REVISTA 2007.qxd - educastur.princast

-Demasiado peligro para uno solo.
-Os necesito distrayendo a todos los demás. Recordad: tapaos la cara y no dejéis
huellas.
A media noche no podía dormir. Como me aburría decidí que era el momento de
amortizar el dinero que se habían gastado mis padres y me dejé caer por el cine a ver
una sesión continua. Para mi mala fortuna, al volver, cansado y somnoliento, me di
cuenta de que me había perdido. Para acabar con la racha de mala suerte, me vi en
un sitio que no conocía de nada puesto que leí: “segunda bodega de carga”. Pensé que
estaba en un sueño y para acabar de reafirmar mis elucubraciones vi a un hombre. Sí,
aquel hombre me sonaba de algo, ¡claro que me sonaba! Era el chef. Lo que me había
confundido era no verlo embutido en aquel delantal blanco, sino en ropa negra y en
vez de moverse como el pato mareado que era en la cocina, se me había presentado
moviéndose con el sigilo de un gato.
-¡Eh tú, chico! ¿Qué haces levantado a estas horas?
-Ehhh..., ummm..., yoooo...
Sentí un objeto contundente que me golpeaba en la
cabeza. Todo era una nube confusa, el cocinero, el camarero,
... hacía frío.
Día 26. La venganza de la reina Ana y el capitán Jasper
Como habréis notado faltan tres días, pero esta vez es
que del golpe tan fuerte que me habían dado me creyeron
muerto. Cuando desperté todos se llevaron un buen susto
menos aquel hombre, que, pese a todos los años que luego
pasé con él, sigue siendo para mí un misterio. A diferencia
de los demás piratas era culto, sabía leer y escribir, tenía
varias carreras; desde un primer momento pensé que era
de noble cuna y vosotros también lo habríais creído si lo
hubierais visto. Se diferenciaba del resto de la tripulación por
su elegancia, sus maneras en la mesa y en el combate. Era Jasper y la única razón
para apodarse "el puerco" era infundir miedo.
9
Sus ataques eran temidos en los cinco océanos y en los siete mares. Desde Bering
hasta El Cabo, desde Bahamas hasta El Bósforo cualquier ciudad costera o nave debía
temer divisar la bandera de Jasper. Pero él no era de esos piratas que ganaban la fama
por sus innumerables batallas, saqueos o matanzas, ni de los que se jactan ante los
inferiores, no. Sus ataques se temían por su semejanza a los de un parásito: dejaba los
barcos como conchas vacías con lo suficiente para llegar hasta el puerto más cercano
(otra prueba más de su extraña humanidad, despreciada por unos pocos y admirada
por la mayoría). Sin embargo, en las ciudades era más complicado: nunca las agotaba
en el saqueo, siempre dejaba algo para que pudieran recuperarse.
Él sabía que yo no estaba muerto y, según me contaron después, había evitado
varias veces que el resto de la tripulación me tirara por la borda.
Lo primero que pensé al ver que estaba en otra embarcación fue que el Princesa
se había hundido y éramos los únicos supervivientes. Fue tanta la impresión que mi
cerebro se refugió de nuevo en la inconsciencia.
Sentí cómo me echaban un cubo de agua fría por la cabeza. Estaba en el camarote
del capitán. Lo que entonces se dijo quedó grabado a fuego en mi memoria, allí se