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172 CLAUDIO GUTIÉRREZ MARÍN<br />
sólo la necesidad de la confesión, sino también la urgencia<br />
de dirigirse únicamente a Dios en demanda <strong>del</strong> perdón.<br />
Cuando el<br />
ladrón sintió acercarse su último instante<br />
clamó: "Acuérdate de mí cuando vinieres en tu reino."<br />
Y la confesión de su pecado fue hacia Cristo y el deseo<br />
de paz y de perdón se vio cumplido, cuando Cristo le<br />
respondió: "De cierto te digo que, hoy mismo, estarás<br />
conmigo en el paraíso." El perdón fue una realidad para<br />
él, como lo será para todos los que reconociendo la verdad<br />
de su pecado y la necesidad de su paz, acudan a<br />
Dios sohcitando con humildad y arrepentimiento el perdón<br />
de sus almas.<br />
EL PERDÓN FRATERNAL<br />
Santiago el Apóstol escribe: "Confesaos vuestras faltas<br />
los unos a los otros." Habla en plural. No dice "confesad<br />
vuestras faltas a uno de entre vosotros", sino tos<br />
unos a los otros. (Santiago, cap. 5; vers. 16.) Confesión<br />
fraternal necesaria para la armonía y paz dentro de la<br />
Iglesia. Confesión urgente y perdón deseable entre los<br />
hermanos en la fe, para evitar murmuraciones perniciosas<br />
y pleitos innecesarios. El hermano que pecó contra el hermano<br />
debe reconocer y confesar su falta, no al sacerdote<br />
o ministro, que nada tienen que ver con ello, sino al hermano<br />
contra quien se pecó y éste, a su vez, debe aceptar<br />
la confesión y entregar el perdón, que puede y debe dar<br />
en nombre de Cristo. Ya el apóstol Pablo hace mención<br />
de esta clase de confesión cuando dice que los cristianos<br />
"deben perdonarse entre sí, como también Dios les perdonó<br />
en Cristo." Regla de fe y regla de oro verdadera,<br />
capaz de zanjar resquemores anticristianos entorpecedores<br />
de la buena marcha de la Iglesia.