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Gardner, John - Para ser novelista (Ensayo)

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la misma porque no le gustan nada las historias del mar. Esto<br />

no quiere decir que las pautas no puedan cambiar, que sean<br />

adaptadas a los logros que se vayan obteniendo. Yo, en cuanto<br />

propugno mis principios, sé que algún alumno inteligente los<br />

pondrá en duda conscientemente, quizá con brillantez incluso.<br />

En tal caso, como profesor tengo que determinar sin reglas<br />

orientativas – sólo mediante el razonamiento y la emoción<br />

honrados– si la historia funciona o no, o sea, si me interesa<br />

y me conmueve. El profesor que no se basa en teoría alguna,<br />

que carece de principios estéticos elaborados conscientemente,<br />

probablemente está condenado a la mediocridad, lo mismo<br />

que su clase. En definitiva, no hay sustitutivo de la comprensión<br />

crítica de la ficción –lo cual no significa que la ficción<br />

sea filosofía–.<br />

Ningún profesor experimentado subestima la dificultad de<br />

juzgar el trabajo de un alumno ateniéndose a lo que es. Yo<br />

suelo dar clases de niveles avanzados, de escuela de graduados,<br />

y me ha ocurrido a menudo que un trabajo no me ha<br />

parecido bueno y luego me he enterado que otros profesoresescritores<br />

que merecen todo mi respeto lo habían puesto como<br />

modelo e incluso habían aconsejado su publicación. Recientemente,<br />

se me entregó un relato (un trabajo que había de<br />

<strong>ser</strong>vir como muestra para decidir si admitía en mi clase a<br />

quien lo había escrito) que había sido elogiado por dos<br />

profesores de cursos anteriores, ambos escritores de prestigio<br />

y con fama de buenos profesores. Admití al alumno en<br />

cuestión; era innegable que el trabajo tenía fuerza. Pero la<br />

historia me pareció execrable. Era un relato en primera<br />

persona contado por un loco, una exhibición de violencia y<br />

escatología, rebosante de malignidad, sobrecogedoramente<br />

cínico, que acababa en el mismo punto donde empezaba. No<br />

contenía ni uno solo de los logros que para mí ha de tener el<br />

arte, excepto que era un relato vívido e interesante (desagradable,<br />

turbadoramente interesante). Y las frases estaban construidas<br />

con esmero. Cuando, con comedimiento, dije que no<br />

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