Dominical - La Opinión de Zamora

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X / dominical LA OPINION-EL CORREO / Domingo, 8 de enero de 2012 ✒ J. Morán Santo Domingo de Silos (Burgos) Domingo de Silos, monje santo que vivió entre el año 1000 y el 1073, llegó a Silos (provincia de Burgos) en el 1041 y el monarca leonés Fernando I le encargó la reforma y recuperación del esplendor del que entonces se conocía como monasterio de San Sebastián de Silos. A Domingo se le atribuyen hechos milagrosos y el don de ser abogado de los felices partos. De hecho, su báculo ha estado presente en el alumbramiento de numerosos miembros de las familias reales españolas, hasta hace pocas décadas. Pero en el plano material, al abad Santo Domingo se le debe la construcción del célebre claustro de Silos, joya indiscutible de la arquitectura románica española. Silos había nacido como cenobio en tiempos visigóticos (siglo VII), se apagó con la invasión musulmana, renació en el siglo X y volvió a recaer en época de Almanzor. Renace con Santo Domingo y en el siglo XVIII fue derruida su iglesia románica para levantar un templo neoclásico, el actual. El báculo de Santo Domingo (hoy en el museo del monasterio), el impresionante claustro, su ciprés cantado por Gerardo Diego, la antigua botica conventual, o el templo que trazó Ventura Rodríguez —donde los monjes benedictinos entonan un rico canto gregoriano durante sus liturgias—, han tenido como abad durante veintitrés años a Dom («dominus») Clemente Serna, que casi a punto de cumplir los 65 años, ha decidido presentar su renuncia. Clemente Serna nace en Montorio, Burgos, en 1946. Ingresa en Silos a los 13 años y profesa en 1964. Estudia Filosofía, Teología (en la abadía de Solesmes) y obtiene el doctorado en el Pontificio Ateneo San Anselmo (Roma), de la Orden Benedictina, con la especialidad en Patrística Monástica. También se titula en Archivística y Arqueología. Recibe la ordenación sacerdotal en 1971 y es elegido abad del monasterio en 1988, tras el fallecimiento de su predecesor. A pesar de que el cargo de abad es vitalicio, Clemente Serna juzga que «no conviene eternizarse en los cargos y creo haber dado a mi comunidad todo lo que podía». El pasado lunes 19 de diciembre, al término de las vísperas solemnes por la festividad de Santo Domingo de Silos, que se celebra al día siguiente, Clemente Serna recibió a «LA NUEVA ESPAÑA» (periódico del mismo grupo editorial que «LA OPI- NIÓN-EL CORREO DE ZAMORA») y repasó su vida en el monasterio y sus impresiones sobre el presente. Durante el rezo de vísperas, al presidir la liturgia, ha vestido casulla, mitra, báculo, anillo y pectoral, signos de los tiempos en que un abad era equiparable a un obispo. Hoy en día aquel poder ya no existe, aunque el monasterio ha extendido desde hace unos años su influencia al convento de San Francisco, en la misma localidad de Silos, donde desde 2009 existe un centro de encuentros y debates, un museo de la historia del monacato y una hospedería. Clemente Serna se siente especialmente orgulloso de haber logrado levantar esa obra sobre la ruinas del viejo convento franciscano. En 1990, la comunidad benedictina, la Asociación Amigos de Silos y el INEM, como principal financiador, iniciaron las obras de restauración según proyecto del arquitecto José María Pérez González, Peridis. El conjunto fue inaugurado el 7 de noviembre de 2009. —¿Cómo presenta un abad su renuncia, ya que es un cargo vitalicio? —Lo he hecho ante el abad de Solesmes (Francia), el monasterio benedictino del que depende Silos. Este abad, como presidente de la congregación de monasterios que de él depende, vendrá a un capítulo nuestro en el que se elegirá el nuevo abad. —¿Qué balance hace de estos veintitrés años? —No me he detenido a hacerlo todavía. —¿Volvería a ser monje? —Por supuesto. Si naciera de nuevo, volvería a serlo, y en Silos. Tuve una experiencia desde muy pequeño con un fraile. Yo tenía una abuela que se casó una vez y se quedó viuda: después se casó con el hermano de su marido fallecido y también enviudó. Así que mi madre me llevaba al pueblo de mi abuela, San Pantaleón del Páramo, para que estuviera con ella. Era una mujer fantástica, con gran dominio de las situaciones. Una vez estábamos trillando y había con nosotros unas chicas del pueblo con las que se ajustaba una paga para que ayudaran Clemente Serna Abad del monasterio de Silos que acaba de presentar su renuncia «La crisis no nos ha afectado en el monasterio porque siempre hemos vivido con lo justo» en las labores del campo. Era domingo y estábamos en la era. Vino una nube negra, negra, y una chica que tenía allí mi abuela vio aquella nube y dijo: «No podemos ir a misa, que se nos moja la parva y perdemos el trigo». Mi abuela replicó entonces: «Que se moje y que se pudra, pero todas a misa». —¿Y el fraile? —Allí, en San Pantaleón, con mi abuela, conocí a un fraile de ese pueblo y me encanto porque llevaba una capa. «Yo quiero ser como él», me dije. No era monje, sino fraile, de los que predicaban por los pueblos. No recuerdo de qué orden era, pero me llamó la atención. De hecho, cuando mi padre me llevó al Seminario de Burgos, con 10 años, yo protesté: «Padre, que no quiero ser cura, que quiero ser fraile». Y mi padre sensatamente me dice: «Hijo mío, tú estudia y cuando seas mayor, decides». Un buen principio. —¿Qué sucedió en el Seminario? —Allí no me adapté. Era una barahúnda. Fuimos para examinarnos casi mil chicos en un día, para ver si éramos medio listos o poco listos, y hacían una limpia... y con una rapidez tremenda. No me gustó el Seminario porque a los que éramos más débiles, o más enclenques, nos perseguían los seminaristas de más edad, así que no salíamos de la capilla. En cuanto veíamos que los mayores venían, nos metíamos en la capilla. No son más que anécdotas, pero en una de ésas vinimos de excursión a Silos y entonces es cuando yo descubrí el ciprés, que no sabía ni que existía. Pero, sobre todo, un monje nos explicó cómo se vivía aquí y después de escucharle me dije: «Éste es mi sitio». Por otra parte, a mí me daba vergüenza en el Seminario tener que subir al púlpito a predicar, como se hacía entonces. Que todos me estuvieran viendo mientras predicaba me producía mucha vergüenza. Así que por eso también saqué la conclusión de que me venía a Silos, donde no había que predicar de esa manera. Desde entonces, hacia el año 1959, estoy aquí. —¿Cómo fue su formación de monje? —Fui a Solesmes porque en esta abadía, en ese momento, no había formadores. Así que nos fuimos a Francia a aprender el francés y a estudiar Filosofía. Una parte del noviciado la había tenido ya en Silos y el resto fue en Solesmes. También estudié Teología, hasta el doctorado, cuya tesis hice en Roma, en la Universidad Pontificia de los Benedictinos, el San Anselmo, que está en el Aventino. Me especialicé en Patrología Monástica, acerca de los primeros monjes y el origen del monacato. También estudié Archivística y una retahíla de otras disciplinas, porque aproveché aquella época lo más que pude para tener conocimientos de todo. Es cuando uno está fresco y además cuando más le cala el conocimiento. Después vamos perdiendo fuego. Me formé en Francia, en Alemania y en Italia, sobre todo. —¿Cuál ha sido el momento más duro de su vida en el Monasterio de Silos? —No el más duro, pero sí el mas doloroso, fue el incendio de 1970. Un obrero trabajaba en el tejado del monasterio y se ve que le cayó una colilla y quedó encendida en algún lugar. El fuego fue creciendo hasta que por la noche, cuando los monjes estábamos durmiendo, escuchamos los gritos de los vecinos de Silos. Era verano y por eso la gente estaba aún por las calles. Oímos sus gritos y nos asomamos a las ventanas. Las llamas estaban sobre nuestras cabezas, en el tejado, y en la zona de la biblioteca y del comedor. Combatimos el fuego a El abad Clemente Serna, en la rebotica del monasterio de Silos. / FOTO MIKI LÓPEZ «Umberto Eco dio en el clavo con el incendio de la abadía en su novela “El nombre de la Rosa”, porque eso fue lo que sucedió en Silos en el verano de 1970» ● «En su última visita, Gerardo Diego se emocionó tanto ante el ciprés que no pudo terminar de recitar su soneto» calderados, pero se perdieron muchos bienes del monasterio, en la biblioteca, y el comedor antiguo quedó destruido. Del impacto que produjo aquello en la comunidad, alguno monjes quedaron sin voz durante una temporada, y otros decidieron después tener una soga en su habitación, por si se repetía la tragedia y tenían que descolgarse por la ventana. —Un incendio en el monasterio, tal cual el final de «El nombre de la rosa». —Así es; ahí Umberto Eco dio en el clavo. —¿Otros momentos duros de la vida monástica? —No los ha habido. He vivido muy feliz y aquí no he añorado nada.Y cuando he salido del monasterio a estudiar siempre he querido volver. Yo entendía que cuanto más capacidad tuviera de traer conocimientos, mejor podía ayudar a mi comunidad. Ése ha sido mi principio desde que era adolescente y joven. —¿Ha cambiado la concepción del monje en los últimos años o décadas, por ejemplo. tras el concilio Vaticano II? —Prácticamente nada. La regla de San Benito es la que manda. Se hace lo mismo que se ha hecho durante siglos. —La tradición tiene mala prensa. —Del tradicionalimo es del que me guardo, pero no de la tradición. —Pero en su monasterio hay un aula Feijoo, de intercambio cultural, y actividades de ese tipo. —Pero ya Unamuno vino aquí, al igual que escritores e intelectuales de su época. Ahí está Gerardo Diego, con su famoso soneto al ciprés de Silos, fantástico. La última vez que vino, antes de fallecer, en 1987, era consciente de que aquél era su

Domingo, 8 de enero de 2012 / LA OPINION-EL CORREO último viaje al monasterio, junto a su hija Elena. Se le caían las lágrimas. Le pedimos que recitara el soneto y casi no pudo terminarlo, por la emoción. —Ciprés que estuvo muy enfermo durante años y que finalmente se ha salvado. ¿Qué sucedió? —Hemos conocido a personas muy competentes en enfermedades de los cipreses, concretamente el doctor Tusset, de Valencia; es él quien nos lo salvó. El ciprés de Silos comenzó a deteriorarse en 1990. Pedí ayuda y vino alguien de Agricultura, del Gobierno de Castilla y León. Cuando aquella persona vio el claustro, dijo: «Pero aquí no podemos meter un tractor». «Sólo faltaba eso, meter un tractor en el claustro, que nos lo deshace; habrá otros sistemas», repliqué. Pero como no daban respuesta, escribí un artículo: «¿Se muere el ciprés de Silos?» Ahí saltaron las alarmas y, gracias a eso, descubrimos al doctor Tusset. Por teléfono me preguntó cómo estaba el ciprés y yo le expliqué lo que veíamos. «Es una enfermedad, pero no de muerte», me dijo. Después vino con sus ayudantes y nos dijo lo que había que hacer: sencillamente, que habíamos puesto todo alrededor un tapiz verde, de hierba, y eso era lo peor para un ciprés. Si nos descuidamos, nos quedamos sin él. Había que dejar una zona libre y cuidar el riego; tan malo es el exceso como el defecto. —¿Cuáles han sido sus momentos más plenosenSilos? —Para mí ha sido la reconstrucción del convento de San Francisco. Las personas que lo frecuentan están muy contentas y pueden conocer un museo de la historia del monacato, desde el primer monje hasta nuestro tiempo. Está teniendo muy buena acogida desde hace tres años. —La comunidad de Silos relanzó el canto gregoriano, con un «boom» de ventas en 1993. —Fue una carambola total, y recuerdo cuando irrumpieron en la iglesia todos los fotógrafos. Estábamos rezando y nos quedamos helados. Se nos metieron hasta el altar. Yo fui a Madrid y di una rueda de prensa y a partir de ahí se calmó la cosa. De golpe se vendieron muchísimos CD. Los había preparado un joven muy dinámico, pero había previsto vender 50.000 copias y después se vendieron cientos de miles. Pero a nosotros, ciertamente, el dinero no nos arrastra. Hemos hecho voto de pobreza y, por lo tanto, nos basta con tener lo necesario. —¿De qué vive un monasterio? —Del trabajo de los monjes, en gran parte. También tenemos muchos amigos que son muy generosos con donaciones, y nosotros, a nuestra vez, también damos a personas más necesitadas. Hay que compartir lo bueno y lo menos bueno. Éste es un monasterio normal, al que ni le sobra ni le falta. —¿Cómo han notado la crisis? —En cuanto se sale del monasterio, se nota, y mucho. Pero dentro, nosotros hemos vivido siempre sin grandes alharacas, con lo imprescindible. Procuramos gastar lo menos posible, no porque seamos avaros, sino, sencillamente, porque no hay que malgastar, que es lo que nos ha pasado a mi modo de ver en España. Hemos tirado por la borda nuestros recursos. Cuando iba a veces a Madrid y veía esas comilonas, ese comprar de todo, y el coche nuevo cada poco... esa acumulación de riquezas... «¿Adónde va esto?», me preguntaba. Oye, que la misma Naturaleza tiene fecha de caducidad, lo cual quiere decir que no es infinita, y si nos la cargamos, ¿adónde vamos? A nosotros, al hacer voto de pobreza, ni nos falta ni nos sobra; tenemos lo justo. —¿Han notado descenso de visitas y de turismo en el monasterio? —Sí lo hemos notado, pero los fines de semana se sigue llenando la iglesia durante los rezos de los monjes. Y esas personas aprovechan para atraer amistades. —¿Realizarán nuevas grabaciones de canto gregoriano? —Todavía hemos de esperar, en el sentido de que todavía tenemos el shock. Han pasado muchos años, pero no queremos repetir otra experiencia como aquélla. —Las discográficas les harán ofertas. —Una o dos, no muchas más, porque éste es un tipo de canto muy especial. Para nosotros su difusión nos alegra en el sentido de que queremos a través de ello acercar a las personas a la vida cristiana y a la práctica religiosa. Damos siempre unos folletos, en latín y en castellano, y las personas se los llevan. —Las visitas de Aznar también hicieron más célebre el monasterio de Silos. —Vino varias veces como presidente de Castilla y León y después ya como presidente del Gobierno central. Él decía que en el monasterio empezaba su primer día de trabajo, después de las vacaciones. Ese día se llenaba, venían cantidad de personas. Nosotros, discretamente. Lógicamente, acogemos a todos y por qué no vamos a acoger al Presidente sin ningún problema. Hubo un comportamiento muy limpio. —Son ustedes treinta monjes en la comunidad. ¿Es buen número? —Para los tiempos que corren es bueno. Hay postulantes, novicios y monjes. Con que entren dos o tres monjes al año es suficiente porque no nos morimos tres monjes. Están entrando jóvenes muy capacitados; prácticamente la mayoría son licenciados. En algún momento ellos han captado Silos y les entra el gusanillo de ver qué es esto. —¿Benedicto XVI? —Le conocí cuando fui a estudiar a Alemania y él era arzobispo de Múnich. Me causó una impresión muy buena, óptima. Siempre que me he encontrado con él me he sentido muy a gusto. Su pontificado lo está llevando muy bien, para la edad que tiene. Es admirable que se anime incluso a hacer viajes larguísimos porque quiere testimoniar el Cristo que nos ha redimido y que nos ha dado la vida espiritual, que es la que cuenta porque el cuerpo aquí se queda. El espíritu es el que vuela. —Eligió precisamente el nombre de Benedicto en homenaje a San Benito. —Ciertamente, nos agradó esa elección, pero por otra parte cada cristiano se tiene que sentir orgulloso de este Papa, aparentemente tan sencillo, pero tan profundo que va siempre a rastrear las raíces más hondas de la vida cristiana. —¿Cómo ve España? —Cualquier diagnóstico no es bueno, sino todo lo contrario. Nos hemos comido las guindas antes de tiempo y ahora estamos comiendo las agraces, en vez de las guindas frescas. A mi modo de ver, lo que tenemos que hacer es aprender la lección, para que no se repita. Ésa es la forma más auténtica de reaccionar. Y después crear una cadena de personas que sean competentes y que sepan tirar del carro lo que haga falta. Y si todos nos ponemos a tirar, saldremos adelante. SOLUCIONES A LOS PASATIEMPOS Pilates Responsables de «Pilates Center» de Año Nuevo Si vas a comenzar 2012 haciendo ejercicio, elige uno adaptado a tu condición física dominical / XI Propósito ✒ Nieves Álvarez (*) Comenzado el Año Nuevo, las personas suelen preparar su lista de propósitos, donde se plasman las metas a cumplir el próximo año, muchas de las cuales, se repiten de la lista anterior debido a que no fueron alcanzadas. Por ello, aunque es muy recomendable anotar los propósitos, también es necesario que sean objetivos y apegados a la realidad. “Los propósitos de Año Nuevo suelen ser una lista de todo aquello que la gente quiere cambiar de sí misma, ponemos ahí lo que no nos agrada, ya sea cuestiones físicas o de la personalidad, por lo general se busca llevar una vida más saludable, dejar de fumar, hacer ejercicio, o también ser más pacientes con los demás, pasar más tiempo con la familia, ser más responsables”. Todo esto es muy bueno, lo malo es que pocas veces lo cumplimos porque las metas no están claras Resulta muy positivo que las personas se fijen metas de a dónde quieren llegar en un año, sin embargo, un año es demasiado tiempo en algunos casos, por lo que es necesario también colocarse pequeñas metas a corto plazo, para completar un objetivo mayor. Es importante comenzar el año nuevo con buenas intenciones y proyectos; recuerda que tu cuerpo y tu mente son lo prioritario. La salud no es sólo no tener enfermedades, sino también mantener un estilo de vida en buen estado, que tu organismo funcione bien y que tengas un bienestar psicológico y emocional. La inactividad le abre la puerta a muchas enfermedades. Dedícale un tiempo a una actividad física y hazlo un hábito cotidiano como cepillarte los dientes. Muévete siempre que puedas, usa las escaleras en vez del ascensor y los pies en vez del coche. Camina media hora diaria, bastará para ahuyentar tu sedentarismo. Si vas a comenzar el año haciendo ejercicio físico, elige un ejercicio adaptado a tu condición física. Pilates puede ser una muy buena opción. Si te decantas por este método de entrenamiento físico hazlo en un centro especializado y comprueba que tu instructor esté titulado. Es indispensable que antes de comenzar en un grupo, tu instructor te haya hecho una valoración postural, te haya explicado los principios del método y a haya visto tus necesidades, en base a esta valoración podrá indicarte en que grupo conseguirás tus objetivos. Todas las clases de Pilates no son iguales, hay diferentes niveles, necesidades y objetivos, es prioritario que trabajes en el grupo adecuado para conseguir tus metas. Muchas personas de las que se acercan a nuestro centro, tienen una idea equivocada del Pilates y piensan que sólo son ejercicios de relajación o de estiramientos, no te equivoques, compruébalo por ti mismo, el Pilates puede darle a cada persona lo que necesita. Te recuerdo que esta disciplina otorga grandes ventajas a nivel físico y emocional, por este motivo la persona que lo practica reduce sus niveles de estrés y ansiedad, al hacer una actividad placentera: (*) Especialista en Pilates. Centro Pilates. 1. Previene la osteoporosis, los dolores lumbares y la corrección de malas posturas que generan dolores de espalda y cuello. 2. Genera un estado de bienestar y relajación, por lo que permite que tengas un buen sueño. 3. Fortalece tu musculatura sin aumentar excesivamente el volumen muscular, en especial los músculos del abdomen y espalda. 4. Aumenta la flexibilidad, es decir, mejoran los movimientos y las articulaciones. 5. Corrige la postura y le otorga mayor conciencia al cuerpo. Si a esto le añadimos que con Pilates, lograrás un cuerpo más esbelto y estilizado, habrá razones de más para que le digas sí a esta nueva técnica que pretende ser todo un estilo de vida. El principal problema es que, en ocasiones, la mayoría de los objetivos que nos proponemos, no son viables, son demasiado exigentes y difíciles de cumplir. En cuanto comprobamos que la tarea planteada va a costar más trabajo del previsto, abandonamos la idea. De hecho, eso suele ocurrir antes de acabar el mes de enero, en la mayoría de los casos Cada persona debe buscar la actividad que mejor se ajuste a sus necesidades de tiempo y a su forma física. Desde el Pilates hasta la carrera continua en una cinta o ir a la piscina, todo vale. Lo importante es ser constante que la recompensa vendrá, con toda seguridad. Cada vez aumentaremos la potencia y la resistencia, nos cansaremos menos, mejoraremos la calidad de vida, de sueño y hasta el carácter. Afrontaremos los problemas de otra manera.

X / dominical LA OPINION-EL CORREO / Domingo, 8 <strong>de</strong> enero <strong>de</strong> 2012<br />

✒ J. Morán<br />

Santo Domingo <strong>de</strong> Silos (Burgos)<br />

Domingo <strong>de</strong> Silos, monje santo que vivió entre<br />

el año 1000 y el 1073, llegó a Silos (provincia <strong>de</strong><br />

Burgos) en el 1041 y el monarca leonés Fernando I<br />

le encargó la reforma y recuperación <strong>de</strong>l esplendor<br />

<strong>de</strong>l que entonces se conocía como monasterio <strong>de</strong><br />

San Sebastián <strong>de</strong> Silos. A Domingo se le atribuyen<br />

hechos milagrosos y el don <strong>de</strong> ser abogado <strong>de</strong> los<br />

felices partos. De hecho, su báculo ha estado presente<br />

en el alumbramiento <strong>de</strong> numerosos miembros<br />

<strong>de</strong> las familias reales españolas, hasta hace pocas<br />

décadas. Pero en el plano material, al abad Santo<br />

Domingo se le <strong>de</strong>be la construcción <strong>de</strong>l célebre<br />

claustro <strong>de</strong> Silos, joya indiscutible <strong>de</strong> la arquitectura<br />

románica española.<br />

Silos había nacido como cenobio en tiempos<br />

visigóticos (siglo VII), se apagó con la invasión<br />

musulmana, renació en el siglo X y volvió a recaer<br />

en época <strong>de</strong> Almanzor. Renace con Santo Domingo<br />

y en el siglo XVIII fue <strong>de</strong>rruida su iglesia románica<br />

para levantar un templo neoclásico, el actual.<br />

El báculo <strong>de</strong> Santo Domingo (hoy en el museo<br />

<strong>de</strong>l monasterio), el impresionante claustro, su<br />

ciprés cantado por Gerardo Diego, la antigua botica<br />

conventual, o el templo que trazó Ventura Rodríguez<br />

—don<strong>de</strong> los monjes benedictinos entonan un<br />

rico canto gregoriano durante sus liturgias—, han<br />

tenido como abad durante veintitrés años a Dom<br />

(«dominus») Clemente Serna, que casi a punto <strong>de</strong><br />

cumplir los 65 años, ha <strong>de</strong>cidido presentar su<br />

renuncia.<br />

Clemente Serna nace en Montorio, Burgos, en<br />

1946. Ingresa en Silos a los 13 años y profesa en<br />

1964. Estudia Filosofía, Teología (en la abadía <strong>de</strong><br />

Solesmes) y obtiene el doctorado en el Pontificio<br />

Ateneo San Anselmo (Roma), <strong>de</strong> la Or<strong>de</strong>n Benedictina,<br />

con la especialidad en Patrística Monástica.<br />

También se titula en Archivística y Arqueología.<br />

Recibe la or<strong>de</strong>nación sacerdotal en 1971 y es elegido<br />

abad <strong>de</strong>l monasterio en 1988, tras el fallecimiento<br />

<strong>de</strong> su pre<strong>de</strong>cesor. A pesar <strong>de</strong> que el cargo <strong>de</strong><br />

abad es vitalicio, Clemente Serna juzga que «no<br />

conviene eternizarse en los cargos y creo haber<br />

dado a mi comunidad todo lo que podía».<br />

El pasado lunes 19 <strong>de</strong> diciembre, al término <strong>de</strong><br />

las vísperas solemnes por la festividad <strong>de</strong> Santo<br />

Domingo <strong>de</strong> Silos, que se celebra al día siguiente,<br />

Clemente Serna recibió a «LA NUEVA ESPAÑA»<br />

(periódico <strong>de</strong>l mismo grupo editorial que «LA OPI-<br />

NIÓN-EL CORREO DE ZAMORA») y repasó su<br />

vida en el monasterio y sus impresiones sobre el<br />

presente. Durante el rezo <strong>de</strong> vísperas, al presidir la<br />

liturgia, ha vestido casulla, mitra, báculo, anillo y<br />

pectoral, signos <strong>de</strong> los tiempos en que un abad era<br />

equiparable a un obispo. Hoy en día aquel po<strong>de</strong>r ya<br />

no existe, aunque el monasterio ha extendido <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

hace unos años su influencia al convento <strong>de</strong> San<br />

Francisco, en la misma localidad <strong>de</strong> Silos, don<strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> 2009 existe un centro <strong>de</strong> encuentros y <strong>de</strong>bates,<br />

un museo <strong>de</strong> la historia <strong>de</strong>l monacato y una<br />

hospe<strong>de</strong>ría. Clemente Serna se siente especialmente<br />

orgulloso <strong>de</strong> haber logrado levantar esa obra<br />

sobre la ruinas <strong>de</strong>l viejo convento franciscano.<br />

En 1990, la comunidad benedictina, la Asociación<br />

Amigos <strong>de</strong> Silos y el INEM, como principal<br />

financiador, iniciaron las obras <strong>de</strong> restauración<br />

según proyecto <strong>de</strong>l arquitecto José María Pérez<br />

González, Peridis. El conjunto fue inaugurado el 7<br />

<strong>de</strong> noviembre <strong>de</strong> 2009.<br />

—¿Cómo presenta un abad su renuncia, ya<br />

que es un cargo vitalicio?<br />

—Lo he hecho ante el abad <strong>de</strong> Solesmes (Francia),<br />

el monasterio benedictino <strong>de</strong>l que <strong>de</strong>pen<strong>de</strong><br />

Silos. Este abad, como presi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> la congregación<br />

<strong>de</strong> monasterios que <strong>de</strong> él <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>, vendrá a un<br />

capítulo nuestro en el que se elegirá el nuevo abad.<br />

—¿Qué balance hace <strong>de</strong> estos veintitrés<br />

años?<br />

—No me he <strong>de</strong>tenido a hacerlo todavía.<br />

—¿Volvería a ser monje?<br />

—Por supuesto. Si naciera <strong>de</strong> nuevo, volvería a<br />

serlo, y en Silos. Tuve una experiencia <strong>de</strong>s<strong>de</strong> muy<br />

pequeño con un fraile. Yo tenía una abuela que se<br />

casó una vez y se quedó viuda: <strong>de</strong>spués se casó con<br />

el hermano <strong>de</strong> su marido fallecido y también enviudó.<br />

Así que mi madre me llevaba al pueblo <strong>de</strong> mi<br />

abuela, San Pantaleón <strong>de</strong>l Páramo, para que estuviera<br />

con ella. Era una mujer fantástica, con gran<br />

dominio <strong>de</strong> las situaciones. Una vez estábamos trillando<br />

y había con nosotros unas chicas <strong>de</strong>l pueblo<br />

con las que se ajustaba una paga para que ayudaran<br />

Clemente Serna<br />

Abad <strong>de</strong>l monasterio <strong>de</strong> Silos que acaba <strong>de</strong> presentar su renuncia<br />

«<strong>La</strong> crisis no nos ha afectado en el<br />

monasterio porque siempre hemos<br />

vivido con lo justo»<br />

en las labores <strong>de</strong>l campo. Era domingo y estábamos<br />

en la era. Vino una nube negra, negra, y una chica<br />

que tenía allí mi abuela vio aquella nube y dijo:<br />

«No po<strong>de</strong>mos ir a misa, que se nos moja la parva y<br />

per<strong>de</strong>mos el trigo». Mi abuela replicó entonces:<br />

«Que se moje y que se pudra, pero todas a misa».<br />

—¿Y el fraile?<br />

—Allí, en San Pantaleón, con mi abuela, conocí<br />

a un fraile <strong>de</strong> ese pueblo y me encanto porque llevaba<br />

una capa. «Yo quiero ser como él», me dije.<br />

No era monje, sino fraile, <strong>de</strong> los que predicaban por<br />

los pueblos. No recuerdo <strong>de</strong> qué or<strong>de</strong>n era, pero me<br />

llamó la atención. De hecho, cuando mi padre me<br />

llevó al Seminario <strong>de</strong> Burgos, con 10 años, yo protesté:<br />

«Padre, que no quiero ser cura, que quiero ser<br />

fraile». Y mi padre sensatamente me dice: «Hijo<br />

mío, tú estudia y cuando seas mayor, <strong>de</strong>ci<strong>de</strong>s». Un<br />

buen principio.<br />

—¿Qué sucedió en el Seminario?<br />

—Allí no me adapté. Era una barahúnda. Fuimos<br />

para examinarnos casi mil chicos en un día,<br />

para ver si éramos medio listos o poco listos, y<br />

hacían una limpia... y con una rapi<strong>de</strong>z tremenda.<br />

No me gustó el Seminario porque a los que éramos<br />

más débiles, o más enclenques, nos perseguían los<br />

seminaristas <strong>de</strong> más edad, así que no salíamos <strong>de</strong> la<br />

capilla. En cuanto veíamos que los mayores venían,<br />

nos metíamos en la capilla. No son más que anécdotas,<br />

pero en una <strong>de</strong> ésas vinimos <strong>de</strong> excursión a<br />

Silos y entonces es cuando yo <strong>de</strong>scubrí el ciprés,<br />

que no sabía ni que existía. Pero, sobre todo, un<br />

monje nos explicó cómo se vivía aquí y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong><br />

escucharle me dije: «Éste es mi sitio». Por otra<br />

parte, a mí me daba vergüenza en el Seminario<br />

tener que subir al púlpito a predicar, como se hacía<br />

entonces. Que todos me estuvieran viendo mientras<br />

predicaba me producía mucha vergüenza. Así que<br />

por eso también saqué la conclusión <strong>de</strong> que me<br />

venía a Silos, don<strong>de</strong> no había que predicar <strong>de</strong> esa<br />

manera. Des<strong>de</strong> entonces, hacia el año 1959, estoy<br />

aquí.<br />

—¿Cómo fue su formación <strong>de</strong> monje?<br />

—Fui a Solesmes porque en esta abadía, en ese<br />

momento, no había formadores. Así que nos fuimos<br />

a Francia a apren<strong>de</strong>r el francés y a estudiar<br />

Filosofía. Una parte <strong>de</strong>l noviciado la había tenido<br />

ya en Silos y el resto fue en Solesmes. También<br />

estudié Teología, hasta el doctorado, cuya tesis hice<br />

en Roma, en la Universidad Pontificia <strong>de</strong> los Benedictinos,<br />

el San Anselmo, que está en el Aventino.<br />

Me especialicé en Patrología Monástica, acerca <strong>de</strong><br />

los primeros monjes y el origen <strong>de</strong>l monacato.<br />

También estudié Archivística y una retahíla <strong>de</strong><br />

otras disciplinas, porque aproveché aquella época<br />

lo más que pu<strong>de</strong> para tener conocimientos <strong>de</strong> todo.<br />

Es cuando uno está fresco y a<strong>de</strong>más cuando más le<br />

cala el conocimiento. Después vamos perdiendo<br />

fuego. Me formé en Francia, en Alemania y en Italia,<br />

sobre todo.<br />

—¿Cuál ha sido el momento más duro <strong>de</strong> su<br />

vida en el Monasterio <strong>de</strong> Silos?<br />

—No el más duro, pero sí el mas doloroso, fue<br />

el incendio <strong>de</strong> 1970. Un obrero trabajaba en el tejado<br />

<strong>de</strong>l monasterio y se ve que le cayó una colilla y<br />

quedó encendida en algún lugar. El fuego fue creciendo<br />

hasta que por la noche, cuando los monjes<br />

estábamos durmiendo, escuchamos los gritos <strong>de</strong> los<br />

vecinos <strong>de</strong> Silos. Era verano y por eso la gente estaba<br />

aún por las calles. Oímos sus gritos y nos asomamos<br />

a las ventanas. <strong>La</strong>s llamas estaban sobre<br />

nuestras cabezas, en el tejado, y en la zona <strong>de</strong> la<br />

biblioteca y <strong>de</strong>l comedor. Combatimos el fuego a<br />

El abad Clemente<br />

Serna, en la<br />

rebotica <strong>de</strong>l<br />

monasterio <strong>de</strong><br />

Silos. / FOTO MIKI LÓPEZ<br />

«Umberto Eco dio en el clavo con el incendio <strong>de</strong> la abadía en su novela “El nombre <strong>de</strong><br />

la Rosa”, porque eso fue lo que sucedió en Silos en el verano <strong>de</strong> 1970» ● «En su<br />

última visita, Gerardo Diego se emocionó tanto ante el ciprés que no pudo<br />

terminar <strong>de</strong> recitar su soneto»<br />

cal<strong>de</strong>rados, pero se perdieron muchos bienes <strong>de</strong>l<br />

monasterio, en la biblioteca, y el comedor antiguo<br />

quedó <strong>de</strong>struido. Del impacto que produjo aquello<br />

en la comunidad, alguno monjes quedaron sin voz<br />

durante una temporada, y otros <strong>de</strong>cidieron <strong>de</strong>spués<br />

tener una soga en su habitación, por si se repetía la<br />

tragedia y tenían que <strong>de</strong>scolgarse por la ventana.<br />

—Un incendio en el monasterio, tal cual el<br />

final <strong>de</strong> «El nombre <strong>de</strong> la rosa».<br />

—Así es; ahí Umberto Eco dio en el clavo.<br />

—¿Otros momentos duros <strong>de</strong> la vida monástica?<br />

—No los ha habido. He vivido muy feliz y aquí<br />

no he añorado nada.Y cuando he salido <strong>de</strong>l monasterio<br />

a estudiar siempre he querido volver. Yo<br />

entendía que cuanto más capacidad tuviera <strong>de</strong> traer<br />

conocimientos, mejor podía ayudar a mi comunidad.<br />

Ése ha sido mi principio <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que era adolescente<br />

y joven.<br />

—¿Ha cambiado la concepción <strong>de</strong>l monje en<br />

los últimos años o décadas, por ejemplo. tras el<br />

concilio Vaticano II?<br />

—Prácticamente nada. <strong>La</strong> regla <strong>de</strong> San Benito<br />

es la que manda. Se hace lo mismo que se ha hecho<br />

durante siglos.<br />

—<strong>La</strong> tradición tiene mala prensa.<br />

—Del tradicionalimo es <strong>de</strong>l que me guardo,<br />

pero no <strong>de</strong> la tradición.<br />

—Pero en su monasterio hay un aula Feijoo,<br />

<strong>de</strong> intercambio cultural, y activida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> ese<br />

tipo.<br />

—Pero ya Unamuno vino aquí, al igual que<br />

escritores e intelectuales <strong>de</strong> su época. Ahí está<br />

Gerardo Diego, con su famoso soneto al ciprés <strong>de</strong><br />

Silos, fantástico. <strong>La</strong> última vez que vino, antes <strong>de</strong><br />

fallecer, en 1987, era consciente <strong>de</strong> que aquél era su

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