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Gardner, John - Para ser novelista (Ensayo)

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aquél a quien uno le hace falta. Como ya he dicho, puede<br />

ayudar el <strong>ser</strong> presentado por un escritor famoso –desde luego,<br />

el joven escritor tiene que tirar de la levita a todo escritor<br />

famoso al que se pueda acercar sin importunarlo demasiado–<br />

pero al final, los agentes sólo confían en sí mismos. Es así<br />

como prosperan, ellos y sus clientes.<br />

Mientras se aprende el oficio, se practica, se busca a un<br />

agente y se espera a que llegue correspondencia con el remite<br />

de éste, hay que ganarse la vida de alguna manera. Todo<br />

escritor, como el cristiano medieval, confía en que a una<br />

época de honroso sufrimiento siga la dicha en forma de<br />

recompensa. Y con esta idea acepta algún trabajo mi<strong>ser</strong>able<br />

a media jornada o vive de sus padres o de su mujer, y escribe,<br />

reza y espera. Un día llegará el golpe de suerte, se dice, y sus<br />

problemas monetarios se habrán acabado.<br />

No es verdad. Por lo menos en el caso del escritor <strong>ser</strong>io.<br />

Quizá uno entre mil llegue a vivir de su arte. Y el escritor,<br />

con toda su puerilidad, debe afrontar este hecho y actuar en<br />

consecuencia,<br />

A lo largo de los siglos los escritores han ido encontrando<br />

diversas maneras de sobrevivir. Los antiguos poetas mendigaban<br />

o se ponían el <strong>ser</strong>vicio de los reyes. Todavía, aquí y<br />

en todo el mundo, hay gente rica decente que presta ayuda<br />

económica al joven prometedor, sabiendo que no es probable<br />

que recupere su dinero. El medio por el que generalmente los<br />

ricos ayudan a los nobles pobres es la fundación –la Guggenheim,<br />

por ejemplo–. El escritor puede recurrir también al<br />

dinero público, a las instituciones que conceden becas. El<br />

escritor extremadamente bueno tiene posibilidades con estas<br />

organizaciones, especialmente si conoce a colegas famosos<br />

que puedan confirmar sus virtudes. Pero, inevitablemente, en<br />

las fundaciones y los programas de concesión de becas hay<br />

cierto grado de deshonestidad. Alguien tiene que juzgar los<br />

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