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formularse nuevas preguntas:<br />
¿la mujer de la rosa de la historia<br />
de la anciana sería la<br />
misma que él había visto?<br />
¿Cómo era posible que cambiase<br />
la escritura de una lápida?<br />
Al no poder encontrar la<br />
respuesta a ninguna de estas<br />
preguntas, se prometió mantenerse<br />
despierto toda la noche<br />
para ver a la mujer, pues, aunque<br />
no la había visto ninguna<br />
de los días anteriores, estaba<br />
convencido de que la mujer<br />
acudía siempre. Esa noche la<br />
volvería a ver.<br />
III<br />
-Esta tumba lleva aquí muchos<br />
años y nunca nadie ha sabido decir el<br />
nombre de la persona aquí enterrada<br />
-le dijo la anciana como el resto de<br />
vecinos-. Cuando yo era niña mi abuela<br />
me contaba una historia sobre la<br />
inscripción que consta en ella, pero<br />
me parece recordar que la frase era<br />
"Siempre te querré"… perdona hijo, mi<br />
memoria no es lo que era… pero de lo<br />
que sí estoy segura es de que, en la<br />
historia de mi abuela, aparecía una<br />
mujer que dejaba todas las noches<br />
una flor en…<br />
-¿Una mujer? -dijo sorprendido<br />
Pedro- y dígame usted, señora, esa<br />
flor que dejaba, ¿no sería por casualidad<br />
una rosa roja?<br />
-Pues… no estoy segura, pero<br />
ahora que lo dices… creo que sí… ¡Sí!<br />
Sin ninguna duda te puedo decir que<br />
la flor era una rosa roja.<br />
Pedro le dio vueltas a la conversación<br />
con la vecina durante muchos<br />
días, pero lo único que conseguía era<br />
Consiguió quedarse despierto<br />
bebiendo varias tazas<br />
de café durante todo el día y,<br />
al caer la noche, se situó en el<br />
lugar desde donde la había<br />
visto. Esperó y esperó, pero la mujer<br />
no aparecía.<br />
Pasaron las dos de la mañana, las<br />
tres, las cuatro, y nadie llegaba al<br />
cementerio. De pronto, Pedro escuchó<br />
un sonido de pisadas, y allí estaba<br />
ella, tan hermosa como la recordaba.<br />
Esta vez Pedro se acercó más<br />
silenciosamente que la otra vez, por lo<br />
que no le oyó, y se escondió tras una<br />
lápida al oír que decía algo.<br />
-No te preocupes querido, un día<br />
mi marido se cansará de tenerme atrapada<br />
sin poder ir contigo y me dejará<br />
marchar, te lo aseguro. Y así tú y yo,<br />
Adolfo y María, después de esperar<br />
tanto y tanto tiempo, podremos estar<br />
juntos para toda la eternidad.<br />
Y diciendo esto, la mujer, María,<br />
depositó la rosa y se alejó sin darle a<br />
Pedro la oportunidad de decirle nada.<br />
Pero Pedro ya tenía algo, sus nombres:<br />
María y Adolfo. Un poco apena-<br />
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