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Gardner, John - Para ser novelista (Ensayo)

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placer de escribir, sólo o acompañado de otros, que hace que<br />

se olvide de sus limitaciones. Por eso suele <strong>ser</strong> útil, cuando<br />

no se puede escribir, leer a algún escritor al que se admire.<br />

El mundo del maestro y el bullir del lenguaje irrumpen en la<br />

mente de uno para liberar su anquilosada capacidad de soñar<br />

y de jugar con las palabras. Uno empieza a escribir, y si la<br />

visión que se crea tiene fuerza suficiente y las palabras no se<br />

le resisten, los errores del primer borrador sólo distraen lo<br />

que una mosca en un rincón de la habitación, cuya presencia<br />

es innegable y molesta, pero no intolerable siempre y cuando<br />

el escritor se entregue a lo que hace y esté convencido de que<br />

el resultado justificará el esfuerzo que realiza.<br />

Puesto que el problema del escritor incapaz de concentrarse<br />

en su invención o de responder con flexibilidad a los<br />

impulsos del lenguaje es esencialmente un problema de<br />

inhibición, de que la mente se derrota a sí misma, para<br />

conseguir avanzar se puede recurrir a cualquiera de las formas<br />

de desinhibición convencionales: autohipnotizarse, hacer meditación<br />

trascendental, beber y fumar o enamorarse. Ninguna<br />

da resultado si no va acompañada de mucho trabajo y de algún<br />

éxito ocasional.<br />

Permítaseme hacer una pausa para hablar un momento<br />

sobre la autohipnosis, dado que a mí me ha <strong>ser</strong>vido alguna<br />

vez (a menos que me engañe a mí mismo, que tampoco <strong>ser</strong>ía<br />

tan extraño). Un método sencillo consiste en sentarse en un<br />

sillón de brazos bien cómodos –a poder <strong>ser</strong>, en una habitación<br />

silenciosa y con poca luz–, apoyar los brazos en los del sillón<br />

y decirse con convicción (no <strong>ser</strong>á en vano) que, sin que uno<br />

mueva un sólo músculo, la mano y el antebrazo se le van a<br />

levantar. Hay que concentrarse en no mover el brazo, pero<br />

sin resistirse a lo que pueda ocurrirle, y también en creer<br />

firmemente que se levantará. Al poco rato se comienza a<br />

sentir una extraña ligereza y, finalmente, sin que en ello<br />

intervenga conscientemente la voluntad, el brazo se levantará,<br />

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