Gardner, John - Para ser novelista (Ensayo)
Gardner, John - Para ser novelista (Ensayo) Gardner, John - Para ser novelista (Ensayo)
(entre ellos, este libro) que tenía que compaginar, con la consiguiente falta de tiempo para escribir novela, decidí escribir un poema, un poema dedicado a una flor porque pensé que quizá algún día publicaría un libro de poemas infantiles dedicados a las flores, para emparejarlo con el que ya había publicado sobre los animales. Encontré una fotografía de una genciana azul oscuro y me puse a mirarla para ver qué podía decir. Lo más destacado de lo que se me ocurría, al menos por la contemplación de aquella fotografía concreta, era que la flor era bonita y que tenía un aspecto ominoso; tenía el luminoso azul oscuro de la pesadilla. Comencé a tantear mentalmente en busca del ritmo tétrico adecuado y de las palabras que pudieran ajustarse a él y así apareció el primer verso. Obviamente, lo de tétrico está un poco traído por los pelos (las flores difícilmente pueden representar lo verdaderamente inquietante); de ahí que escogiera las palabras lovely –«encantadora»–, de valor muy relativo, que nunca se toma tan en serio como ella desearía, y spooky –«fantasmal»*–, palabra del lenguaje infantil que, dentro de un ritmo trocaico muy marcado, se alarga un poco, se infla como al contar un cuento de fantasmas en un campamento juvenil. Y fue esta misma seriedad traída por los pelos lo que me llevó a escribir «genciana» con mayúscula, lo cual le da un aire ligeramente anticuado, romántico (los románticos eran, antes que nada, ingenuamente serios, como alguno, léase Blake, comprendió a ratos). Cuando tuve escrito el primer verso, volví a mirar la foto buscando algo que me sugiriera el segundo (¿qué más se podía decir?), consciente de que podía rimar o no aunque las posibilidades rítmicas quedaran ligeramente limitadas (el verso tiene que agradar al oído por consonancia con el ya * En la traducción no ha sido posible respetar el registro lingüístico de la palabra, que, como comenta el autor a renglón seguido de la llamada, equivaldría al que en castellano ocupa «el coco» (N, del T.). 176
existente); e inmediatamente me fijé en el extraño hecho que refiere el segundo verso: que la corola de la flor tiene un lustre moteado y cerúleo, como de piel de serpiente –y en el mismo instante vi que snakeskin rimaba con gentian, o se acercaba lo suficiente para mantener la consonancia–. Tras unos momentos de confusión en busca de troqueos pomposos que significaran «garganta, angostura», encontré inner walls – «paredes internas»– y el verso encajó. Volviendo a mirar la fotografía para ver qué más podía decir, noté lo más evidente de la flor, que tenía forma de trompeta, y lo escribí. ¿Hacia dónde seguir desde allí? A lo mejor se me ocurría algún personaje convenientemente ominoso (para seguir en la línea que llevaba hasta el momento) que pudiera relacionarse con el hecho de tocar la trompeta. (Si hubiera dicho bell shaped –«en forma de campana»–, otro troqueo legítimo, probablemente éste no me hubiera sugerido la idea de un ser menudo que tocara la trompeta.) El interés que en mi infancia había tenido por la religión –no exento de cierto desasosiego– vino en mi ayuda, como tantas otras veces cuando escribo, y me hizo pensar en el ángel del juicio final. Puesto que tras muchos años de práctica he aprendido –y por ello no tengo que pararme a pensarlo– que al introducir un personaje hay que hacerlo de forma bien gráfica, escogí palabras que caracterizaran al ángel en cuestión (grimly puckered lips –«labios severamente fruncidos»; así pues, este ángel no se limita a cumplir su tarea sino se entrega a ella); llegado a este punto, las exigencias propias del drama planteaban la siguiente pregunta: si el ángel está tan entregado, ¿con qué o con quién se muestra tan estricto? ¿Con los elfos? ¿Con los niños pequeños? No tuve que esforzarme para encontrar la respuesta; la vi en el sueño en que estaba sumido: con los bichos (los habitantes del reducido mundo del jardín, y enemigos de las flores). Me decidí por las hormigas y las abejas en parte porque dichos animalitos tienen, para mí, algo intrínsecamente desagradable y en parte porque la palabra ants –«hormi- 177
- Page 119 and 120: la misma porque no le gustan nada l
- Page 121 and 122: de exponer con claridad sus proceso
- Page 123 and 124: calidad como profesor, éste, para
- Page 125 and 126: La novela corta de tono simbólico
- Page 127 and 128: La señal de que uno está en un bu
- Page 129 and 130: categoría a la obra del escritor-.
- Page 131 and 132: lanzarse a escribir. El haber recib
- Page 133: ía de los escritores están faltos
- Page 136 and 137: uenas notas del profesor. Una de la
- Page 138 and 139: agente o crítico famoso que le pue
- Page 140 and 141: publicar al escritor, por medio de
- Page 142 and 143: consiga hacerlo. Los vendedores de
- Page 144 and 145: de arte, intentará que siga siendo
- Page 146 and 147: ambos sabían las mismas cosas; la
- Page 148 and 149: promoción agresiva y cuáles, por
- Page 150 and 151: los idilios). Ello se debe sin duda
- Page 152 and 153: sobre agentes fiables, o para poner
- Page 154 and 155: méritos del escritor, y los miembr
- Page 156 and 157: vería de otro modo. Para conseguir
- Page 158 and 159: tejanos en Cleveland); se sienten i
- Page 161 and 162: IV FE Según mi experiencia, lo que
- Page 163 and 164: extraño, aunque sólo haya sido po
- Page 165 and 166: se distrae porque no domina las tec
- Page 167 and 168: ción en primera persona o en terce
- Page 169: mente insospechados. Esto es más s
- Page 173 and 174: creación de una novela. El siguien
- Page 175 and 176: hombre, un ideal que es revelado al
- Page 177 and 178: escritor no se atasca únicamente p
- Page 179 and 180: Magia. (En estado hipnótico se pue
- Page 181 and 182: llegue a dilucidar, por sí mismo o
- Page 183 and 184: de abordar el problema es buscarse
- Page 185 and 186: personaje y acción tienen que comp
- Page 187 and 188: contener el capítulo primero, cuá
- Page 189 and 190: Mickelsson y que le permite desliga
- Page 191 and 192: Mickelsson, acrecienta los deseos d
- Page 193: 198
existente); e inmediatamente me fijé en el extraño hecho que<br />
refiere el segundo verso: que la corola de la flor tiene un lustre<br />
moteado y cerúleo, como de piel de <strong>ser</strong>piente –y en el mismo<br />
instante vi que snakeskin rimaba con gentian, o se acercaba<br />
lo suficiente para mantener la consonancia–. Tras unos momentos<br />
de confusión en busca de troqueos pomposos que<br />
significaran «garganta, angostura», encontré inner walls –<br />
«paredes internas»– y el verso encajó. Volviendo a mirar la<br />
fotografía para ver qué más podía decir, noté lo más evidente<br />
de la flor, que tenía forma de trompeta, y lo escribí. ¿Hacia<br />
dónde seguir desde allí? A lo mejor se me ocurría algún<br />
personaje convenientemente ominoso (para seguir en la línea<br />
que llevaba hasta el momento) que pudiera relacionarse con<br />
el hecho de tocar la trompeta. (Si hubiera dicho bell shaped<br />
–«en forma de campana»–, otro troqueo legítimo, probablemente<br />
éste no me hubiera sugerido la idea de un <strong>ser</strong><br />
menudo que tocara la trompeta.) El interés que en mi infancia<br />
había tenido por la religión –no exento de cierto desasosiego–<br />
vino en mi ayuda, como tantas otras veces cuando escribo, y<br />
me hizo pensar en el ángel del juicio final. Puesto que tras<br />
muchos años de práctica he aprendido –y por ello no tengo<br />
que pararme a pensarlo– que al introducir un personaje hay<br />
que hacerlo de forma bien gráfica, escogí palabras que<br />
caracterizaran al ángel en cuestión (grimly puckered lips<br />
–«labios severamente fruncidos»; así pues, este ángel no se<br />
limita a cumplir su tarea sino se entrega a ella); llegado a este<br />
punto, las exigencias propias del drama planteaban la siguiente<br />
pregunta: si el ángel está tan entregado, ¿con qué o con<br />
quién se muestra tan estricto? ¿Con los elfos? ¿Con los niños<br />
pequeños? No tuve que esforzarme para encontrar la respuesta;<br />
la vi en el sueño en que estaba sumido: con los bichos (los<br />
habitantes del reducido mundo del jardín, y enemigos de las<br />
flores). Me decidí por las hormigas y las abejas en parte<br />
porque dichos animalitos tienen, para mí, algo intrínsecamente<br />
desagradable y en parte porque la palabra ants –«hormi-<br />
177