universidad de buenos a i r e s fa c u ltad de odonto l o g i a

NOVELANDO ANTIHISTORIAS
Horacio Martínez
R e s ú m e n
Hay escritores de ficción histórica
que no son demasiado fieles a los
hechos conocidos. Tienen sus pro -
pias razones para estimular la lectu -
ra de su obra con productos de su
imaginación. “antihistóricos”. El A u t o r
de este trabajo enumera algunas.
R é s u m é
Il y a des écrivains des romans his -
toriques qui ne sont pas trop fidéles
aux faits bien connus. Ils ont des rai -
sons pour mieux attraper l’attention
des lecteurs avec ses inventions
“antihistoriques,” L’ A de cet article
enumère quelq’unes.
S u m m a r y
Some authors of historical fiction are
not quite faithful to well known facts.
They have their own reasons to
whet the reader’s appetite with their
“antihistorical” figments. The A o f
this paper quotes some of them.
Novelar antihistorias es desvirtuar la historia, por
diversas razones, deliberadamente, o no.
Gertrude Himmelfarb, profesora de Historia, afirmó
que toda obra histórica es necesariamente imperfecta,
tentativa y parcial.
Michiko Kakutani, crítica literaria, declaró que conceptos
como “credibilidad” y “percepción” reemplazan las
viejas ideas de verdad objetiva, que una autobiografía
puede no ser exacta.
Y la periodista televisiva Oprah Winfrey dijo que no
importa que en cierta biografía una parte de ella fuera
inventada y que reprocharlo es hacer “mucho ruido
para pocas nueces.” (Se refería a una que vendió dos
millones de copias en 1995).
No faltan académicos que dicen que “la historia
depende de quien la escriba” y es indiscutible que ninguna
“Memoria” puede ser absolutamente veraz, pues la
pluma está siendo guiada y desviada por disimulos,
ocultaciones, vergüenzas, jactancias y mentiras llanas.
El testimonio personal puede ser el menos veraz de los
testimonios, o que lo diga, si no, Jean Jacques
Rousseau, con sus sesgadas confesiones.
Está en la naturaleza humana y en la subjetividad
de la memoria una pérdida del sentido de la verdad. El
escritor puede tomarse algunas libertades, pero ¿falsear
intencionalmente los hechos o datos que conoce?
El escritor puede sentirse imaginativo o creativo,
pero ¿cabe que rechace la veracidad y la objetividad?
Jacques Derrida (1967), con su teoría de la deconstrucción
y con la premisa de que el lenguaje oral y
escrito son demasiado imprecisos para representar la
realidad, alentó algunas antihistorias.
Stanley Fish, profesor de la Duke University, señaló
que el liberalismo clásico de la Ilustración con su “primacía
de la razón” no asegura la objetividad, porque
la razón misma es una creencia. Dijo en 1994: “la
muerte de la objetividad me libera de la obligación de
ser correcto, me exige sólo que sea interesante”.
Si es inevitable el punto de vista en el historiador,
como hombre que es, ¿cómo no habría de serlo en el
escritor de ficción histórica? Si el novelado de historias*
puede venir tinto en alguna que otra falsedad, ¿qué
decir de quien está dispuesto a novelar antehistorias?
Xenofonte vivió con los espartanos y los admiró y
por ser homófobo no quiso reconocer las relaciones
ilícitas que corrían en su patria de adopción. Plutarco
no compartía ese prejuicio, pero enjuiciaba e historiaba
a distancia en el tiempo. Ni el historiador ni el escritor
son fiables. Con el paso del tiempo, cada cual va
cambiando y deja atrás viejas personalidades como la
serpiente sus viejas escamas.
El escritor se integra a los personajes, con su propio
meollo, los alimenta y se alimenta, los amplía y él
crece, para lo cual usa todo cuanto le aporta la observación
y el registro de la memoria, complementado
por la historia en el caso de la ficción histórica. En
mayor o menor grado, no hay personaje de la historia
que no salga modificado por la marca candente del yo
del autor.
Rousseau incluido, ha habido muchas acusaciones de
tergiversación o exageración hasta en las confesiones,
como en otra autobiografía, la de Lillian Hellman,
P e n t i m e n t o (J u l i a, en cine 1973). No faltaron biografías
con intenciones más filosóficas que históricas o sesgadas
por el feminismo, etc. A lo cual se aplican unas palabras
de Ramón Pérez de Ayala (1958):
“Otros de esos biógrafos se abrevan superficialmente
en fuentes turbias, y deforman después sin escrúpulo
los documentos acreditados, hasta sacar de
nuevo cuño una figura que no guarda parentesco ni
similitud alguna con el original. Uno se queda por
demás perplejo y no poco sobrecogido. ¿Es que esta
deformación tiene un origen inconsciente e inocente
(nesciente desde luego), y no obedece sino al prurito
de hacer una narración más pintoresca, sensacional,
y, como en los libros de caballerías, más increíble,
para que la obra tenga mayor venta? ¿O es, por el
contrario, una deformación deliberada e intencionalmente
nociva? […] [Hay] una especie de resentimiento
latente, profundo, que se manifiesta como obsesión
tenaz de corroer, deslustrar, pulverizar y anular aquellos
valores primarios y dechados de humana grandeza
de todo orden…”
Aventuremos una clasificación de autores de ficción
histórica por sus vínculos con la Historia y por sus propios
méritos:
2 8 Revista del Museo - Año 22 Nº 39 - Diciembre de 2007