Flores Mag.n - Folletos Libertad
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Ricardo <strong>Flores</strong> <strong>Mag</strong>ón<br />
El anarquismo en la Revolución mexicana 23<br />
LA MUERTE DE RICARDO FLORES MAGÓN<br />
REGENERACIÓN<br />
por William C. OWEN.<br />
(De "Freedom," Londres, diciembre de 1922)<br />
Ricardo <strong>Flores</strong> <strong>Mag</strong>ón ha muerto. Generalmente la noticia de una muerte me afecta<br />
poco, pero en este caso ha sucedido lo contrario. No es porque, después de largos años<br />
de prisión y destierro, este indomable luchador por la libertad haya muerto en la cárcel.<br />
Me domina un sentimiento más grande aún que la piedad o que el afecto personal.<br />
Por razones que no puedo analizar, esta muerte me parece como el resumen de un periódico,<br />
ya hace nacer, en mí, ideas y sentimientos que encuentro difícil expresar con<br />
palabras. Tengo la sensación de que una fuerza, que era esencial, ha dejado de obrar.<br />
Me parece que todos aquellos que estuvieron en relación íntima con Ricardo <strong>Flores</strong><br />
<strong>Mag</strong>ón sentirán lo mismo que yo. Alguna cosa puso en él su sello especial; no importan<br />
las condiciones en las cuales se encontrara: permaneció siempre siendo alguien,<br />
una fuerza que debía ser reconocida, una personalidad que no podía ser ignorada. Aun<br />
los empleados de la Corte de Justicia y de la penitenciaría, cuyos instintos naturales<br />
eran considerarlo solamente como un violador de la ley, me parecieron, cuando discutí<br />
con ellos el asunto, plenamente conscientes de ese hecho.<br />
Creo que eso fue, porque el hombre era tan intensamente sincero, tan firme en sus<br />
convicciones, que cualquiera otro podría ser domado, reducido al silencio, pero él tenía<br />
que hablar: tan firme así era su determinación de jugar su parte en esta gran lucha<br />
por la destrucción de la esclavitud humana, la cual él, personalmente, debía combatir y<br />
combatió hasta el último momento. Odiaba la opresión, cualquiera que fuese, ya al Gobierno<br />
o al monopolio de la tierra, ya la superstición religiosa o las altas finanzas.<br />
Como mexicano, sabía cómo ésta había arruinado la vida de su propio pueblo; como<br />
anarquista, comprendía que ésta era la suerte de los desheredados, de todos aquellos<br />
que habían consentido en ser reducidos a la impotencia en todo el mundo.<br />
En la mayor parte de nosotros surge a intervalos una justa indignación; pero <strong>Mag</strong>ón<br />
me parecía un volcán que nunca dormía.<br />
Si mal no recuerdo, fue en San Luis Potosí, hace unos treinta años, donde Ricardo<br />
<strong>Flores</strong> <strong>Mag</strong>ón, entonces un joven periodista, obtuvo la prominencia. Propiamente dicho,<br />
llegó a ella de un salto: el Partido Liberal estaba en convención, y, de acuerdo con<br />
sus tradiciones, estaba dirigiendo todas sus denuncias sobre la iglesia católica; Ricardo,<br />
según la versión que ha llegado hasta mí, literalmente aplastó a la convención con<br />
un discurso en el cual atacaba a Porifirio Díaz, omnipotente dictador de México a Wall<br />
Street, y era, por consiguiente, el verdadero origen de todos los males del país.<br />
Lo especial del caso, en realidad, consistía en que, en aquella época, los ataques<br />
contra la Iglesia eran populares y seguros, mientras que un ataque a Díaz no tenía pre-<br />
Aquí estamos. Tres años de trabajos forzados en la prisión han templado mejor<br />
nuestro carácter. El dolor es un acicate para los espíritus fuertes. El flagelo no nos acomete:<br />
nos rebela.<br />
Apenas desatados, empuñamos de nuevo la antorcha revolucionaria y hacemos vibrar<br />
el clarín de verdadera Regeneración. Los malvados palidecen; los buenos levantan<br />
las manos y aplauden.<br />
Regeneración es el anuncio de una nueva era. Viejo luchador es este periódico; pero<br />
siempre joven en sus entusiasmos por la libertad y la justicia, siempre viril en sus<br />
demandas por la igualdad y la fraternidad. Por eso, cuando se anunció su salida, los<br />
brazos musculosos de los trabajadores se aprestaron a sostenerlo. Es que a ellos más<br />
que a ningún otro, interesa la vida del viejo campeón de la libertad humana; es que a<br />
ellos, los esclavos del salario, los desheredados, los parias en todas las patrias les trae<br />
Regeneración un mensaje de esperanza. En las humildes viviendas se iluminan los rostros<br />
en que había puesto un sello de muerte la resignación, es que el proletario anuncia<br />
a la familia que Regeneración va a salir. En la fábrica, en el taller, en el campo, en la<br />
mina, la buena nueva corre de boca en boca, y parece que pesa menos la cadena; más<br />
risueño y alegre parece el sol.<br />
En cambio, en los palacios es otro el sentimiento que domina. Regeneración, que es<br />
caricia y es alivio para el que trabaja y el que sufre, es fusta y es castigo para los que<br />
oprimen y explotan. El poderoso recuerda con horror con qué fuerza, con qué implacable<br />
destreza hemos dejado caer el látigo sobre sus lomos. Díaz y Corral y Limantour,<br />
Reyes y Olegario Molina y mil más, si fueran desnudados por el pueblo, mostrarían en<br />
sus carnes viejas los surcos que dejó nuestro látigo al caer.<br />
Aquí estamos, con la antorcha de la Revolución en una mano y el Programa del<br />
Partido Liberal en la otra, anunciando la guerra. No somos gemebundos mensajeros de<br />
paz; somos revolucionarios. Nuestras boletas electorales van a ser las balas, los marrazos<br />
de los fusiles. De hoy en adelante, los marrazos de los mercenarios del César no<br />
encontrarán el pecho inerme del ciudadano que ejercita sus funciones cívicas, sino las<br />
bayonetas de los rebeldes prontas a devolver golpe por golpe.<br />
Sería insensato responder con la ley a quien no respeta la ley; sería absurdo abrir el<br />
Código para defendernos de la agresión del puñal o de la Ley Fuga. ¿Talionizan?<br />
¡Talionicemos! ¿A balazos se nos quiere someter? ¡Sometámoslos a balazos también!<br />
Ahora a trabajar. Que se aparten los cobardes; no los queremos; para la Revolución<br />
sólo se alistan los valientes.<br />
Aquí estamos como siempre, en nuestro puesto de combate. El martirio nos ha hecho<br />
más fuertes y más resueltos; estamos prontos a más grandes sacrificios. Venimos a<br />
decir al pueblo mexicano que se acerca el día de su liberación. A nuestra vista está la<br />
espléndida aurora del nuevo día; a nuestros oídos llega el rumor de la tormenta salva-