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LA ORACION Y LA INVOCACION DE LOS SANTOS. 145
Nosotros, apoyados en varios pasajes de la Santa
Escritura, creemos que los santos en el cielo están
disfrutando de la sociedad de Jesucristo y de la presencia
de Dios: que allí están rodeados de muchedumbre
innumerable de ángeles, adorando, bendiciendo y
alabando á Dios: deleitándose en su presencia, ensalzando
su bondad, maravillándose de sus glorias, y
amándole como objeto de todo verdadero y santo afecto.
Se hallan en un estado de la más perfecta santidad
y en el goce de una dicba inefable. No hay nube que
pueda oscurecerles la refulgencia del rostro divino.
No hay sombra que pueda pasar sobre sus corazones,
para entristecerlos. No hay pensamiento aciago,
pueda entrar en sus espíritus felices
que
para perturbar
su perfecta felicidad y bienaventuranza en medio de
las escenas de la más pura santidad: y si
alguna vez
piensan en el mundo, y en las escenas y hogares que
han dejado para siempre, es solamente para llenarse
más y más de reconocimiento y gratitud hacia Aquel
que los redimió y los lavó en su propia sangre, y compró
para ellos esa herencia gloriosa. Así lo leemos en
el Apocalipsis 7. 9-17; 21. 3-5; 22. 1-5.
Ahora bien, si los santos en los cielos viesen, oyesen
y supiesen lo que pasa en la tierra, esto turbaría y
amargaría su felicidad. Si un padre ó una madre viesen
desde allí todos los pecados, locuras, dolores y
vergüenzas de sus hijos, si supiesen todos sus trabajos,
miserias é infortunios, esto seguramente entristecería
y oscurecería sus horas más felices en los cielos.
Si un marido ó una esposa que ya gozase en el cielo,
pudiera saber la vida posterior de la persona que por
tanto tiempo habia sido la compañera de sus
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goces y