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178 CLAUDIO GUTIÉRREZ MARÍN<br />
no sólo ángeles sino dioses, porque poseen entre nosotros<br />
la fuerza y el poder <strong>del</strong> Dios inmortal."<br />
Posiblemente de todas las herejías sustentadas por el<br />
<strong>romanismo</strong> ésta sea la mayor. Hacer dioses a los hombres<br />
nos parece el colmo <strong>del</strong> paganismo. Y aun cuando no<br />
falte de entre el número de sacerdotes romanistas quienes<br />
se nieguen rotundamente a aceptar tal innovación y se<br />
sigan creyendo solamente hombres y hombres imperfectos<br />
y<br />
pecadores, la afirmación tridentina suena a sacrilegio.<br />
Este encumbramiento sacerdotal, contrario totalmente<br />
a la razón y a las Escrituras,<br />
anula o tiende a anular<br />
la verdad sobre el verdadero sacerdocio cristiano. Cristo<br />
es el Único Sacerdote eterno, y los creyentes, sin excepción<br />
son sacerdotes <strong>del</strong> altar de Cristo, como Pedro afirma<br />
llamando al pueblo de Dios "real sacerdocio", porque<br />
conforme al criterio de Pablo, "están ofreciendo el sacrificio<br />
vivo, diariamente", sacrificio de vida, para ofrecerlo<br />
a Dios en el nombre de Cristo. Este espíritu de sana democracia<br />
cristiana y de verdad escrituraria es negado<br />
totalmente por el <strong>romanismo</strong>, quien al sentar en el Tribunal<br />
de la penitencia al sacerdote para que ocupe el lugar<br />
de Dios, perdonando o absolviendo, lo convierte en<br />
un ídolo, desplazándole de su misión y de su buen oficio.<br />
El sacerdote está llamado únicamente a practicar su<br />
labor mediadora cuando el pueblo, por su conducto, públicamente<br />
confiesa su pecado e incluyéndose el mismo<br />
ministro y hablando en plural frente a Dios, siente con<br />
el pueblo el dolor de su pecado, y confundido en humildad<br />
con la masa creyente, se somete humildemente ante<br />
Dios, para recibir, junto con el pueble, el perdón y la paz.<br />
Así Pablo supo escribir esta frase lapidaria: "De todos<br />
los pecadores, yo soy el primero", afirmando que el pecado<br />
estaba en él y que únicamente la victoria sobre el<br />
pecado personal y colectivo puede obtenerse "por medio