problema es buscarse otros amigos; otra es esforzarse por ser más generoso. La última, si el escritor consigue su propósito, hará que aumenten considerablemente las posibilidades de que llegue a escribir bien si vuelve a intentarlo alguna vez. Es verdad que ha habido gente mezquina que ha escrito buenos libros, pero no es nada habitual. La mejor forma de librarse del bloqueo es no sufrirlo nunca. Hay escritores que lo consiguen. Teóricamente, no hay razón para caer en él si se comprende que escribir es simplemente escribir, al fin y al cabo, que no es cosa que deba generar profundos sentimientos de culpabilidad ni de la que sentirse excesivamente orgulloso. Si los niños son capaces de hacer castillos de arena sin bloquearse y si los sacerdotes pueden rogar por los enfermos sin bloquearse, no hay razón para que el escritor que disfrute con su trabajo y se enorgullezca moderadamente de él tenga que preocuparse de sufrir un bloqueo. Pero, ay, nada es sencillo. Las mismas cualidades que conviene tener para ser escritor contribuyen al bloqueo: hipersensibilidad, testarudez, insaciabilidad, etcétera. Dada la general singularidad de los escritores, no es de extrañar que no haya cura segura. El bloqueo se produce cuando uno cree que no hace lo que tiene que hacer o lo hace mal. Lo escrito por razones equivocadas puede no servir para satisfacer el objeto de haberlo escrito y, por tanto, bloquear al escritor, como ya he dicho; pero no hay motivo equivocado para escribir. Al menos en algunos casos, lo bueno se ha escrito por el deseo de su autor de ser amado, de tomar venganza, de comprender sus aflicciones psicológicas, de ganar dinero, etcétera, El arte no tiene motivos rastreros; al fin y al cabo, es el arte y no el motivo lo que juzgamos. En cuanto a escribir de manera equivocada, casi diría que no hay maneras equivocadas de escribir; hay maneras más o menos eficaces para cada escritor. Algunos escritores famosos se limitan a verter en la hoja de papel todo lo que les 189

lidad y profundidad. No se puede juzgar de antemano si la<br />

idea vale la pena, porque hasta que no se ha acabado de<br />

escribir no se sabe con seguridad cuál es; y no se puede juzgar<br />

el estilo de una historia por el primer bosquejo, porque en el<br />

primer bosquejo el estilo de la historia acabada ni siquiera<br />

existe.<br />

A veces, cuando uno se harta de la novela en que está<br />

trabajando, conviene escribir otra cosa: otra novela, un ensayo<br />

en el que pueda dar rienda suelta a su malhumor o ejercicios<br />

pensados para matar el rato y de paso ir puliendo el oficio.<br />

La mejor manera que hay de romper el bloqueo es escribiendo<br />

mucho. Si uno se pone a escribir lo primero que se le ocurre,<br />

llega un momento en que, de repente, se interesa por algo de<br />

lo que dice, y he aquí que, sin darse uno cuenta, las aguas<br />

mágicas vuelven a correr. Trabajar en una revista suele ir bien<br />

porque permite al escritor escribir sobre las cosas que más le<br />

interesan, pero al mismo tiempo le libera de la necesidad de<br />

rendir y le da ánimos para encontrar un estilo más natural,<br />

más personal. Casi cualquier cosa que distraiga de la intimidadora<br />

obligación principal <strong>ser</strong>virá. Yo mismo llevo años<br />

haciendo todo lo que hago a fin de evitar enfrentarme a la<br />

única novela <strong>ser</strong>ia que tengo intención de escribir algún día.<br />

Y ahí está, con sus quinientas páginas de borrador, mirándome<br />

desde el estante como una calavera. Comparado con ella,<br />

nada de lo que hago tiene importancia, al menos en mi fuero<br />

interno. Soy libre de ir esparciendo palabras como el viento<br />

de octubre esparce hojas secas.<br />

En la medida en que el bloqueo se deba a causas extemas<br />

–falta de comentarios útiles al trabajo de uno, presiones<br />

sociales de una u otra clase o críticas justamente severas–<br />

poco más se puede hacer que cambiar de vida. Creer que los<br />

amigos de uno no tienen gusto, aun cuando sea cierto, no es<br />

saludable para el escritor: le llena de arrogancia y autocompasión,<br />

se convierte en un mal amigo y se ve atormentado<br />

por secretos sentimientos de culpabilidad. Una de las formas<br />

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