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Gardner, John - Para ser novelista (Ensayo)

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creación de una novela. El siguiente pasaje pertenece a la<br />

parte final de una de mis novelas: October Light.<br />

Las dos antiguas criaturas se ob<strong>ser</strong>varon, ambas más o<br />

menos erguidas –el oso considerablemente más erguido que el<br />

hombre–, el viejo incapaz de hacer nada para defenderse,<br />

demasiado debilitado para intentar correr o incluso saltar en pos<br />

de la escopeta, con el corazón martilleándole de tal modo el<br />

arranque de la garganta que no podía siquiera emitir un sonido.<br />

A menudo pensó, recordándolo después, cómo debió de sentirse<br />

ese inglés cuando miró hacia la parte superior del muro junto<br />

al farallón, allí en Fort Ticonderoga, y contempló a Ethan Allen,<br />

pétreo y descollante, recortándose sobre el fondo de estrellas y<br />

de un alba gris, llenando el cielo con sus obscenidades. El inglés<br />

era un hombre corriente, así como James Page, ahí entre sus<br />

colmenas, no era más que un hombre corriente. Ethan Allen<br />

había sido puesto en el mundo, como Hércules, para dar una<br />

muestra de las cosas que hay más allá de él. Y otro tanto ocurría<br />

con aquel enorme y viejo oso que venteaba erguido y le<br />

ob<strong>ser</strong>vaba perplejo, sin saber qué habría decretado el cielo. Pasó<br />

un minuto entero y el oso seguía examinándole, preguntándose<br />

de dónde había salido aquel anciano que se le había acercado<br />

sigilosamente, y qué intenciones tenía. Por fin el oso se puso<br />

otra vez a cuatro patas, se volvió hacia los recipientes que<br />

contenían los panales y, como si tuviera todo el día y se hubiera<br />

olvidado de la existencia de James, se puso a comer. James se<br />

abalanzó sobre la escopeta y, a pesar de la debilidad de sus<br />

piernas, la alcanzó. El oso se volvió con un profundo gruñido<br />

emitido desde el fondo de la garganta, pero luego siguió<br />

tranquilamente con lo suyo. James, con las manos temblándole<br />

violentamente, levantó la escopeta hasta apoyársela en el hombro<br />

y apuntó a la nuca del oso. Lo que ocurrió entonces no pudo<br />

recordarlo después con claridad. Cuando estaba a punto de<br />

apretar el gatillo, el cañón de la escopeta se le alzó con una<br />

sacudida –posiblemente, impelido por su propio brazo, claro–.<br />

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