Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
CONFESIONISMO 163<br />
puede ser ese alguien? Un hombre, un sacerdote, un pontífice?<br />
Hombres, sacerdotes y pontífices hubo en el pueblo<br />
de israel por centenares de años, pero a ninguno de<br />
ellos invocaron las almas en pecado, porque sabían que<br />
el pecado humano comprende a todos los hombres sin<br />
excepción y que su pecado no iba contra ellos,<br />
ni en ellos<br />
podía residir la potestad para perdonar el <strong>del</strong>ito que<br />
contra ellos no se había cometido. Las almas pecadoras<br />
acudieron siempre con su pecado personal a Dios. Direc^<br />
tamente a Dios,<br />
"el único que puede perdonar pecados";<br />
el único que puede comprender la naturaleza <strong>del</strong> pecado<br />
y dar la paz al alma por medio <strong>del</strong> perdón; el único que,<br />
por ser Dios, sabe y puede juzgar con infalibilidad absoluta<br />
e imponer, si lo estima necesario, la sentencia justa,<br />
que no lastime hasta quebrantar sino que eduque hasta<br />
extirpar de raíz el mal; el único que sabe cuando el<br />
alma dice la verdad y conoce hasta qué punto el arrepentimiento<br />
es verdadero; el único que ama con un amor<br />
de padre al pecador y "no desea que éste muera sino que<br />
se arrepienta y tenga vida**.<br />
Ningún caso tan palpable de esta confesión personal<br />
como aquella que David nos ofrece a lo largo de todo su<br />
encantador libro de los Salmos. En ese libro maravilloso,<br />
él descubre toda la bajeza y toda la grandeza de su alma<br />
pecadora e invita al alma para que entre por ese camino<br />
que no avergüenza, porque todo él está lleno de la bondad<br />
de Dios. Invitación clara, ferviente para acudir a Dios<br />
con la carga dolorosa <strong>del</strong> pecado personal. Exhortación<br />
ferviente para encontrar en Dios la paz santa que Él da<br />
por gracia y por amor. Súplica a las almas para que sacien<br />
su sed de quietud en el manantial divino de donde<br />
fluye, sin cesar, el agua de la vida eterna. . . ¡A Diosí . .<br />
¡Solamente a Dios!<br />
Y no se necesita para ello<br />
un lugar especial dentro o