El hombre como hacedor de mundo - cristobal holzapfel
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pue<strong>de</strong>n ser teorías, códigos morales, o incluso credos, nunca es último,<br />
<strong>de</strong>finitivo y absoluto.<br />
Mas, planteado esto así, nos damos cuenta <strong>de</strong> inmediato que,<br />
contrariamente a asumirse el <strong>hombre</strong> <strong>como</strong> proyección ilimitable, está<br />
reiteradamente pretendiendo que lo que proyecta es <strong>de</strong>finitivo, y ello<br />
particularmente en el terreno <strong>de</strong> lo valórico, trátese <strong>de</strong> la moral o <strong>de</strong> la religión.<br />
Sin embargo, el <strong>de</strong>venir histórico nos muestra que ello al fin y al cabo es una<br />
pretensión: que aun aquello que parece lo más perdurable, <strong>como</strong> que los<br />
valores que nos rigen <strong>de</strong>ban ser tales y tales y que lo divino tenga que ser<br />
concebido <strong>de</strong> tal y tal forma, al final se revela <strong>como</strong> provisorio, aunque ésta sea<br />
quizás una provisionalidad <strong>de</strong> milenios.<br />
Y esta pretensión <strong>de</strong>l carácter <strong>de</strong>finitivo <strong>de</strong> nuestra proyección, más<br />
precisamente, <strong>de</strong> ciertas proyecciones en particular, es tan fuerte y está tan<br />
arraigada en el ser humano que merece un nombre aparte: ésta es la<br />
proyección limitada. Esto quiere <strong>de</strong>cir que el <strong>hombre</strong> es tanto proyección<br />
ilimitable <strong>como</strong> proyección limitada.<br />
Es más, po<strong>de</strong>mos reconocer que hay un permanente enfrentamiento<br />
entre proyección ilimitable y proyección limitada, y resulta que lo esencial <strong>de</strong>l<br />
<strong>hombre</strong> es ser proyección ilimitable. Pero ocurre que eso, lo más esencial,<br />
pue<strong>de</strong> ser algo <strong>de</strong> lo que nos apartamos y <strong>de</strong> hecho lo hacemos. En este<br />
sentido, aquello esencial constituye un <strong>de</strong>safío. No se trata pues <strong>de</strong> que ni más<br />
ni menos somos proyección ilimitable, sino que tenemos que asumirnos <strong>como</strong><br />
tales y <strong>de</strong> esta forma ello es un <strong>de</strong>safío.<br />
Y habría que añadir todavía que es esperable que en el terreno valórico<br />
el <strong>hombre</strong> procure una proyección no solamente dura<strong>de</strong>ra, sino incluso<br />
<strong>de</strong>finitiva, y es por ello que en este terreno tiene cierta justificación la<br />
proyección limitada.<br />
P 2<br />
Las anteriores consi<strong>de</strong>raciones se pue<strong>de</strong>n enten<strong>de</strong>r a<strong>de</strong>cuadamente<br />
sobre la base <strong>de</strong> que la proyección ilimitable, que somos, se explaya en unas,<br />
así llamadas, programaciones – técnica, ciencia, arte, política, economía,<br />
<strong>de</strong>recho, moral, religión y filosofía – que hacen el <strong>mundo</strong>. <strong>El</strong> <strong>mundo</strong> es, <strong>de</strong> este<br />
modo, el fruto permanentemente <strong>de</strong> la acción y realización <strong>de</strong> estas<br />
programaciones.<br />
Como primera cuestión, correspon<strong>de</strong> hacer ver que cada una <strong>de</strong> las<br />
llamadas programaciones son, así <strong>como</strong> la proyección ilimitable <strong>de</strong> la que<br />
provienen, también <strong>de</strong> carácter ilimitable. Por ejemplo, la programación técnica<br />
supone <strong>de</strong> antemano que el <strong>hombre</strong> jamás será capaz <strong>de</strong> producir un artefacto,<br />
una máquina que cumpla con las exigencias <strong>de</strong> toda perfección imaginable.<br />
Esto lo observamos en lo técnico en distintos campos en los que se pone en<br />
juego la capacidad inventiva humana: así en la aviación, en la computación, en<br />
la utilización <strong>de</strong> la energía, y otros. Po<strong>de</strong>mos sostener <strong>de</strong> antemano que no se<br />
logrará un avión, un cohete espacial, un computador, una central energética<br />
que satisfaga toda expectativa <strong>de</strong> perfección acabada y absoluta.<br />
Lo mismo cabe reconocer en ámbitos <strong>como</strong> el <strong>de</strong> la economía, <strong>de</strong>l<br />
<strong>de</strong>recho, y otros, en los que constatamos que no hay en principio algo así <strong>como</strong><br />
un estado económico o jurídico absolutamente perfecto que pudiéramos<br />
verda<strong>de</strong>ramente realizar.