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Gardner, John - Para ser novelista (Ensayo)

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La señal de que uno está en un buen taller es que casi<br />

todos los que asisten se alegran de haber podido hacerlo, que,<br />

a medida que el curso avanza, escribir y hablar de ello se van<br />

convirtiendo en actividades cada vez más emocionantes y los<br />

alumnos mejoran a ojos vistas como escritores. El signo más<br />

claro de que no se ha caído en buen lugar es la mezquindad<br />

del profesor. Cuidado con el profesor que se mofa de las<br />

«revistas de poca tirada» porque, dice él, fomentan la mediocridad:<br />

te ha tocado un esnob. Cuidado con el profesor que<br />

ensalza las revistas de poca tirada y menosprecia Esquire,<br />

The New Yorker o Atlantic. Es el mismo perro con otro collar.<br />

Quien no esté a gusto en el taller al que asiste debería hablarlo<br />

en privado con el profesor, y si las cosas no mejoran, debe<br />

dejarlo. La mala enseñanza no sólo no consigue su propósito,<br />

sino que puede llevar a renunciar.<br />

Naturalmente, se puede llegar a <strong>ser</strong> buen escritor sin pasarse<br />

por la universidad o, más concretamente, sin estudiar literatura.<br />

La sensibilidad y la inteligencia no son exclusivas de<br />

los universitarios: de hecho, seguir perteneciendo al llamado<br />

pueblo llano, y evitar con ello el sutil distanciamiento social<br />

que conlleva tener estudios superiores, tiene sus ventajas.<br />

Saber escribir es un don, por más que se pueda potenciar por<br />

medio del estudio. El no poder acceder a la universidad no<br />

es razón para desistir de <strong>ser</strong> escritor.<br />

Por otro lado, la formación universitaria proporciona<br />

ventajas que no se deben desdeñar a la ligera. Puede haber<br />

escritores sin formación capaces de contar historias de la<br />

gente que le rodea, de plasmar sus ilusiones y sufrimientos<br />

cómica, conmovedora o sobrecogedoramente; y puede haber<br />

alguien, habiendo adquirido cultura por iniciativa propia,<br />

leyendo, yendo al cine, e inspirándose en lo que oye contar<br />

a sus amigos o a sus compañeros de trabajo, que llegue a<br />

convertirse en un narrador sutil y original. Pero casi con toda<br />

seguridad pecará de cierto primitivismo, no pasará de <strong>ser</strong> una<br />

especie de escritor popular; le costará mucho llegar a <strong>ser</strong> un<br />

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