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Gardner, John - Para ser novelista (Ensayo)

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aras, al menos en mi caso. En general, los directores literarios<br />

son flexibles y respetan los deseos del autor.<br />

Luego el original es sometido a corrección. El director<br />

literario pasa el libro al corrector, todo un maniático del<br />

detalle, que revisa la ortografía, la sintaxis, el estilo, etcétera,<br />

y anota instrucciones para el tipógrafo. Cuando acaba su<br />

trabajo, el corrector devuelve el original al escritor, acompañándolo<br />

de notas en las que expone a éste las dudas que pueda<br />

tener. Entonces el escritor repasa el original para verificar<br />

según su criterio la validez de las correcciones y acto seguido<br />

el libro pasa al tipógrafo. Al cabo de poco (unas semanas, en<br />

mi caso), el escritor recibe las galeradas: la primera impresión<br />

del libro, realizada en hojas de gran tamaño corregidas por el<br />

corrector tipográfico. El autor revisa el trabajo del corrector,<br />

señala las faltas que pueda encontrar, devuelve las galeradas<br />

y espera a que le llegue el primer ejemplar del libro. A veces<br />

los escritores hacen modificaciones cuando el libro está ya<br />

en galeradas. A estas alturas los cambios cuestan dinero, y<br />

seguro que al editor no le hará ninguna gracia que al autor se<br />

le ocurran de repente variaciones sustanciales. Si el libro se<br />

considera una obra de arte o el editor está convencido de que<br />

va a ganar una fortuna con él, puede que no importe demasiado<br />

introducir cambios notables en las galeradas. Pero lo<br />

normal es que haya que <strong>ser</strong> comedido.<br />

Una vez que el libro ha llegado al buzón de su autor y que<br />

ha aparecido finalmente en las librerías, al escritor se le<br />

presenta un nuevo problema: la promoción. Los escritores<br />

casi nunca se quedan satisfechos con el trabajo de promoción<br />

que hacen sus editores. No hay nada de malo en quejarse y<br />

ejercer toda la presión que se pueda para conseguir que los<br />

anuncios sean mayores, mejores y más abundantes, ni en pedir<br />

que el departamento de publicidad le consiga a uno entrevistas<br />

en televisión y otros medios; pero el escritor ha de tener en<br />

cuenta que en dicho terreno pierde bastante el dominio de la<br />

situación. Los editores suelen saber a qué libros beneficia la<br />

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