Diálogo intercultural - Ediciones Universitarias

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Carlos Mario Castro_Redactor de IBERO. IBEROlíder Ibero_entrevista 28 Carlos Muñoz Izquierdo, Premio Nacional de Ciencias y Artes_Una de mis mayores satisfacciones es observar el crecimiento intelectual de mis alumnos Carlos Muñoz Izquierdo. Fotografía de Julio César López.

Mi vocación como educador, en lo particular como investigador de la educación, se la debo al doctor Pablo Latapí Sarre, ya fallecido, quien sentó las bases institucionales sobre las que en México se construyó la investigación educativa multidisciplinaria. El doctor Carlos Muñoz Izquierdo (ciudad de México, 1937), Premio Nacional de Ciencias y Artes 2012, y Doctor Honoris Causa por el Sistema Universitario Jesuita, sintetiza como muy pocos lo mejor de los valores del humanismo cristiano y de la espiritualidad ignaciana. Con palabras de una de las meditaciones principales de los Ejercicios Espirituales, el doctor Carlos Muñoz Izquierdo, siendo todavía muy joven, vio y sintió la realidad de su país y decidió encarnarse a fondo en los problemas educativos de México, para buscar redimir la situación de ceguera crónica de esas mayorías de mexicanos presos en la oscuridad por la falta de mejores oportunidades educativas. En aquella dirección, las aportaciones de Muñoz Izquierdo al conocimiento científico son numerosas. Este investigador, de infatigable diversidad temática, en su más reciente obra sintetizó y actualizó los resultados de sus estudios sobre la calidad de la educación básica, las relaciones entre la educación y el empleo, y la contribución —una de sus preocupaciones centrales— de la educación superior a la formación de los valores éticos de los estudiantes. Desde su ingreso a la Universidad Iberoamericana Ciudad de México, en 1984, ha desempeñado diversos cargos académicos y directivos. En la actualidad es Académico Emérito adscrito al Instituto de Investigaciones para el Desarrollo de la Educación (Inide), de esta casa de estudios. Además del Premio Nacional de Ciencias y Artes 2012 (en el campo de Historia, Ciencias Sociales y Filosofía) y del Doctorado Honoris Causa del Sistema Universitario Jesuita, sus aportaciones también han sido reconocidas por la Organización de Estados Americanos, con el Premio Interamericano Andrés Bello; la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior, con el Premio a la Contribución a la Educación Superior; el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, con el Premio Científico Luis Elizondo; y el Consejo Mexicano de Investigación Educativa, con el Reconocimiento al Mérito 2007. Sin embargo, lo que más seduce de este Líder Ibero no es tanto su palabra, la frondosidad curricular de su obra o los recono- cimientos prestigiosos a su sólida trayectoria humanista. Éstos son sólo indicios que apuntan hacia algo más profundo y que el mismo doctor Muñoz Izquierdo comparte con los lectores de este número de IBERO, en donde con la sencillez propia de una parábola evoca la génesis de su vocación humanista, cristiana e ignaciana, la cual abrazó, con palabras de Stevenson, “con la pasión de un primer amor y ha disfrutado de su ejercicio mucho antes de ponerse a calcular sus ingresos”. ¿Cuál fue la influencia que tuvo la formación que recibió en su vocación de cristiano, humanista y educador? Las personas que durante mi infancia, adolescencia y primera juventud influyeron en mi vocación cristiana —en mi inclinación inicial hacia los valores inherentes al humanismo cristiano— fueron sin duda mis padres y los hermanos lasallistas, con quienes me relacioné mientras realizaba mis estudios preuniversitarios. Estos religiosos me impartieron la instrucción que me permitió conocer de forma sistemática los valores evangélicos, que evidentemente tienen un profundo significado humano. Recuerdo que del conocimiento y el constante recuerdo de las parábolas de Jesús se desprendió mi interés de tomar en cuenta las necesidades de los demás. De hecho, desde que cursaba la primaria participé en varias actividades de servicio a los otros, que en aquella época eran llamadas actividades de “apostolado”, fomentadas por algunos organismos como Acción Católica. En ese contexto conocí a varias personas ejemplares, a quienes recuerdo con mucha gratitud. ¿Hubo alguien en especial que fuera decisivo durante este proceso formativo de los valores? Independientemente de cualquier otra influencia, mi vocación como educador, en lo particular como investigador de la educación, se la debo al doctor Pablo Latapí Sarre, ya fallecido, quien sentó las bases institucionales sobre las que en México se construyó la investigación educativa multidisciplinaria. Mi encuentro con él ocurrió en 1964 (en ese momento él todavía pertenecía a la Compañía de Jesús). El doctor Latapí Sarre, en una circunstancia fortuita, que bien pudo ser providencial, me invitó a colaborar en calidad de “primer investigador” en el Centro de Estudios Educati- 29

Mi vocación como educador, en lo<br />

particular como investigador de la<br />

educación, se la debo al doctor Pablo<br />

Latapí Sarre, ya fallecido, quien sentó<br />

las bases institucionales sobre las que<br />

en México se construyó la investigación<br />

educativa multidisciplinaria.<br />

El doctor Carlos Muñoz Izquierdo (ciudad de<br />

México, 1937), Premio Nacional de Ciencias y<br />

Artes 2012, y Doctor Honoris Causa por el Sistema<br />

Universitario Jesuita, sintetiza como muy<br />

pocos lo mejor de los valores del humanismo<br />

cristiano y de la espiritualidad ignaciana. Con<br />

palabras de una de las meditaciones principales<br />

de los Ejercicios Espirituales, el doctor Carlos<br />

Muñoz Izquierdo, siendo todavía muy joven, vio y sintió la realidad<br />

de su país y decidió encarnarse a fondo en los problemas<br />

educativos de México, para buscar redimir la situación de ceguera<br />

crónica de esas mayorías de mexicanos presos en la oscuridad por<br />

la falta de mejores oportunidades educativas.<br />

En aquella dirección, las aportaciones de Muñoz Izquierdo al conocimiento<br />

científico son numerosas. Este investigador, de infatigable<br />

diversidad temática, en su más reciente obra sintetizó y actualizó<br />

los resultados de sus estudios sobre la calidad de la educación básica,<br />

las relaciones entre la educación y el empleo, y la contribución<br />

—una de sus preocupaciones centrales— de la educación superior<br />

a la formación de los valores éticos de los estudiantes.<br />

Desde su ingreso a la Universidad Iberoamericana Ciudad de<br />

México, en 1984, ha desempeñado diversos cargos académicos<br />

y directivos. En la actualidad es Académico Emérito adscrito al<br />

Instituto de Investigaciones para el Desarrollo de la Educación<br />

(Inide), de esta casa de estudios.<br />

Además del Premio Nacional de Ciencias y Artes 2012 (en el<br />

campo de Historia, Ciencias Sociales y Filosofía) y del Doctorado<br />

Honoris Causa del Sistema Universitario Jesuita, sus aportaciones<br />

también han sido reconocidas por la Organización de Estados<br />

Americanos, con el Premio Interamericano Andrés Bello; la Asociación<br />

Nacional de Universidades e Instituciones de Educación<br />

Superior, con el Premio a la Contribución a la Educación Superior;<br />

el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey,<br />

con el Premio Científico Luis Elizondo; y el Consejo Mexicano de<br />

Investigación Educativa, con el Reconocimiento al Mérito 2007.<br />

Sin embargo, lo que más seduce de este Líder Ibero no es tanto<br />

su palabra, la frondosidad curricular de su obra o los recono-<br />

cimientos prestigiosos a su sólida trayectoria humanista. Éstos<br />

son sólo indicios que apuntan hacia algo más profundo y que el<br />

mismo doctor Muñoz Izquierdo comparte con los lectores de<br />

este número de IBERO, en donde con la sencillez propia de<br />

una parábola evoca la génesis de su vocación humanista, cristiana<br />

e ignaciana, la cual abrazó, con palabras de Stevenson, “con la<br />

pasión de un primer amor y ha disfrutado de su ejercicio mucho<br />

antes de ponerse a calcular sus ingresos”.<br />

¿Cuál fue la influencia que tuvo la formación que recibió en su<br />

vocación de cristiano, humanista y educador?<br />

Las personas que durante mi infancia, adolescencia y primera<br />

juventud influyeron en mi vocación cristiana —en mi inclinación<br />

inicial hacia los valores inherentes al humanismo cristiano— fueron<br />

sin duda mis padres y los hermanos lasallistas, con quienes<br />

me relacioné mientras realizaba mis estudios preuniversitarios.<br />

Estos religiosos me impartieron la instrucción que me permitió<br />

conocer de forma sistemática los valores evangélicos, que evidentemente<br />

tienen un profundo significado humano. Recuerdo que<br />

del conocimiento y el constante recuerdo de las parábolas de Jesús<br />

se desprendió mi interés de tomar en cuenta las necesidades de los<br />

demás. De hecho, desde que cursaba la primaria participé en varias<br />

actividades de servicio a los otros, que en aquella época eran<br />

llamadas actividades de “apostolado”, fomentadas por algunos organismos<br />

como Acción Católica. En ese contexto conocí a varias<br />

personas ejemplares, a quienes recuerdo con mucha gratitud.<br />

¿Hubo alguien en especial que fuera decisivo durante este proceso<br />

formativo de los valores?<br />

Independientemente de cualquier otra influencia, mi vocación<br />

como educador, en lo particular como investigador de la educación,<br />

se la debo al doctor Pablo Latapí Sarre, ya fallecido, quien<br />

sentó las bases institucionales sobre las que en México se construyó<br />

la investigación educativa multidisciplinaria. Mi encuentro con<br />

él ocurrió en 1964 (en ese momento él todavía pertenecía a la<br />

Compañía de Jesús). El doctor Latapí Sarre, en una circunstancia<br />

fortuita, que bien pudo ser providencial, me invitó a colaborar en<br />

calidad de “primer investigador” en el Centro de Estudios Educati-<br />

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