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¡La Tradición! ... Me aquí una válvula de escape para<br />
el <strong>romanismo</strong>. Apoyándose en ella, como sobre el puente<br />
de una gigantesca muleta de hierro, pretende justificar<br />
todas sus inovaciones elevadas a la categoría de dogmas<br />
y todos sus desafueros rayanos en la locura. La polémica,<br />
la exégesis, la apologética son imposibles frente a la<br />
Iglesia<br />
romana si se esgrime como arma sagrada la Escritura<br />
de Dios. No importa que la tradición proceda de días o de<br />
siglos ... si es tradición, para el <strong>romanismo</strong> lo es todo.<br />
No importa que sea extraída de materiales borrados por<br />
el tiempo ... si es tradición, aún cuando su origen se encuentre<br />
en el mito o la leyenda paganos, para el <strong>romanismo</strong><br />
contiene la<br />
verdad.<br />
Tremendo y fatal error capaz de llevar a la Iglesia<br />
romana, como la está llevando, hacia la lejanía más lejana<br />
de la verdadera verdad. Error que encierra una pauta<br />
insana dentro <strong>del</strong> camino de la fe. Error que coloca sobre<br />
la visión luminosa <strong>del</strong> cristianismo un cendal de bruma<br />
y de fraude.<br />
No porque el respeto y aun el amor por lo tradicional<br />
religioso sea en sí mismo condenable, sino porque la tradición,<br />
a veces, acierta a borrar con una pincelada de<br />
sombra la claridad maravillosa <strong>del</strong> Evangelio, que ilumina<br />
y que salva . . .<br />
Existen dos tradiciones, una que es siempre verdadera<br />
y otra que puede no serlo, y no lo es en infinidad de casos<br />
considerados por el <strong>romanismo</strong> como artículos de fe.