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LA PASCUA CRISTIANA<br />
Es un hecho histórico de singular importancia, porque<br />
en él y por él la Iglesia Cristiana eleva su espíritu en un<br />
acto de cáhda fraternidad. Su institución, al modo nuevo<br />
de la fe, transporta el alma en un vuelo místico hacia la<br />
ciudad llamada santa y en ella hacia el Aposento Alto,<br />
donde Cristo, por última vez, compartió con los suyos el<br />
pan y el vino de la vieja Pascua.<br />
Vieja Pascua en verdad, plena de rancio sabor israelita,<br />
vieja fiesta nacional y patriótica de todo un pueblo<br />
elegido por el mismo Dios, como depositario de la verdad<br />
revelada y de cuyo tronco espeso y potente surgió la rama<br />
nueva y eterna: el Hijo de David, Cristo, el Señor.<br />
Vieja Pascua de Israel<br />
celebrada por vez primera en<br />
el hogar judío con los ojos clavados en el horizonte de<br />
una gran promesa: la posesión <strong>del</strong> nuevo hogar en la<br />
vieja tierra de la antigua Canáan. La familia de pie, en<br />
torno a la mesa común, sobre la que humeaba el sacrificio<br />
iel cordero pascual, sin mancha, de un año de edad, teniendo<br />
las vestiduras como para emprender un largo viaje,<br />
saludaba la aurora de un nuevo día con alborozo en el<br />
pensamiento y gratitud en el corazón.<br />
Vieja Pascua judía que sonaba y sigue resonando con<br />
ecos de algarabía celestial en el corazón de todos los israelitas<br />
piadosos, porque el día de la liberación llamaba<br />
a todas las puertas de los esclavos hebreos oprimidos por<br />
la gigantesca raza egipcia . . . mientras Dios, terriblemente<br />
justiciero, esgrimía por medio de su ángel extermina-