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Tomo Completo 60.8 MB - Grupo Leon Jimenes

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Capítulo 1 | El tránsito de la década de 1940 a 1950 |136|<br />

|137| El tránsito de la década de 1940 a 1950 | Capítulo 1<br />

|137|<br />

Ferrúa,<br />

Giovanni.<br />

Op. Cit.<br />

|138|<br />

Valldeperes,<br />

Manuel.<br />

Op. Cit.<br />

Frente a sus compañeros escultores de la generación, Luichy Martínez Richiez resulta<br />

caso excepcional, puesto que la pintura no es para él razón de descanso frente al esfuerzo<br />

que supone el tallado, ni una producción sustituta, ni más fácil, ni asumida a intervalos<br />

e intrascendentes.Aunque se le reconoce como gran escultor, la obra pictórica suya<br />

ha sido cultivada a plenitud, con destellos distintivos y mediante soluciones que van<br />

de lo académico naturalista a la geometrización cuasi cubista de las formas, para desembocar<br />

en la semiabstracción o el planteo semifigurativo. El habla en relación a esa pintura<br />

de un «estilo dinámico».|137| El crítico Manuel Valldeperes explica la cualidad de<br />

ese estilismo, explicando que «las guachas, tantas y tan alucinantes (…) son magníficos<br />

estudios de movimiento o situaciones de masas en el espacio y podemos apreciar en<br />

ellas una persistencia en la dualidad cromática –cromatismo violento y cromatismo austero–<br />

que produce el efecto de un desbordante lirismo de color. ¿Influencia tropical?<br />

Sin duda. Pero también podemos ver en esas guachas un reflejo mironiano; sobre todo<br />

en esa rara poesía que proviene del juego de formas y colores cuyas líneas tienden a<br />

evadirse sin renunciar de manera absoluta a la figuración».<br />

El trópico huracanado, la antillanidad vibrante, lo uno y lo otro internalizado con sentido<br />

de pertenencia, traducido como despojo del instinto vía las líneas y las cromatizaciones,<br />

resultan de paso las cartas visuales de quien declara «la violencia de los colores<br />

y el ritmo cambiante en que se expresan deben sin duda su inspiración a mi nacimiento<br />

en la naturaleza exótica del trópico».|138| A esta naturaleza geográfica o territorial<br />

retorna Luichy Martínez Richiez, físicamente, después de haber residido en Francia por<br />

casi treinta años (1956-1981), pero sin dejar durante este tiempo, de estar presente con<br />

sus obras en exhibiciones individuales y colectivas.<br />

Tan joven como era Martínez Richiez cuando ingresó a Bellas Artes, lo es ANTO-<br />

NIO TORIBIO, quien también posee las cualidades de ser denotado escultor y pintor<br />

de permanencia, con exilio voluntario en Estados Unidos en donde fija residencia<br />

durante largos años, dejando una estela de buen artista y buen varón. Hasta algunos de<br />

sus compañeros le recordaban por su apuesta figura. Era, además, jovial, de temperamento<br />

abierto y asentado en las firmezas artísticas.<br />

Antonio Toribio, vinculado al Cibao, es descendiente de una familia domínico-libanesa.<br />

Oriundo de Cayetano Germosén (Moca), en donde nació en 1932. Cuando niño,<br />

allí fue un ayudante en la fabricación de objetos artesanales, colaborando con su abuela<br />

María Canaán en la realización de tapices. En el 1942, los padres deciden trasladarse<br />

a Santiago de los Caballeros, donde se dedica a elaborar máscaras de carnaval y típicas<br />

caretas de lechones, sintiéndose atraído por las ejecuciones que para entonces –1944–<br />

Antonio Toribio|Toque de queda|Relieve|121 x 65 cms.|1962|Col. Museo de Arte Moderno.

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