Misioneros Oblatos de María Inmaculada Normas Generales para la ...

NORMAS GENERALES PARA LA FORMACIÓN OBLATA
267 Por la formación permanente, podemos "aprender a hacer
frente a nuevas necesidades y a buscar soluciones a nuevos problemas"
(C. 68), así como prestar un mejor servicio en la misión oblata
(cf. VC 73; CC. 68-70; RR. 68-70; MHM 140-145; TCA 37-38). La
última palabra en este campo de la formación permanente la tienen
nuestras Constituciones y Reglas y el trabajo de los capítulos generales.
268 El superior general con su consejo en el ámbito de toda la
congregación, y el provincial con su consejo en el ámbito de la provincia,
velarán por la formación permanente de los oblatos. Es especialmente
importante durante los primeros cinco años de ministerio,
pero no debe limitarse sólo a esos años. A nivel local, los superiores
animarán a los miembros de sus comunidades a participar en los
tiempos fuertes de formación permanente, y tratarán de que estén
efectivamente liberados de sus otras obligaciones (cf. CC. 68-70,
RR. 68a-70c, C. 144). Cada oblato sigue siendo el primer responsable
de su formación permanente (cf. C. 70). El proceso será fecundo
en la medida en que cada uno en su propio nivel sepa responsabilizarse
y dar cuenta debidamente.
269 Para asegurar cierta continuidad en los objetivos, métodos y
programas de la formación permanente en el ámbito provincial, así
como una estrategia concertada de períodos sabáticos, es importante
abordar todas esas cuestiones en el directorio provincial de la formación,
y no dejarlas a merced de las contingencias de los cambios en
la administración provincial. Para asegurar que todos los niveles de
la formación funcionan adecuadamente, se recomienda nombrar un
director de la formación permanente y que éste sea miembro del
comité de formación de la unidad (R. 70b; para un programa de formación
permanente véase no. 396).
6.2 Naturaleza y objetivos
270 La formación permanente es un proceso integral que abarca
toda la personalidad, (p. ej. las dimensiones humana, espiritual, intelectual
y pastoral) y abre al oblato a una creatividad renovada. Su
efecto no los experimenta sólo la persona misma, sino también la
comunidad en la que vive y las personas a las que sirve en su ministerio.
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