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Gardner, John - Para ser novelista (Ensayo)

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de arte, intentará que siga siendo lo que se pretende que sea<br />

y de ningún modo tratará de convertirla en una novela de<br />

misterio o romántica. Quien haya trabajado de director o de<br />

redactor en una revista sabrá que las historias de segunda<br />

clase que se reciben suelen tener todas el mismo tono. Hay<br />

ciertos recursos que el escritor corriente no consideraría<br />

anticuados –el uso de un punto de vista tan limitado como<br />

el de la tercera persona o la costumbre de empezar todo<br />

relato haciendo alusión al tiempo («Hacía una mañana muy<br />

fría para aquella época del año», o: «El sol estaba en su<br />

punto más alto»)–, que son tan tópicos que uno se ve<br />

obligado a evitarlos en sus obras. Los directores literarios,<br />

gracias a su experiencia, son muy sensibles a estos estereotipos,<br />

y el escritor hará bien en escuchar con la máxima<br />

objetividad lo que aquéllos tengan que decirle. Sí al autor<br />

le parece que los comentarios del director literario sobre su<br />

novela no son acertados, mi consejo es que responda a su<br />

carta y se defienda. Pero si, al defenderse, el escritor sale<br />

con pequeñeces o bobadas, si revela una personalidad peor<br />

de la que el director literario había imaginado por la novela,<br />

lo más probable es que éste no quiera saber nada de él.<br />

¿Qué necesidad tiene de cartearse con un maniático? Pero<br />

si el escritor se conduce con corrección y expone su punto<br />

de vista con inteligencia, seguramente el director literario le<br />

dedicará tiempo.<br />

El primer director literario que demostró cierto interés por<br />

mi obra fue Bob Gottlieb, de Knopf. Como ya he dicho, pasé<br />

mucho tiempo sin conseguir publicar, por lo que tenía varias<br />

novelas esperando a que alguien se diera cuenta de que<br />

existían. Cuando envié Grendel a Gottlieb, se quedó desconcertado<br />

y me mandó una carta llena de admiración y de dudas.<br />

Yo, joven y estúpido, creí que se me estaba sacudiendo y<br />

envié el libro a otras editoriales, sin resultado. Posteriormente,<br />

le envié The Sunlight Dialogues y me aconsejó que suprimiera<br />

un tercio de la novela. Le respondí, por medio de una postal:<br />

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