Gardner, John - Para ser novelista (Ensayo)
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agente o crítico famoso que le pueda ayudar. Permítaseme<br />
que haga una pausa para seguir hablando de estas tres cosas,<br />
cuatro, más bien, que el joven escritor necesita cuando la<br />
desesperación se cíeme sobre él.<br />
Cuando una obra de ficción es rechazada, la mayoría de<br />
las veces se debe a que no es buena. Esta razón, sin embargo,<br />
no vale para todos los casos, como ya he dicho: a veces la<br />
obra se rechaza porque no se ha enviado a quien se debía<br />
enviar, o porque no ha pasado del primer lector, que está<br />
cansado y quizá no tenga muchas luces, o porque hay trabajo<br />
acumulado, o porque el director literario no soporta las<br />
historias de vacas. Pero en la mayoría de los casos la negativa<br />
es consecuencia de la poca calidad de lo escrito. Si éste es el<br />
caso, lo que su autor tiene que hacer es buscar un buen<br />
profesor, y si no está en situación de poder hacerlo, debe<br />
estudiar los numerosos libros publicados sobre técnicas literarias,<br />
aunque claro está que si el escritor lleva años trabajando<br />
en ello y lo que escribe sigue siendo decididamente<br />
malo, con él no valdrán cursos ni manuales.<br />
A veces lo bueno es rechazado precisamente por el director<br />
literario que tenía que haberse dado cuenta de su valor. Hay<br />
que luchar como una fiera contra la tentación de pensar bien<br />
de los directores literarios de las editoriales o de sus colegas<br />
de las publicaciones periódicas. Todos, sin excepción –al<br />
menos a ratos–, son unos incompetentes o están locos. Debido<br />
a la naturaleza de su profesión, leen demasiado, con lo que<br />
acaban hartos e incapacitados para reconocer el talento ni aun<br />
teniéndolo a un palmo de las narices. Como los escritores,<br />
están sometidos a una tensión insoportable: tienen que escoger<br />
libros que se vendan bien o que den prestigio a la editorial,<br />
y como consecuencia de ello se convierten en personas<br />
hipercríticas, miedosas, cínicas. A menudo se rigen, consciente<br />
o (las más de las veces) inconscientemente, por políticas<br />
tácitas de la editorial para la que trabajan, o de la revista en<br />
el caso de los redactores jefe. The New Yorker, por ejemplo<br />
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