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Discusiones-entre-un-protestante-y-los-catolico-romanos

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LA ANTIQÜEDAD DE LA IGLESIA ROMANA. 319<br />

<strong>un</strong>a cubierta de errores y de abusos, y ahora se les ha<br />

quitado.<br />

Se nos refiere en <strong>los</strong> evangelios,<br />

que cuando el Señor<br />

entró en el templo de Jerusalem, lo halló convertido<br />

en <strong>un</strong>a plaza de mercado, llena de mercaderes<br />

y de cambistas; y a<strong>un</strong>que estos habían inti-oducido<br />

sus géneros allí para la conveniencia de <strong>los</strong> que subían<br />

al templo á ofrecer sacrificios, Jesús <strong>los</strong> miraba<br />

como <strong>un</strong>a perversión del uso y del destino originales<br />

de la Casa de Dios; y haciendo <strong>un</strong> azote de cuerdas,<br />

echó<br />

fuera á todos <strong>los</strong> que vendían y compraban en<br />

el templo, y trastornó las mesas de <strong>los</strong> cambistas, y<br />

las sillas de <strong>los</strong> que vendían palomas, diciéndoles: «Escrito<br />

está: Mi casa, casa de oración será llamada: mas<br />

vosotros la habéis hecho cueva de ladrones.» En todo<br />

esto no trastornó <strong>un</strong>a columna, ni quitó <strong>un</strong> adorno,<br />

ni cerró <strong>un</strong>a ventana, ni<br />

sacudió <strong>los</strong> cimientos. Dejó<br />

el templo como estaba antes; sólo echó fuera las corrupciones<br />

y abusos. De este modo el Templo, después<br />

de la reforma, era el mismo que habia sido<br />

ántes.<br />

Esto hizo la Reforma del siglo XVI.<br />

Cuando el tiempo ha debilitado la estabilidad de<br />

alg<strong>un</strong>a iglesia venerable, y el musgo ha cubierto<br />

sus<br />

paredes, y el moho se ha extendido por sus nobles arcos,<br />

y las tijeretas de la hiedra se han asido de <strong>los</strong> altos<br />

pinácu<strong>los</strong>, y <strong>los</strong> años han sacudido sus majestuosas<br />

columnas, y la carcoma va consumiendo el techo<br />

que se desmorona, y deseosos de conservar el edificio<br />

venerable, quitamos el musgo que le afea, la hiedra<br />

que le daña y <strong>los</strong> escombros que le inutilizan, componiéndole<br />

de nuevo; claro es que no cambiamos en na-

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