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TRADICIONALISMO 139<br />
"que los hechos y las palabras de Cristo no cabrían en<br />
una biblioteca extensa". Creemos que hay algo de exageración<br />
en la afirmación <strong>del</strong> evangelista, aunque, en efecto,<br />
la vida ministerial de Cristo abundó en hechos y palabras<br />
mucho más de lo que los mismos discípulos nos dejaron<br />
saber por sus Evangelios,<br />
Cartas apostólicas y demás libros<br />
de fe . . . pero ¿quién nos puede garantizar de la verdad<br />
de esas palabras y de esos hechos no contenidos en<br />
los documentos sagrados de la fe cristiana? ¿Y si no fueran<br />
ciertos? ¿Y si no encerrasen el verdadero sentido que<br />
Cristo les dio?<br />
El problema, pues, sigue siendo el mismo. Cuando por<br />
la tradición oral, es decir no escrita, se nos relata algo<br />
que está en abierta oposición con lo que está escrito, ¿qué<br />
es lo que debe ser admitido por la fe, la verdad de las<br />
Escrituras o la verdad anunciada por la tradición? No hay<br />
un sólo cristiano sensato que no admita en un primer<br />
término la verdad Escrituraria, por lo<br />
tanto, no puede ser<br />
jamás la tradición oral la que nos conduzca a la verdad,<br />
sino la tradición escrita,<br />
Al "magister dixit" <strong>del</strong> <strong>romanismo</strong>, nosotros oponemos<br />
el "Cristus dixit", o sea, a la tradición oral <strong>del</strong> <strong>romanismo</strong><br />
nosotros preferimos la tradición escrita de la Palabra de<br />
Dios. Roma no debe olvidar que puede recaer sobre ella<br />
la condenación hecha por Cristo hacia aquellos judíos<br />
que impusieron la tradición falsa a las escrituras verdaderas,<br />
diciéndoles: "Habéis invalidado la verdad de Dios<br />
con vuestra tradición." Y eso es grave y eso es peligroso,<br />
porque supone retar a Dios y, sobre todo, expone a una<br />
derrota cierta y espantosa de la que no pueden surgir sino<br />
lamentos tardíos y arrepentimientos sin esperanza. Siga<br />
el <strong>romanismo</strong> imponiendo al mundo de sus fieles tradiciones,<br />
sin tener en cuenta para nada la luz de Dios que<br />
resplandece con vigor de antorcha eterna en su Palabra.