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Discusiones-entre-un-protestante-y-los-catolico-romanos

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LA CONFESION Y LA ABSOLUCION. 101<br />

descarga <strong>los</strong> pesares de su pecho en <strong>los</strong> oídos de<br />

Aquel, cuyos ojos están siempre sobre <strong>los</strong> justos, y<br />

cuyos oídos están abiertos á escuchar sus plegarias!<br />

Ning<strong>un</strong>a felicidad comparable con la de aquel que así<br />

confiesa sus pecados al Señor, pidiendo y obteniendo<br />

el perdón de el<strong>los</strong>. La paz y el gozo de aquella alma<br />

son indecibles.»<br />

Así habló el ministro, sin hacer alusión á iglesia<br />

alg<strong>un</strong>a, cuando <strong>un</strong>o de <strong>los</strong> católico-<strong>romanos</strong>, tomando<br />

la palabra, explicó la costumbre y precepto en su<br />

iglesia, de hacer esa confesión al<br />

sacerdote, y recibir<br />

de él la absolución, experimentando con esto la paz y<br />

consuelo de haber obtenido el perdón de <strong>los</strong> pecados.<br />

Después, á instancias del ministro, repitió la fórmula<br />

usual de confesión en su iglesia, que es la siguiente:—Yo<br />

pecador me confieso á Dios todopoderoso,<br />

á la bienaventurada siempre Virgen María, al<br />

bienaventurado Miguel Arcángel, al bienaventurado<br />

Juan Bautista, á <strong>los</strong> santos apóstoles Pedro y Pablo,<br />

á todos <strong>los</strong> santos y á vos, padre, que pequé gravemente<br />

en pensamiento, palabra y obra, por mi culpa, por<br />

mi culpa, por mi gravísima culpa:— ahora—dijo<br />

<strong>los</strong> penitentes refieren todos<br />

sus pecados, con su número<br />

y las circ<strong>un</strong>stancias agravantes y que mudan de<br />

especie, y luego concluyen:—Por tanto, ruego á la<br />

bienaventurada siempre Virgen María, al bienaventurado<br />

Miguel Arcángel, al bienaventurado Juan<br />

Bautista, á <strong>los</strong> santos apóstoles Pedro y Pablo, á todos<br />

<strong>los</strong> santos, y á vos, padre, que rogueis por mí<br />

á Dios nuestro Señor.—Añadió,<br />

que la confesión así<br />

hecha, cae bajo sigilo sacramental, y el sacerdote<br />

á nadie puede descubrirla, lo que no sucede cuando

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