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56 CLAUDIO GUTIÉRREZ MARÍN<br />
esposa y la tierna madre, y tan caritativas y humildes como<br />
Mitra,<br />
Pero el paganismo incubó en la mente cristiana la<br />
idea de una divinidad femenina. Superior, sin duda, a<br />
todas las divinidades femeninas <strong>del</strong> panteón pagano, más<br />
pura, más bondadosa, más santa; pero divinidad femenina,<br />
ai fin. Cualquiera que contemple el cuadro de Murillo.<br />
titulado la Inmaculada, en donde María, aparece<br />
entre nubes de gloria pisando los cuernos de la luna como<br />
reina y<br />
emperatriz <strong>del</strong> cielo, no podrá por menos de<br />
advertir que así debieron ser las representaciones de Diana,<br />
la diosa de la caza, de los bosques y de la luna entre<br />
los viejos romanos. El arte escultórico y<br />
pictórico se encargaron<br />
de lo demás. Ya convertida en diosa, María, la<br />
Madre <strong>del</strong> Señor, ningún trabajo podrá costar forjar la<br />
leyenda apoyada en el mito. Ese trabajo se encomendará<br />
a los poetas. Unos extractando de los Evangelios<br />
apócrifos ciertos casos inverosímiles; otros ideando por<br />
cuenta propia fábulas y leyendas; los más, apoderándose<br />
de relatos populares hijos de la credulidad y el fanatismo,<br />
sabrán formar la aureola divina adecuada para<br />
la nueva y única diosa <strong>del</strong> cristianismo pagano.<br />
En los documentos literarios <strong>del</strong> siglo xii y xiii aparecen<br />
ya infinidad de milagros, apariciones, cuentos misteriosos,<br />
en torno a María. De este modo, a semejanza<br />
de la mitología pagana, se engalanó con la poesía de la<br />
mentira una figura tan hermosa en su humildad, tan humana<br />
en su amor, tan sencilla en su poder como fue siempre<br />
la de la piadosa Madre <strong>del</strong> Señor. El <strong>romanismo</strong> la<br />
arrancó de su hogar propio, de su belleza popular, de su<br />
encanto como mujer y como madre y la<br />
reservó en sus altares,<br />
con escandalosa publicidad, un lugar privilegiado,<br />
casi pudiéramos decir un lugar de honor por encima de<br />
Dios, de Jesucristo y <strong>del</strong> Espíritu Santo. Toda esta sen-