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Tomo Completo 60.8 MB - Grupo Leon Jimenes

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Capítulo 1 | El tránsito de la década de 1940 a 1950 |146|<br />

|147| El tránsito de la década de 1940 a 1950 | Capítulo 1<br />

|150|<br />

La República<br />

Dominicana,<br />

Op. Cit.,<br />

Pág. 223.<br />

|151|<br />

Tanasescu, Horia.<br />

El Caribe, 1952.<br />

|152|<br />

Lora Cintrón,<br />

Rafael. El Caribe,<br />

29 de diciembre<br />

de 1958 (?).<br />

|153|<br />

Liz, Domingo<br />

citado por Lara<br />

Cintrón, Idem.<br />

sita. sus óleos llaman poderosamente la atención. La poesía de su imaginación es encantadora,<br />

maneja con gran soltura el claro oscuros. sus caballos, sus niños, sus mujeres<br />

tienen una atrayente belleza. Como dibujante, posiblemente marcha a la cabeza de sus<br />

compañeros. De una gran modestia no tiene la fama de los demás. A veces parece ignorado,<br />

pero un cuadro suyo en una exposición colectiva, adquiere siempre una personalidad<br />

reveladora.|150|<br />

A ese comentario emitido en 1954, viene bien añadir las consideraciones de Horia Tanasescu,|151|quien<br />

estima que Liz es un dibujante de sensibilidad no rebuscada ni retórica;<br />

un artista que ha logrado ser original sin rarezas ni violencias, honrado consigo<br />

mismo, «con una gracia y una poesía que son las características y el mayor atractivo de<br />

sus obras».Aparte de referir la realidad dominicana, el citado crítico comenta la participación<br />

del artista en la VI Bienal, una de las tantas colectivas en que se registra durante<br />

el decenio, sin decidirse a una exposición individual. Aparte de participar en casi todas<br />

las exposiciones oficiales de los años cincuenta, es invitado a representar el país en muestras<br />

internacionales. Entre ellas están la exhibición de pintura dominicana en la academia<br />

de Long Beach, California (1950), la muestra de arte latinoamericana celebrada en<br />

la Universidad de Florida (1950), a la que concurre junto a Colson, José Gausachs y Hernández<br />

Ortega; y la bienal de Sao Paulo, donde participa como escultor, exhibiendo<br />

obras en bronce (1958).<br />

Hacia el final de la década 1950, «Domingo Liz abandona el pincel por la escultura (…)<br />

convencido de que su temperamento y aptitudes están en ese campo.|152| Este viraje<br />

repentino, pero decisivo, le permite reasumir las técnicas aprendidas con el maestro Manolo<br />

Pascual e, igualmente como tridimensionalista, dar muestra de una elocuencia personal<br />

en el manejo de la materia. «Todo escultor –declara– debe emplear los diferentes<br />

materiales que tiene a su disposición, usándolos de acuerdo a las necesidades específicas<br />

de cada obra las que generalmente por su forma, su tema y sus fines piden determinada<br />

materia».|153|<br />

Con la creencia y la práctica de que las maquetas modeladas o talladas en material blando<br />

resultan un acercamiento al concepto mental y un punto de partida para la ejecución,<br />

Liz llena un momento crucial de búsqueda, definiciones y concreción en la materia<br />

pura. Relieves vaciados en granito, tallas en madera, modelados llevados al bronce<br />

y otros procedimientos definen a un gran escultor dominicano, informado sobre la escultura<br />

moderna, pero en nada parecido a otro escultor nacional, y como si no hubiera<br />

relación entre su pintura y su escultura, exceptuando el rigor.Valldeperes se refiere a<br />

ambas condiciones al establecer que «Domingo Liz comenzó siendo pintor, sentía una<br />

Domingo Liz|Caballos|Óleo/tela|83 x 67 cms.|1951|Col. del artista.

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