Diálogo intercultural - Ediciones Universitarias

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14.11.2014 Views

diálogo intercultural_examen IBERO 16 Fotografía de Enrique Carrasco, S. J. Pedro J. de Velasco R., S. J._Licenciado en Filosofía por el Instituto Libre de Filosofía y Ciencias Sociales (ILFC) de Guadalajara, licenciado en Teología por el Colegio Máximo de Cristo Rey (ciudad de México), doctor en Teología por el Instituto Católico de París, y doctor en Ciencias de la Religión, con especialidad en Antropología, por la Universidad de París-Sorbona. Es maestro de asignatura del Doctorado en Filosofía de la Educación y coordinador del Seminario de Ética del ITESO, Universidad Jesuita de Guadalajara. Designado en varias ocasiones a la Sierra Tarahumara, ha sido maestro y formador de escolares de la Compañía de Jesús. Actualmente, es Director del Complejo Asistencial Santa Teresita, A. C. (CASTAC) en Creel, Chihuahua, organización que proporciona servicios de salud a la población rarámuri y promueve proyectos de desarrollo local y el rescate de su cultura. Entre otros libros, es autor de Danzar o morir: Religión y resistencia a la dominación en la cultura Tarahumara (1983; segunda edición, 1987). La libertad religiosa en la interculturalidad_ Consideraciones previas a una tarea indispensable Foto: Corbis

Aclaraciones La inquietud actual por el tema de la libertad religiosa y el diálogo intercultural se plantea generalmente debido a la problemática suscitada en los países europeos por la presencia de grupos religiosos —particularmente islámicos— que reivindican su derecho a vivir según las normas de su religión y tradiciones culturales y, especialmente, por el miedo al fundamentalismo beligerante de algunos grupos religiosos. Problemática que, en México, no tiene mayor relevancia, hasta el momento. En segundo lugar, concebir la libertad religiosa como mera libertad individual de creer y celebrar o confundir Religión y religiones esconden la problemática más profunda y su importancia para la vida y convivencia humana. En tercer lugar, este problema se suele plantear y se pretende resolver en términos de conflicto o diálogo entre las diferentes tradiciones religiosas o culturales. Sin embargo, con algunas excepciones, en el mundo moderno el problema no estriba en dicho diálogo, sino en la relación entre la pluriculturalidad de las diversas comunidades y grupos humanos —generalmente etno-religiosamente fundada— y la pretensión de una homogeneidad social —fundamentada en la legalidad civil— propia de los Estados-Nación y que, estrictamente, ni tiene religión, ni tiene cultura, aunque pueda haber abrevado de una y otra. Las raíces de la problemática desde el punto de vista de la cultura y la interculturalidad Hoy se habla mucho de interculturalidad cuando en realidad estamos ante un fenómeno global de imposición disimulada —básicamente mediante el mercado y la publicidad— de ideología y sistemas políticos y económicos, de instituciones y formas sociales de comportamiento, homogéneos, con el consiguiente aplastamiento de las diversas culturas. La modernidad y el Estado laico correspondiente han eliminado el reconocimiento de las diversas comunidades y reducido la política a la relación estado-individuos (ciudadanos). Se esconde aquí una política anti-cultural y anti-religiosa que ha venido siendo muy efectiva, en que la coerción no se realiza fundamentalmente por la supresión o restricción de cultos o costumbres, sino por una homogeneización social que desconoce las tradiciones y derechos de las comunidades étnicas, lingüísticas o religiosas. Lo que más perjudica la vivencia cultural-religiosa y a la libertad asociada con ella, en las sociedades economicista y políticamente uniformizadas, no son las leyes restrictivas, sino la pulverización de las comunidades, la estandarización de instituciones, de formas de educación, la imposición de estilos y ritmos de trabajo, producción y consumo, o de formas de asociación y comunicación que impiden la convivencia comunitaria y la creación de cultura. Igualmente la imposición de formas de pensamiento científicas y económicas contra las mitológicas o tradicionales y su absolutización como las únicas válidas, las únicas “desarrolladas” o “civilizadas” y dignas de tomarse en cuenta. Dios no se niega fundamentalmente por argumentos filosóficos sino por la imposición de estructuras civiles ajenas a las culturas tradicionales. En este sentido, el Estado “moderno” —teóricamente laico—, en su afán de homogeneización social, resulta antirreligioso y anticultural. Porque hablar de libertad religiosa y respeto a las tradiciones culturales no es sólo permitir o garantizar la mera libertad de culto y de creencias; es garantizar la posibilidad de diseñar y organizar el universo, las relaciones humanas y la relación con el mundo, las formas de educación desde los sentidos y tradiciones, las instituciones, las formas de organización política y económica configuradas culturalmente por los diversos grupos en función de su medio ambiente y su experiencia histórica. En ese sentido los grupos indígenas tradicionales tienen más libertad que nosotros. Aunque esta libertad está cada vez más amenazada por los factores externos (carreteras, presas, minas, turismo…) que destruyen no sólo territorios sagrados sino que imponen una relación distinta con el mundo en torno, la ecología, la cohesión de las comunidades… ¿Es posible guardar la relación con la Madre Tierra cuando la tierra, el agua, el paisaje se convierten en lugar de empleo o de compra-venta? Consciente o inconscientemente las comunidades tradicionales han padecido este conflicto por más de quinientos años. La novedad es que ahora las que lo experimentan son las sociedades civiles, porque la religión pasa de ser elemento comunitario a ser elemento social/ estatal; sea porque el Estado o los grupos de poder la imponen, utilizan o controlan, sea porque se percibe como amenaza a la homogeneidad. _Hoy se habla mucho de interculturalidad cuando en realidad estamos ante un fenómeno global de imposición disimulada —básicamente mediante el mercado y la publicidad— de ideología y sistemas políticos y económicos. Las raíces de la problemática desde el punto de vista de la Cultura-Religión En primer lugar hay que distinguir entre Religión y religiones. Religión nos remite a la experiencia radical, fundante, impelente, motivante de la vida humana; al sentido e impulso último de las comunidades y de las personas, al dinamismo que nos convierte en seres humanos. En estricto sentido, no se puede hablar de libertad religiosa como una entre otras libertades, ya que la religión —cuando realmente es esa experiencia fundante del sentido del mundo, de la vida— es el origen de toda libertad, de todo sentido, de la persona y de la comunidad. Esto rebasa las religiones concretas, sus estructuras, instituciones, creencias y prácticas (morales o culturales), pero se concreta en ellas. Esto es algo que no pueden dar las sociedades ni su legalidad. De aquí que, cuando se intenta someter lo religioso a lo políticosocial (a la legalidad), a lo económico, o a lo científico, se atenta contra la fundamentalidad misma de la religión. La experiencia religiosa es, cuando realmente se vive, el fundamento de toda la comunidad 17

diálogo <strong>intercultural</strong>_examen<br />

IBERO<br />

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Fotografía de Enrique<br />

Carrasco, S. J.<br />

Pedro J. de Velasco R., S. J._Licenciado en Filosofía por el Instituto Libre de Filosofía y Ciencias<br />

Sociales (ILFC) de Guadalajara, licenciado en Teología por el Colegio Máximo de Cristo Rey (ciudad de México),<br />

doctor en Teología por el Instituto Católico de París, y doctor en Ciencias de la Religión, con especialidad en<br />

Antropología, por la Universidad de París-Sorbona. Es maestro de asignatura del Doctorado en Filosofía de<br />

la Educación y coordinador del Seminario de Ética del ITESO, Universidad Jesuita de Guadalajara. Designado<br />

en varias ocasiones a la Sierra Tarahumara, ha sido maestro y formador de escolares de la Compañía de<br />

Jesús. Actualmente, es Director del Complejo Asistencial Santa Teresita, A. C. (CASTAC) en Creel, Chihuahua,<br />

organización que proporciona servicios de salud a la población rarámuri y promueve proyectos de desarrollo local y<br />

el rescate de su cultura. Entre otros libros, es autor de Danzar o morir: Religión y resistencia a la dominación en la<br />

cultura Tarahumara (1983; segunda edición, 1987).<br />

La libertad religiosa<br />

en la <strong>intercultural</strong>idad_<br />

Consideraciones previas a una<br />

tarea indispensable<br />

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