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Diálogo intercultural - Ediciones Universitarias

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el viajero ilustrado_<br />

IBERO<br />

48<br />

El viaje a Teotihuacán<br />

Mi buen amigo y ex presidente de la American Chamber de<br />

México, José Zozaya, presidente de Kansas City Southern de México<br />

y que tiene la concesión del gobierno mexicano de explotar<br />

las líneas de tren para carga, se dio a la tarea de reconstruir con la<br />

mayor fidelidad este tren, tal y como estaba a principios del siglo<br />

XX, y que ahora utiliza dentro de sus programas de atención a<br />

invitados especiales y como parte de la campaña de relaciones<br />

públicas de la empresa.<br />

Pepe nos invitó a un grupo de funcionarios de la Embajada<br />

estadounidense en México, así como a varios pasajeros mexicanos,<br />

en mayo de 2012, a una singular aventura: un viaje en tren a<br />

Teotihuacán. La cita era puntual a las 8 de la mañana en el Hotel<br />

Camino Real desde donde fuimos trasladados en autobús hasta<br />

un costado del imponente Museo Soumaya en Plaza Carso. Ahí<br />

ya nos esperaba el tren. Con música de mariachi fuimos subiendo<br />

lentamente al vagón trasero de un convoy de cuatro carros, lujosamente<br />

decorados. Se entra primero al bar y, de ahí en adelante,<br />

fuimos distribuidos en los demás vagones.<br />

A las 9 en punto se oyeron con extrañeza los silbatos del tren<br />

y así comenzó nuestra aventura de dos horas de delicioso viaje,<br />

pasando por zonas urbanas deterioradas y casas construidas a lo<br />

largo de la vía. Cuando pasaba el tren por las calles realmente se<br />

extrañaban las personas que volteaban y lo veían. La locomotora<br />

que nos llevaba iba precedida de una camioneta con rieles que<br />

llevaba personal de seguridad y que se detenía antes de pasar por<br />

cualquier calle para detener el tráfico. Fue una delicia cuando<br />

salimos al campo y vimos en toda su extensión la planicie que<br />

separa a la ciudad del interior. Después de haber degustado un<br />

sabroso desayuno en el vagón comedor de dos pisos, pudimos<br />

disfrutar del paisaje con música mexicana de fondo muy discretamente<br />

escogida. Toda una experiencia es el servicio sanitario, el<br />

lujo se ve por todas partes dentro de las cabinas, y las habitaciones<br />

que nos fueron enseñadas son también un alarde de buen gusto<br />

y refinamiento.<br />

_El arrullar y<br />

golpetear del tren<br />

sobre las vías<br />

nos provocó un sopor de<br />

satisfacción y gusto por<br />

admirar lo glorioso que<br />

fueron los pueblos del<br />

Anáhuac, los antiguos<br />

mexicas, y pensar en<br />

glorias futuras que<br />

deparen a la gran nación<br />

actual.<br />

Llegamos a la estación en las afueras del sitio arqueológico, un<br />

edificio pequeño de hace más de un siglo al que el tiempo le ha<br />

pegado por todas partes y que ahora yace ruinoso ante quienes<br />

lo miran. En camionetas que ya esperaban a los visitantes fuimos<br />

trasladados hacia la entrada del parque arqueológico por una de<br />

sus puertas donde primero se topa uno con un sinnúmero de<br />

puestos donde se expenden todo tipo de artesanías de diversos<br />

precios y para todos los gustos e intereses.<br />

Cada vez que visito la zona sagrada de Teotihuacán viene a mi<br />

mente aquel espectáculo maravilloso de otras épocas, hoy en desuso,<br />

de Luz y Sonido, y de lo imponente de la puesta en escena<br />

de la historia fantástica del lugar, génesis de la cultura tolteca,<br />

mexica y por tanto nacional, hoy un tanto olvidado en cuanto a<br />

su mantenimiento (se ve basura por doquier), pero magnífico en<br />

su pasado glorioso del pueblo que encontraron los conquistadores<br />

españoles en 1519.<br />

Después de una visita de casi tres horas (contando con la subida a<br />

la “Tonatiuh Itzacual” (Pirámide del Sol) o bien a la “Metztli Itzacual”<br />

(Pirámide de la Luna) y habiéndonos reunido en el punto de<br />

partida, fuimos a La Gruta, extraordinario comedero típico (restaurante)<br />

enclavado en una abertura rocosa que fue transformada<br />

desde finales del siglo XIX en lugar de reunión por excelencia<br />

donde la gastronomía y las danzas mexicanas se dan estrechamente<br />

la mano al calor siempre de la bebida nacional: destilado del agave,<br />

cada vez más competido por el mezcal traído desde la bella y<br />

prodigiosa Oaxaca. Al son de la música se fueron consumiendo<br />

los minutos de una experiencia inolvidable. Siendo ya el momento<br />

de regresar, lo hicimos plácidamente entre las atenciones del<br />

personal de la empresa y de los tripulantes y camareros del tren.<br />

El regreso fue mucho más relajado, habiendo satisfecho con mucho<br />

los sentidos. El arrullar y golpetear del tren sobre las vías nos<br />

provocó un sopor de satisfacción y gusto por admirar lo glorioso<br />

que fueron los pueblos del Anáhuac, los antiguos mexicas, y pensar<br />

en glorias futuras que deparen a la gran nación actual.

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