Discusiones-entre-un-protestante-y-los-catolico-romanos

PONTIFICADO DE SAN PEDRO. 345
cierran en la muerte y rehusan, descubrir el secreto, y
ni aun reconocen que Pedro hubiese estado alguna
vez allá. Envia á Timoteo salutaciones de parte de
«Eubulo, Pudente, Lino, Claudio y de todos los
santos,»
pero nada dice de Pedro. Sabemos que este silencio
no fue debido á celos, ocasionados por la reprensión
aguda que Pablo le diera
algunos años antes.
(Gal. 2. 11-13;) porque Pedro, escribiendo á los
cristianos del Asia Menor, por aquel mismo tiempo,
estando él también cercano á la muerte (2. a Ped. 1.
14,) le llama «nuestro querido herfnano Pablo.»
(2. a Ped. 3. 15.) Por lo tanto, la razón porqué Pablo
jamás saluda en el nombre de Pedro, ha de ser forzosamente
la de que no estaba en Roma.
Si se supone que Pedro, aunque obispo de Roma,
estuviese ausente en todas las ocasiones citadas, sin
comentar una coincidencia tan extraña,
tan repetida
y desgraciada, diremos que es aun más inexplicable,
cómo estando ausente tan á menudo y por tan largo
tiempo, no les escribiese alguna carta que pudiese fortalecer
sus corazones, y servirles de testamento y
prenda de su amor hácia ellos en todo tiempo. Es notablemente
extraño que el desden de Pedro hácia
aquella iglesia sea correspondido por el afecto que
desde los tiempos de León I (siglo V) ella ha profesado
al pescador, ó mejor dicho á sus llaves: porque
ni en los «Hechos de los Apóstoles,» ni en sus propias
epístolas, ni en las de los otros apóstoles, ni en parte
alguna del Nuevo Testamento, po lemos encontrar la
más ligera insinuación de que Pedro tuviese ni aun
conocimiento siquiera, de que hubiese una iglesia
cristiana en Roma.