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Tomo Completo 60.8 MB - Grupo Leon Jimenes

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Capítulo 2 | Confluencia de las generaciones en la década de 1950 |186|<br />

|187| Confluencia de las generaciones en la década de 1950 | Capítulo 2<br />

les presta como sujetos de la vanagloria política, ellos, los jóvenes artistas, asumen definiciones<br />

discursivas personales, plásticas y visuales que indican autonomía más o menos<br />

frente a las decisivas influencias que recibieron de sus maestros, en las aulas y los talleres<br />

del plantel de Bellas Artes. Ciertamente, esa liberación no es tajante, porque queda la relación<br />

que muchas veces prosigue fuera del proceso de la escolaridad; pero en esta otra<br />

relación debe entenderse que se dan mutuas influencias ya que artistas jóvenes y artistas<br />

veteranos interactúan a nivel de igualdad, como los artistas que son, olvidándose de las<br />

edades, de la vieja relación maestro-alumno y de otras diferencias. Como ejemplos típicos<br />

de este vínculo se dan en los años del 1950 varias experiencias grupales. Una la integra<br />

el veterano José Gausachs, quien no sólo concibe un curso de postgrado, reclutando<br />

a Hernández Ortega, Clara Ledesma y Marianela Jiménez (egresados del 1940), sino<br />

que además establece un fuerte vínculo de taller con los dos primeros, razón por la cual,<br />

lo que se entiende como marcada influencia del maestro catalán sobre los artistas dominicanos,<br />

se transforma en un diálogo interactuante de tres pintores sobre asuntos comunes.<br />

Esta interacción se reconfirma cuando Gausachs, Ledesma y Hernández Ortega integran<br />

con Jaime Colson el grupo Los Cuatro.<br />

Un segundo grupo interactuante lo protagonizan José Vela Zanetti y varios jóvenes<br />

Yoryi Morel|Paisaje con flamboyan en primer plano (fragmento)|Óleo/tela|59 x 74 cms.|1967|Col. Rafael Del Monte.<br />

Jacinto Domínguez|Paisaje|Ólea/tela|46 x 41 cms.|Sin fecha|Col. Centro Cultural Eduardo León <strong>Jimenes</strong>.<br />

alumnos que le asisten en los trabajos murales (Milán Lora, Jacinto Domínguez, entre<br />

ellos). En este grupo se da una labor de familia, probablemente de soluciones en común,<br />

aunque resulte difícil saber qué aportó cada uno de esos jóvenes asistentes respecto<br />

a las obras en las que fueron también ejecutantes y cuya autoría le corresponde al<br />

maestro iberodominicano, quien no sólo se desarrolla como pintor en el país donde adquirió<br />

renombre, sino que tras bastidores recibió la orientación de Díaz Niese, su maestro<br />

ideológico del mural.<br />

La última asociación se da entre Jaime Colson y un nutrido grupo de jóvenes que han<br />

egresado de la ENBA o que estudian durante la década 1950, período del retorno y la<br />

ubicación definitiva en el país de este veterano pintor de formación europea.A su alrededor<br />

se conforman cursos, tertulias y talleres que hacen visibles la gran influencia del<br />

maestro, pero también el aterrizaje localista de su discurso, que tiene relación con los<br />

planteamientos de una modernidad lingüística y temática en los que indudablemente él<br />

ayuda, pero no solamente. La relación entre el maestro y los jóvenes pintores produce<br />

una adhesión mutua, que, si bien marca fuertemente los temperamentos de Domingo<br />

Liz y Rafael Faxas, entre otros, ayuda a que el veterano pintor se sumergiera en planteos<br />

de estética pictórica que se relacionan con la realidad isleña o nacional. Es decir, al<br />

regresar al país natal, Colson deja de ser el artista trashumante, deja de ser un colonizado<br />

europeo, parisino e internacionalista, propendiendo al autorredescubrimiento de la<br />

antillanidad discursiva.Victoria de Pretince escribe a propósito que «de 1954 a 1957<br />

Colson recae en lo que él llama neo-cubismo. Pero un viaje a Haití en 1957 y la permanencia<br />

durante varios meses en aquel país le reafirman en el neo-humanismo que<br />

será la característica predominante de su pintura. El elemento étnico africano existente<br />

en todo antillano adquiere extraordinaria importancia en sus figuras humanas. Él mismo<br />

lo explica en una entrevista para el «Heraldo», de Caracas, en 1957».|207| A continuación<br />

sus palabras: «A mi regreso de Europa sufrí el inevitable choque con el mundo<br />

Negro Antillano. Emocionado, sacudido por el hallazgo, de entonces a hoy mi pintura<br />

se ha enriquecido con una sustancia humana, más densa, con un contenido vital<br />

nuevo que yo trato de buscar siempre allí. Me siento antillano y quisiera volver a los<br />

gérmenes primitivos de esa humanidad que bulle en el Caribe».|208|<br />

La localización de Jaime Colson en el período de los 1950 se convirtió en el soporte<br />

que faltaba, directo y vivencial, para el cauce moderno del arte nacional que se había<br />

planteado, decididamente, desde el 1920 con el manifiesto postumista, con Woss y Gil,<br />

Bautista Gómez, García Godoy y más directamente con Yoryi Morel y Darío Suro, embebidos<br />

ambos en el paisajismo cibaeño. A esa modernidad contribuyeron varios artis-<br />

|207|<br />

De Prentice,<br />

Victoria.<br />

El Nacional,<br />

Suplemento<br />

Dominical, enero<br />

18 de 1969.<br />

|208|<br />

Colson, Jaime,<br />

citado por Victoria<br />

de Pretince, Idem.

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