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Tomo Completo 60.8 MB - Grupo Leon Jimenes

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Capítulo 1 | El tránsito de la década de 1940 a 1950 |160|<br />

|161| El tránsito de la década de 1940 a 1950 | Capítulo 1<br />

|169|<br />

Incháustegui<br />

Cabral, Héctor.<br />

Escritores y<br />

Artistas (…)<br />

1978.<br />

Págs. 423-24.<br />

puedo adelantar es que estamos frente a la tarea seria de un artista que se ha tomado en<br />

serio a sí mismo y a su arte, que es un gran arte».|169|<br />

Mieses Burgos opina que «Gilberto Hernández Ortega es un pintor mágico, misterioso<br />

y de tan valiosas calidades en su lenguaje pictórico, que es necesario estudiarlo más<br />

larga y detenidamente, para poder llegar hasta el verdadero sentido de su oculto mensaje.<br />

¡De ese mensaje suyo, tan humano y tan hondo, que por ser tan hondo y tan humano,<br />

es angustioso y terrible como un grito!»|170|<br />

herméticos de nuestra cultura que el artista, como muy pocos en el país, ha sabido sacarlos<br />

de ese estado subyacente en el que se mantienen. /(…) así como en el caso del<br />

pintor cubano, el contexto de la obra de Hernández es nuestra isla con su demoniología<br />

y el universo mágico que lo ha creado. /Lam es más hombre de exorcismo que de<br />

conjuración y el artista dominicano es precisamente lo contrario al dedicarse a la exaltación<br />

de nuestros propios demonios».|174|<br />

|174|<br />

Lama, Luis.<br />

El Caribe. 6 de<br />

enero de 1979.<br />

|170|<br />

Mieses Burgos,<br />

Franklyn.<br />

El Caribe. 4 de<br />

junio de 19…<br />

Con un poderoso sentido de la creatividad,|171| Gilberto Hernández Ortega reúne<br />

influencias que procesa como un alucinado de la vida, como un hechicero de la interioridad<br />

al mismo tiempo hechizado, razón por la cual no asume asuntos cotidianos,<br />

folklóricas visiones, ni tipicismos superficiales e ilustrativos en su pintura que «parece<br />

mezclar todas las tendencias –anota la prensa venezolana–, ya que nadie, ni siquiera él<br />

mismo, podría decir a qué escuela pertenece».|172| Más que seguir un lineamiento escolar,<br />

él responde a una condición personal, asegura Peña Defilló, para quien «Gilberto<br />

Hernández Ortega (…) es el pintor dominicano más sólidamente ligado a un mundo<br />

síquico-poético y el que mayor necesidad siente en proyectarlo, y la parte más valiosa<br />

de su obra, a nuestro entender, es precisamente la que da rienda a la fantasía. /No es éste<br />

un pintor de realidades; sus motivos plásticos son utilizados como excusa para dejar<br />

fluir el sentimiento poético que lo define. /Su producción está marcada por la calidad<br />

de la factura y la hondura temática en sus lucubraciones afroantillanas (…), la fuerza telúrica<br />

que domina su trabajo».|173|<br />

El momento inicial de explosión de este universo mágico-isleño o síquico-poético<br />

(1954) es saludado por el maestro Jaime Colson, quien sitúa a Hernández Ortega «entre<br />

los primeros heraldos del movimiento artístico dominicano (…) por la sincera fuerza<br />

y el ímpetu con que se manifiesta (…), mirando en torno suyo, escrutando en las<br />

mismas entrañas de una raza ebulliciente, sumergiéndose placenteramente en la oscu-<br />

|171|<br />

Ugarte, María.<br />

El Caribe. 4 de<br />

julio de 1982,<br />

|172|<br />

El Nacional.<br />

Caracas. Octubre<br />

8 de 1951,<br />

referencia en hoja<br />

académica G.H.O.<br />

1965.<br />

|173|<br />

Peña Defilló,<br />

Fernando.<br />

El Caribe.<br />

Marzo de 1974.<br />

Hacia mediados de los 50, el artista es portador de un discurso trascendido, que refleja<br />

la referencia de sus relaciones con la Poesía Sorprendida –sobre todo con el «Trópico<br />

Íntimo», de Mieses Burgos–; también sus coincidencias con Gausachs y con el cubano<br />

Wilfredo Lam, aparte de las honduras conceptuales y visionarias que acumula su trayectoria<br />

personal hasta el momento; sendero que le permite llegar a la etapa más local, contextualizada<br />

insularmente en un universo biomórfico y mágico. El crítico Luis Lama<br />

hace una interpretación de esta etapa, apoyándose en Lam, quien «vino al país y no se<br />

sabe exactamente qué suerte de atracción ejerce su pintura sobre Hernández Ortega,<br />

quien desarrolla una de sus etapas más logradas, evolucionando hacia una liberación de<br />

la figuración al elaborar sus estructuras a base de los elementos de la etnografía antillanada,<br />

pero alejada de todo tipo de exotismo. Es un trópico de controlado cromatismo,<br />

imbuido de una violencia mística que es recreada por el agudo dibujo que rompe la tradicional<br />

sintaxis compositiva de la época. Son las formas biomórficas, familiares y a la<br />

vez extrañas, que entablan el proceso comunicador con la percepción; son los símbolos<br />

ra magia, en el temible embrujo del trópico acribillado de presentimientos e inocentes<br />

locuras (…), agenciándose un caudal de formas, de recursos expresivos, que en cada<br />

manifestación suya se definen más autónomas, más antillanas». En sus consideraciones<br />

Colson reconoce que el artista «pudo advertir a tiempo que a su misma vera, al alcance<br />

de sus ojos estaban danzando los ritmos y retumbando con enjundioso estrépito,<br />

los roncos tambores del tam-tam. Así, le fue dado encontrar en el propio etnos lo<br />

Gilberto Hernández Ortega|Barcas en el río Ozama|Óleo/tela|80 x 104 cms.|Sin fecha|Col. Familia T. S.

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