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Diálogo intercultural - Ediciones Universitarias

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tradiciones, territorios y derechos, frente a las tendencias de uniformidad<br />

y control que pretende imponerle el proceso globalizador.<br />

En este marco tiene lugar la experiencia multicultural contemporánea,<br />

como resultado del encuentro entre culturas, dentro de<br />

condiciones asimétricas y lógicas impuestas por el mundo globalizado.<br />

Este trasfondo problemático no aparece, sin embargo,<br />

dentro del discurso dominante de la globalización. Dentro de este<br />

discurso, los conflictos implicados en el encuentro de la diversidad<br />

son silenciados (o incorporados sólo de forma subordinada), a<br />

fin de hacerlos converger con una perspectiva dominante, desde<br />

la que se nos presenta un mundo orientado hacia el “progreso”,<br />

donde las más diversas visiones de mundo se amalgaman y articulan<br />

sin complicación.<br />

El resultado de esta visión idealizada es la imagen de un mundo<br />

tecnológico, articulado a significados uniformes, que en su<br />

aparente sumatoria producen espacios, sentidos y referencias<br />

universales e indiferenciadas. Esta suerte de “gestión liberal de la<br />

multiculturalidad” tiene como ejemplo característico el modelo<br />

empleado en las grandes urbes del capitalismo desarrollado, donde<br />

la coexistencia multicultural obligada se procesa mediante la<br />

coexistencia pacífica y distante de culturas integradas por asimilación<br />

al mundo global. El predominio de este modelo fortalece el<br />

uso ideológico de lo multicultural, entendido como visión de lo<br />

diverso sin conflicto; como imagen del mundo unido en una sola<br />

voz, mediante los mensajes e iconos globalizados. Esta imagen de<br />

“diversidad multicultural” no requiere ni fomenta la verdadera<br />

comunicación y la mutua comprensión entre los “distintos culturales”.<br />

No hay aquí, pues, diálogo <strong>intercultural</strong>.<br />

Establecidas estas consideraciones, surgen diversas preguntas relevantes.<br />

En un mundo de innegables diferencias culturales, ¿cómo<br />

es posible el entendimiento? ¿Qué elementos pueden propiciar el<br />

diálogo <strong>intercultural</strong>? Más aún: ¿cómo puede florecer el diálogo<br />

horizontal entre las culturas, en un marco global de relaciones que<br />

privilegia contenidos indiferenciados y universalistas? Sin ánimo<br />

de ofrecer una respuesta completa a estas preguntas, conviene<br />

destinarles algunos breves comentarios, a fin de precisar en lo<br />

posible una primera aproximación a lo implicado en la noción de<br />

“diálogo <strong>intercultural</strong>”.<br />

En primer lugar, asumiendo un señalamiento por demás evidente,<br />

cabría dar la razón a quienes afirman que la reivindicación<br />

por una comunicación <strong>intercultural</strong> es, hoy por hoy, sólo un<br />

proyecto de futuro y no una realidad. Con todo, esto no debería<br />

asumirse como un factor disuasivo a la intención de trabajar por<br />

su realización. La aspiración <strong>intercultural</strong> representa un horizonte<br />

que es posible vislumbrar, incluso en el contexto de la sociedad<br />

globalizada, justo porque la realidad la propone como reto, como<br />

pregunta y como necesidad.<br />

En tanto aspiración, la idea del diálogo <strong>intercultural</strong> supone,<br />

como primer requisito, el establecimiento de una relación horizontal,<br />

abierta a la posibilidad de incorporar en nuestra perspectiva<br />

elementos de la perspectiva del otro “distinto cultural”. En este<br />

sentido, es imposible entablar un diálogo <strong>intercultural</strong> cuando se<br />

parte del establecimiento de un solo tipo de contenidos, asumidos<br />

como universales y necesarios. Detrás de esta consideración se<br />

encuentra el tema ineludible de las relaciones de poder implicadas<br />

en toda relación que pretenda construir acuerdos a partir de<br />

concepciones distintas de la realidad.<br />

_Con la globalización imperan, por<br />

un lado, contenidos que conducen<br />

a la uniformidad de concepciones,<br />

sentidos y valores, alrededor de la<br />

visión idealizada de compartir, desde la<br />

interconexión digital, “un solo mundo”.<br />

En un segundo sentido, cabe recordar que el diálogo <strong>intercultural</strong><br />

exige el desarrollo de una alta capacidad de apertura por<br />

parte de los dialogantes; apertura para reconocer los puntos ciegos<br />

de la propia cultura (etnocentrismo) y disposición para “abrirse”<br />

a la comprensión de otras formas de interpretar la realidad.<br />

La posibilidad de una comunicación horizontal entre “distintos<br />

culturales” supone el reconocimiento mutuo de las diferencias,<br />

como punto de partida para avanzar hacia estrategias y puntos<br />

de encuentro que propicien el entendimiento. En este sentido, la<br />

adopción de una actitud abierta al diálogo <strong>intercultural</strong> no supone<br />

simplemente el aprendizaje de contenidos formales o escolarizados,<br />

sino el desarrollo de prácticas que involucran un movimiento<br />

personal, no sólo del orden racional, sino en términos de valores<br />

y orientaciones ante el mundo.<br />

Se trata, en suma, de producir un cambio profundo y estructural<br />

de nuestros dispositivos culturales y nuestras orientaciones más<br />

naturales y automatizadas. La adquisición de competencias para<br />

el diálogo <strong>intercultural</strong> no es, pues, resultado de una enseñanza<br />

verbal tradicional, sino de la participación en experiencias significativas<br />

y cruciales que nos muevan, en tanto suponen retos<br />

prácticos y significativos derivados de la relación concreta con los<br />

otros “distintos culturales”.<br />

El desarrollo de una comunicación <strong>intercultural</strong> supone en realidad<br />

algo más que una mera toma de conciencia sobre la diversidad.<br />

Supone un “movimiento de lugar”, más allá de nuestros propios<br />

espacios de comodidad, soportados por lo que nuestra cultura nos<br />

presenta como lo más obvio, natural y evidente. En este sentido,<br />

el encuentro de culturas constituye un espacio de posibilidad para<br />

propiciar el movimiento de nuestras concepciones frente al mundo.<br />

El diálogo <strong>intercultural</strong> exige el respeto por la/las otra(s) cultura(s).<br />

No obstante, este respeto no equivale a la ausencia de crítica, ni al<br />

hecho de dispensar una “distancia indiferente” hacia el otro “distinto<br />

cultural”. La relación <strong>intercultural</strong> no es un espacio libre de conflictos.<br />

No se trata de negar la propia adscripción cultural (pretender ser<br />

el otro), pero sí de comprender al otro, al acercarse a su perspectiva<br />

cultural. Tal y como ocurre en el intento de comprensión entre<br />

diferentes lenguajes, se requiere un ejercicio de “traducción” que,<br />

inevitablemente, puede incurrir en errores de interpretación.<br />

En definitiva, la reivindicación del diálogo <strong>intercultural</strong> parte del<br />

reconocimiento de la enorme complejidad implicada en la convivencia<br />

y el entendimiento cotidiano entre los diferentes culturales.<br />

En el fondo, su planteamiento remite a un reto fundamental de<br />

la vida democrática y del ejercicio efectivo de los derechos (ciudadanos,<br />

colectivos): cómo construir, en condiciones de equidad,<br />

formas de entendimiento y consenso sobre temas fundamentales<br />

de la vida colectiva, a partir del reconocimiento de nuestras diferencias<br />

y de nuestra condición cultural diversa.<br />

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