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ICONOLATRÍA 31<br />
imagen esculpida que en la imagen pintada o dibujada.<br />
Por eso Él coloca un pequeño paréntesis entre la escultura<br />
y la ointura y enfáticamente relaciona su prohibición<br />
más ton aquélla que con ésta. Es fácil de comprender.<br />
La escultura mantiene las cuatro dimensiones, en tanto<br />
que la pintura únicamente contiene dos dimensiones.<br />
La imagen incita más a la idolatría que el dibujo y la<br />
precisamente en esa semejanza se encuentra el<br />
obra pictórica en general, porque está más cerca de lo<br />
humano, de lo real, de lo semejante al hombre o la mujer,<br />
y<br />
peligro. Para la mente común, sobre todo, la identificación<br />
de la imagen con el ser por ella representado es tan<br />
natural y tan normal como pueda serlo para una niña la<br />
muñeca preferida a la que besa, mima, habla y cuida<br />
como si fuera un ser real. La experiencia demuestra la<br />
verdad de este hecho. El <strong>romanismo</strong> jamás podrá evitar<br />
esta desgracia. Jamás podrá convencer a sus fieles, de<br />
inteligencia poco desarrollada o a los fanáticos, que una<br />
determinada imagen no es realmente algo que tiene vida,<br />
que puede escuchar y responder, castigar o recompensar,<br />
bendecir o amenazar. Para convencerse de esta verdad<br />
bastaría observar el terror, el espanto, la ira que se apodera<br />
de cualquier creyente romanista si, por una causa u<br />
otra, su imagen predilecta es atacada en alguna forma<br />
destructiva o ultrajada de alguna manera violenta. La<br />
razón de ello se encuentra en lo afirmado anteriormente:<br />
el creyente ha convertido en ídolo, en persona, en ser<br />
sobrenatural aquello que en verdad no pasa de ser una<br />
obra de manufactura humana. Las leyendas sobre imágenes<br />
que sudan, que sangran, que hacen milagros, que<br />
castigan y que recompensan por sí mismas se cuentan<br />
por centenares. En todos los tiempos, en todos los países,<br />
en todas las razas, el cúmulo legendario de hechos portentosos<br />
atribuidos a las imágenes es desconcertante. Po-