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MARIOLATRÍA 57<br />
da de pecado, seguida por la Iglesia de Roma ha hecho<br />
que paulatinamente el<br />
cristianismo romanista se haya convertido<br />
en puro marianismo. Los creyentes católico-romanos<br />
a nadie ven sino a María. La ven en sueños, en<br />
visiones, en apariciones, en milagros. El culto romano ha<br />
convertido a María en el centro de su fe, relegando al olvido<br />
o a un segundo término a Cristo, el Hijo de Dios<br />
y Redentor <strong>del</strong> mundo. Pudiéramos afirmar que entre<br />
el catolicismo romano y la iglesia de la Reforma no hay<br />
otra lucha que la entablada entre estas dos personas <strong>del</strong><br />
Evangelio: Cristo y María. Para el <strong>romanismo</strong>, María<br />
lo es todo. Para el reformismo, mal llamado protestantismo.<br />
Cristo lo es todo. La pugna entre uno y otro credo<br />
no ha sido forjada por la Iglesia de la Reforma sino por<br />
el Romanismo. La culpabilidad, pues, recae sobre el paganismo<br />
romanista y nunca sobre el reformismo o protestantismo<br />
tan secular, tan tradicional y tan universal como<br />
el catolicismo romano. El fin de la lucha marcará el<br />
triunfo en el mundo de uno de estos dos cultos: Cristo<br />
o María.<br />
Cierto que el culto tributado a María, dice el <strong>romanismo</strong>,<br />
es inferior al ofrendado a Cristo. Por eso lo llaman<br />
de "hiperdulía". Pero, volvemos a insistir, dentro<br />
<strong>del</strong> Evangelio y <strong>del</strong> cuadro de la iglesia primitiva no<br />
hay dos ni tres cultos. No existe más que un solo culto:<br />
aquel que va dirigido expresamente a Dios. Lo contrario<br />
es caer en la idolatría. El Cristianismo es, ha sido y será<br />
siempre monoteísta. No admitirá jamás divinidades grandes<br />
ni pequeñas ni por tanto cultos grandes ni pequeños.<br />
Quien, por consiguiente, establezca diversos cultos, en<br />
un mayor o menor grado de adoración, irremisiblemente<br />
se hace idólatra. Sólo a Dios el alma debe adorar. Sólo<br />
a Dios el corazón debe darse. Sólo a Dios el espíritu debe<br />
rendir homenaje de adoración, gratitud y obediencia.