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CONFESIONISMO 159<br />
LA CONFESIÓN AURICULAR OBLIGATORIA<br />
Por desgracia el <strong>romanismo</strong> ha olvidado esto y ha pretendido<br />
uncir la conciencia humana no solamente al yugo<br />
de la religión sino también al juicio, siempre falible, de<br />
sus representantes. El <strong>romanismo</strong> ha violentado la conciencia<br />
descerrajando las puertas <strong>del</strong> santuario; violando<br />
la vida íntima <strong>del</strong> alma al obligar a los fieles a postrarse<br />
a los pies de un hombre para confesarle, por la fuerza,<br />
lo íntimo de su vida, que sólo a Dios y al hombre<br />
mismo pertenece.<br />
El <strong>romanismo</strong> ha instituido la confesión auricular obligatoria<br />
y para darle mayor pujanza la ha elevado nada<br />
menos que al nivel altísimo de un sacramento.<br />
Al hojear las páginas de la historia podremos darnos<br />
cuenta de que no fue sino hasta el siglo xiii, siglo de oscurantismo<br />
y despotismo clerical, cuando la Iglesia de<br />
Roma, en su Concilio celebrado en Letrán y en el año<br />
1215, impuso como obligación, bajo pena de excomunión,<br />
la confesión auricular. En su Canon 21<br />
leemos esto:<br />
. . todo creyente de cualquier sexo, después de llegar<br />
a la edad de la discreción, bajo pena de pecado mortal,<br />
debe confesar al sacerdote, a lo menos una vez al año".<br />
Antes de esa fecha no existe un solo ejemplo ni un<br />
solo caso de este tipo de confesión hecha al oído <strong>del</strong> sacerdote,<br />
con el carácter de obligación imprescindible para<br />
escapar de la condenación eterna.<br />
Es pues una innovación más y una innovación peligrosísima,<br />
tanto para el confesor como para el confesado.<br />
Para el primero, porque está obligado a escuchar ciertas<br />
cosas desordenadas que pueden arrastrarle a él mismo<br />
a la tentación; y para el confesado, porque desposita su